Sobre los fundamentales y la reciente depreciación del peso mexicano
El peso mexicano ha sufrido una depreciación significativa en las últimas semanas, sobre todo por la mayor incertidumbre asociada con las propuestas de los candidatos presidenciales en los Estados Unidos que afectan a nuestro país, en particular de Donald Trump, los ajustes previstos en las tasas de interés tanto de la Reserva Federal como del Banco de México y los recientes cambios en el marco institucional en nuestro país.
Es probable que continúen las presiones sobre nuestra moneda en el muy corto plazo, hasta que exista mayor claridad sobre los eventos mencionados o que estos se materialicen y los mercados descuenten totalmente su impacto.
No obstante, los fundamentales del peso continúan sólidos, y esto sugiere que el peso mexicano podría recuperar algo de terreno más adelante.
Hay que considerar que nuestra moneda opera en un régimen de libre flotación, lo cual permite absorber todos los choques y ubicar la paridad en un nivel congruente con sus fundamentales.
De hecho, el 80% de la operación del peso se lleva a cabo entre contrapartes extranjeras y el 20% con contrapartes locales, según la última encuesta trianual del Banco de Pagos Internacionales. Así, la cotización del peso se determina, en buena medida, por la percepción que se tiene sobre México en los mercados internacionales.
Cuando hay un deterioro en la narrativa sobre México, como sucede actualmente, el peso se deprecia; pero hacia delante, con fundamentales sólidos, la paridad recupera su valor justo.
En un régimen cambiario flexible no se busca un nivel particular de paridad, como lo han declarado insistentemente los integrantes de la Junta de Gobierno del Banco de México.
Los fundamentales del peso mexicano incluyen varios factores económicos y políticos que influyen en su valor, los más importantes son: el diferencial de tasas de interés entre México y Estados Unidos, el tamaño del déficit externo y su fuente de financiamiento, el manejo en finanzas públicas, la estabilidad política y la confianza en las instituciones por parte de los inversionistas.
El escenario con mayor probabilidad es que la tasa de fondeo en México cierre este año en 10% y que la tasa de fondos federales en Estados Unidos finalice en un rango de entre 4.25% y 4.50%. De ser así, el diferencial entre ambas tasas sería de entre 5.50 y 5.75 puntos porcentuales, lo que es muy atractivo para los inversionistas, pues el promedio histórico ubica el diferencial alrededor del 4.50%; este nivel permitió estabilidad relativa en el tipo de cambio. Los países con tasas de interés poco atractivas para los inversionistas sufren fuertes presiones en sus monedas.
Los recortes previstos en la tasa de interés en los Estados Unidos también podrían ocasionar debilidad del dólar frente a su canasta de referencia y, como contraparte, fortaleza en el resto de las monedas, en particular de países emergentes, lo que incluye al peso mexicano.
Asimismo, México registra un déficit en cuenta corriente (balanza comercial, balanza de servicios y transferencias) relativamente pequeño y financiado en su totalidad por inversión extranjera directa. Para este año, se estima un déficit corriente cercano a los 15 mil millones de dólares y una inversión extranjera directa en alrededor de los 40 mil millones de dólares.
Al interior de la cuenta corriente, resalta el nivel históricamente alto de las remesas, lo que junto con los flujos netos de turismo más el saldo comercial no petrolero, arrojan un “excedente privado de divisas” superior a los 50 mil millones de dólares en el periodo de enero a agosto de 2024, lo que le da un fuerte soporte al peso mexicano. La resiliencia de la economía estadounidense probablemente mantendrá el ritmo de envío de remesas. Para todo el 2024, se estima que las remesas sumarán cerca de 64 mil millones de dólares.
Los países con déficits en cuenta corriente elevados y con altos requerimientos de financiamiento externo pueden presentar mayores dificultades para mantener la estabilidad cambiaria. En la actualidad, México está exento de esta situación.
Por otro lado, en este año se proyecta un déficit público equivalente al 5.9% del PIB, el mayor en tres décadas, pero se tiene la intención de disminuirlo a cerca de la mitad en 2025. Este objetivo es incierto, pues no hay propuesta de una reforma fiscal que aumente los ingresos; y, con la ampliación de los beneficios sociales, las presiones sobre el gasto serán mayores. De cualquier manera, es necesario esperar a conocer el programa económico para el próximo año, el cual deberá publicarse a más tardar el próximo 15 de noviembre. Así, conoceremos la estrategia para disminuir el déficit y si es viable.
En tal sentido, el cumplimiento de las metas en finanzas públicas depende de varias variables, como el crecimiento económico, el precio del petróleo, la plataforma de producción petrolera, las tasas de interés, además de la paridad cambiaria, por lo que sólo sabremos si se cumplieron las metas en finanzas públicas para 2025 hacia fines de ese año, no antes.
Si no se cumplen las metas, las agencias crediticias reaccionarían, en principio advirtiendo de una rebaja en la calificación soberana al cambiar la perspectiva para la deuda de México de estable a negativa. Sólo entonces, el peso se depreciaría, tal vez de forma significativa.
Uno de los fundamentales macroeconómicos más sólidos es el nivel históricamente alto de las reservas internacionales, que en la actualidad suma más de 226 mil millones de dólares. Además, se cuenta con una línea de crédito flexible disponible por 35 mil millones de dólares otorgada por el Fondo Monetario Internacional, el cual ratificó los criterios de habilitación el pasado 30 de octubre.
Dichos criterios consideran una posición externa sostenible, un nivel adecuado de reservas internacionales, unas condiciones favorables para acceder a los mercados de capitales, unas finanzas públicas sanas y una posición de deuda pública sostenible, un marco de política monetaria y cambiaria sólido que ha apoyado una inflación baja, y un sistema bancario capitalizado.
Tanto las reservas internacionales como la línea de crédito flexible pueden utilizarse para mantener la estabilidad cambiaria.
La encuesta mencionada ubica al peso como la tercera moneda más operada dentro de los países emergentes, sólo detrás del renminbi (yuan) chino y la rupia india, con un promedio diario de operación global de 114 mil millones de dólares y de 21 mil millones de dólares a nivel local.
Si la paridad registra un comportamiento atípico o volatilidad extrema, es posible que la Comisión de Cambios, integrada por funcionarios del Banco de México y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, decida intervenir al utilizar las reservas internacionales o hacer uso de la línea de crédito flexible. Sin embargo, al considerar los montos mencionados, las intervenciones de la Comisión de Cambios podrían no tener el impacto deseado, si se realizan inoportunamente.
Las intervenciones sólo se han realizado en casos muy particulares y cuando han sido estrictamente necesarias: 1) para dar liquidez y fomentar el orden en el mercado cambiario en episodios de alta volatilidad, y 2) en episodios de acumulación de reservas internacionales o reducción del ritmo de acumulación de dichas reservas.
En el primer caso, las intervenciones han ocurrido cuando nuestra moneda sufre una fuerte depreciación, del orden de entre 20 y 30% en días o semanas, lo cual ha ocurrido. El segundo caso también se descarta, pues diversas métricas clasifican el nivel de reservas internacionales como “adecuado”. No obstante, existen recursos para intervenir, en caso necesario.
En conclusión, la presión sobre el peso podría continuar en el corto plazo. En particular, la imposición de barreras arancelarias, como propone Trump, se compensa naturalmente con la depreciación cambiaria cuando se opera en un régimen de libre flotación. Además, la incertidumbre de los inversionistas ante cambios en el marco institucional del país también debería de reflejarse en un peso más débil. Es muy probable que los mercados ya lo hayan descontado en gran parte.
Sin embargo, la solidez en los fundamentales del peso soporta un peso relativamente fuerte. Hacia delante, no se descarta una ligera apreciación a partir del nivel actual. Es por ello que el consenso de mercado apunta a una paridad cambiaria en alrededor de 20 pesos al cierre de este año y el siguiente, tal vez un poco más, pero no mucho más; lo cual, con la información disponible, parece razonable.