Nearshoring: ¿Oportunidad histórica o moda pasajera?
Entre el escepticismo y un optimismo desbordado
La Torre Rise será una imponente torre de 475 metros de altura que se ubicará en el corazón de Monterrey, en el norte de México. En sus 99 pisos, la torre albergará oficinas, restaurantes, un hotel y departamentos, siendo el rascacielos más alto de Latinoamérica.
Más de un asesor inmobiliario ya ha tratado de venderme un departamento, teniendo como punto central de venta la enorme plusvalía que tendrá la propiedad al ser Monterrey el epicentro del nearshoring. Este no es un argumento exclusivo de los asesores de la Torre Rise; rascacielos, desarrollos comerciales y, sobre todo, naves industriales se venden como pan caliente en la capital neoleonesa a la espera de empresas y sus empleados, que han hecho las maletas para dejar China y ubicar sus oficinas y fábricas en México.
El optimismo del mercado inmobiliario regiomontano es compartido por amplios sectores de la comunidad empresarial e inversionista del país. En una plática que tuve recientemente con el Clúster Automotriz de Nuevo León, se respiraba el optimismo sobre el impulso que está teniendo la relocalización de las cadenas de valor de China hacia México, no solo entre las grandes armadoras, sino a lo largo de toda la cadena de valor.
Apenas hace dos semanas, compartí en la reunión anual de la AMAFORE un panel con Jonathan Davis, director general de Macquarie, uno de los fondos de infraestructura más grandes del mundo, quien habló del enorme interés del inversionista global en nuestro país. Este interés lo he escuchado también de la voz de administradores de fondos en Nueva York, quienes siguen con atención el fenómeno. Asimismo, se están constituyendo ya fondos de inversión en México que tienen como tesis de inversión el nearshoring.
Este optimismo contrasta dramáticamente con el escenario que vivíamos hace un año, cuando empezábamos a salir de la profunda crisis que originó la pandemia del COVID-19. Al hablar del nearshoring apenas en 2022, existía un escepticismo generalizado entre analistas y en la comunidad empresarial, quienes dudaban que México tuviera posibilidades de consolidarse como una alternativa a la manufactura que buscaba salir de Asia.
Razones no faltaban para ser cautos. Era cierto que las tensiones entre China y Estados Unidos sugerían una incipiente relocalización de empresas hacia lugares que ofrecieran mayor resiliencia en la cadena de valor. Sin embargo, también era verdad que México no ofrecía el mejor clima de negocios, además de presentar brechas estructurales en infraestructura, particularmente en energía y capital humano. La fuente más importante de escepticismo, y probablemente la más válida, era que México tenía más de 30 años apostando a la integración comercial con los Estados Unidos como eje central de su estrategia de desarrollo. Si bien esta estrategia había convertido al país en una potencia exportadora, creando industrias dinámicas plenamente integradas a la cadena de valor norteamericana, la realidad es que grandes sectores y regiones del país habían sido ajenos a este proceso. La pregunta era: ¿por qué las cosas serían distintas ahora?
Entre el optimismo desbordado que vemos hoy y el escepticismo que vivíamos apenas el año pasado han sucedido muchas cosas. Probablemente, la noticia que más ayudó a colocar el fenómeno del nearshoring en el radar nacional fue el anuncio en febrero de 2023 de una inversión de 4,500 millones de dólares de Tesla para construir una fábrica en Nuevo León, con el objetivo de producir hasta un millón de vehículos eléctricos al año. El anuncio de Tesla no fue un hecho aislado. Entre enero y junio de 2023, México registró 29 mil millones de dólares de Inversión Extranjera Directa, cifra 5.6% mayor a la reportada en el mismo periodo de 2022. El crecimiento se ubicaría en un 40.7% si se excluye la reestructura de Aeroméxico las inversiones de Univisión en Televisa de 2022.
Sin embargo, el fenómeno del nearshoring ya tiene efecto real más allá de los compromisos de inversión extranjera. En 2023, México ya es el principal socio comercial de Estados Unidos. con un sector exportador que se ha convertido de nueva cuenta en la locomotora de una economía que, contra todas las expectativas, crece a una tasa del 3.6%, superior al promedio histórico del 1.9% de los últimos 30 años. En la arena política, el gobernador de Nuevo León, Samuel García, ha utilizado la narrativa del incipiente éxito del nearshoring como una bandera que probablemente llevará a la escena nacional en una eventual candidatura a la presidencia.
¿Cuál es la realidad del nearshoring?
¿Cuál es la realidad del nearshoring y su impacto sobre la economía y bienestar nacional más allá de los titulares y eslóganes políticos? Hay tres aspectos que debemos tener en cuenta para tener una visión más objetiva del fenómeno.
En primer lugar, tenemos que entender que el nearshoring es una narrativa mexicana. El origen del fenómeno es la necesidad de los Estados Unidos de construir cadenas de valor más resilientes frente a los retos geopolíticos, ambientales y sanitarios que hemos y probablemente continuaremos enfrentando en los próximos años. Existen voces muy serias que afirman que la fragmentación de las cadenas globales de valor es una pésima idea para hacer frente a los riesgos globales que enfrentamos, y que lejos de ser una solución, puede representar un alto costo. El Fondo Monetario Internacional afirma que de consolidarse esta fragmentación, podría costarle a la economía global un 7% del PIB mundial.
Sin embargo, esta tesis parece ser irrelevante en Estados Unidos, donde poco o nada se ha hecho por normalizar la relación comercial con China y se alista una nueva política industrial que busca priorizar el reshoring, es decir, la repatriación de industrias estratégicas hacia suelo norteamericano. México, sin duda, es un socio muy importante para Estados Unidos, pero tenemos que ser objetivos y reconocer que la prioridad para nuestro vecino es la repatriación de industrias, no la relocalización hacia México. Asimismo, hay que recordar que en la agenda binacional existen otros temas apremiantes como la seguridad fronteriza, el crimen organizado y, sobre todo, la crisis migratoria, que ocupan un lugar cada vez más central en Capitol Hill.
En segundo término, tenemos que evaluar objetivamente el papel que tiene México dentro de una competencia global por ocupar las posiciones económicas que ha dejado China en Estados Unidos. En un estudio reciente que llevaron a cabo nuestros estudiantes en el Tec de Monterrey para el Banco Interamericano de Desarrollo, encontramos que la participación de mercado de China en las importaciones de Estados Unidos efectivamente ha caído. Sin embargo, son los países del sureste asiático los que han capturado esta oportunidad en mayor medida: casi dos terceras partes. México se ha beneficiado; sin embargo, la captura ha sido marginal, menos del 15% de lo que ha dejado China sobre la mesa.
Estos hallazgos han sido resaltados en un estudio de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, en el cual se afirma que es Vietnam y no México el país que más se ha beneficiado por la relocalización de las cadenas de valor, aunque es cierto que el país asiático parte de una participación de mercado mucho menor que la de México.
¿Entonces cuál es la realidad? ¿Toda la narrativa del nearshoring es una exageración sin fundamento? Los datos nos dicen que el fenómeno es real, pero nuestro país solo ha capturado una parte. Sin embargo, esa parte que hemos podido capturar es enorme en términos relativos para nuestro país. Nuestros cálculos en el Tec, los cuales coinciden con los de otros analistas económicos, indican que el fenómeno puede representar un incremento de medio punto porcentual del PIB al año. ¿Le parece poco? Solo recuerde que en los últimos 30 años el país creció en promedio un 1.9 %. Además, si consideramos que el fenómeno se concentra en un puñado de regiones, la realidad es que el nearshoring es una fuerza muy real.
Finalmente, como tercer punto, tenemos que visualizar el fenómeno como lo que es: el resultado de un cambio en el entorno internacional. En este sentido, el nearshoring no es el resultado de un proceso de cambio institucional, o de inversiones estratégicas en infraestructura o capital humano. Esto hace que el fenómeno sea algo inédito en nuestro país, que puede enfrentarnos a problemáticas importantes. En la medida en que continúen llegando inversiones, estas se enfrentarán a cuellos de botella críticos, normativos y de infraestructura, al encontrar una economía que en realidad no estaba preparada.
Estos cuellos de botella se extenderán más allá de la infraestructura productiva y tocarán sectores que inicialmente no pensamos asociados directamente al fenómeno, como los servicios básicos urbanos. Por ejemplo, más allá de las inversiones en accesos carreteros y energía que se hayan comprometido para que el Sr. Musk decidiera ubicar su planta en Nuevo León, habrá que preguntarse sobre la presión que habrá sobre la vivienda, los sistemas de movilidad, agua y saneamiento que demandarán las personas que trabajen en la nueva planta de Tesla y sus proveedores.
¿Qué podemos hacer para aprovechar la oportunidad?
En febrero de este año, publiqué un artículo en la revista de la Escuela de Graduados en Administración y Dirección de Empresas del Tec de Monterrey, en el que me preguntaba si este fenómeno era una moda o una oportunidad histórica. Para ser honesto, aún no tengo una respuesta definitiva. El fenómeno es real, la oportunidad es real; sin embargo, para saber si el nearshoring será esa oportunidad histórica para apuntalar el desarrollo nacional aún hace falta entender mejor el fenómeno. Concluyo este artículo con algunas reflexiones al respecto.
Una medición más objetiva y certera del alcance del fenómeno es aún crítica. Es temprano para sacar conclusiones sobre si la llegada de inversiones y la mayor participación de mercado son una tendencia que se mantendrá o es solo algo pasajero. Sin embargo, la verdad es que no hemos aún hecho un esfuerzo por entender los fundamentales de la relocalización.
¿Es más rentable ubicar una planta en México que en China o el Sureste Asiático? ¿En qué sectores son las inversiones en México más atractivas? Si es verdad que las empresas están dejando China por la fragilidad de las cadenas de valor, ¿cómo se refleja esto en primas de riesgo país y cuál es su impacto sobre la rentabilidad? Y yendo más allá de la rentabilidad económica, ¿hay una lógica de impacto ambiental que puede inclinar la balanza por nuestro país?
Otro aspecto fundamental en el que tenemos que profundizar es sobre las capacidades y brechas que tenemos como país para aprovechar el fenómeno. ¿Qué tipo de infraestructura necesitamos? ¿Qué inversiones en capital humano, capacitación y formación de competencias laborales se requieren? Trabajos como el que llevan a cabo mis colegas Rolando Fuentes y Marco Fernández en generación eléctrica distribuida y educación respectivamente son fundamentales para responder a estas preguntas.
En este sentido, destaca la iniciativa que llevamos en el Tec de Monterrey con el Instituto Baker de la Universidad de Rice para acercar a la academia, la empresa y el gobierno en Estados Unidos y México para identificar estas brechas en capacidades y sus posibles soluciones. No obstante, más allá de estos esfuerzos académicos, falta inteligencia comercial acerca de lo que la industria necesita y está dispuesta a pagar por formación de capacidades técnicas y por infraestructura crítica.
Se ha hablado poco sobre cómo financiar las necesidades que supone el nearshoring. Sabemos desde hace mucho que un país del tamaño de México no puede apostar toda su estrategia de financiamiento para el desarrollo a la inversión extranjera directa; es fundamental crear vehículos de inversión capaces de dirigir el ahorro nacional hacia proyectos productivos. El ahorro para el retiro es la mayor fuente de recursos, sin embargo, las Afores solo serán una opción de financiamiento en la medida en que existan vehículos estructurados que ofrezcan un retorno y riesgo atractivos. Entender qué papel puede jugar la banca de desarrollo nacional y multilateral es un área de oportunidad enorme.
Asimismo, está la necesidad de apuntalar el papel central de la innovación como una palanca que permita incrementar el valor agregado de nuestra industria. Al respecto, resalto la perspectiva del Dr. Arturo Molina, director del Instituto de Materiales Avanzados para la Manufactura Sostenible del Tec de Monterrey, quien enfatiza “la importancia de entender y transferir los nuevos procesos tecnológicos de manufactura que incluyen nuevos materiales, procesos de fabricación avanzados, tecnologías digitales y estrategias de sostenibilidad que deberán ser incorporados a los procesos productivos de la industria instalada en México para hacerlos más competitivos y atractivos para el nearshoring.”
Finalmente, está la necesidad de articular una política pública industrial que pueda aprovechar el fenómeno del nearshoring y crear condiciones que puedan detonar un crecimiento más simétrico e inclusivo. Esta política industrial tendrá que ver más allá de las oportunidades inmediatas que representa el nearshoring en términos de sustitución de importaciones chinas en el mercado norteamericano.
Es imperativo identificar los sectores económicos con potencial de desarrollo que representan oportunidades de diversificación y mayor agregación de valor, los obstáculos que enfrentan y un conjunto de intervenciones para impulsarlos. Miguel Ángel Santos, decano de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tec de Monterrey, afirma que “sin intervención —lo más probable es que se repita lo ocurrido con la firma del GATT y el NAFTA, una aceleración de crecimiento en el centro-norte que contrasta con el estancamiento del sur-sureste”.
Alguna vez escuché decir a un secretario de Hacienda que lo que menos necesitaba México era un diagnóstico más que nadie leyera. Es cierto que México es uno de los países más sobre diagnosticados del mundo y que políticos y empresarios necesitan respuestas y planes de acción para responder al reto que supone el fenómeno del nearshoring. Sin embargo, este fenómeno es un hecho inédito en la historia económica de nuestro país, algo que aún no comprendemos del todo bien y para el cual todavía no tenemos una estrategia integral para abordarlo.
El nearshoring es una oportunidad que no podemos darnos el lujo de dejar pasar. Depende de todos —gobierno, industria y academia— comprender el fenómeno, desarrollar estrategias y políticas públicas efectivas y, principalmente, hallar soluciones concretas que transformen el nearshoring en esa oportunidad histórica para el desarrollo de nuestro país, evitando que se disipe como una moda efímera impulsada por un optimismo sin fundamento.