TLCAN/TMEC a 30 años y “Nearshoring” a 4 años
Cuando Trump gana por primera vez la presidencia en 2016, y fuerza una renegociación del entonces llamado TLCAN, nos obligó a reflexionar y evaluar lo que había representado ese tratado para México. Por esas fechas fui invitado por la Universidad Texas A&M a discutir sobre ese asunto. Hoy, el TLCAN/TMEC, está cumpliendo 30 años de haber entrado en vigor.
En esa conferencia, cuyo texto se publicó en el International Trade Journal1, sostuve que si bien el tratado ha sido benéfico para la economía mexicana, tuvo un costo importante al crear una dependencia excesiva en el mismo para impulsar el crecimiento económico, asunto atribuible no al propio tratado sino a nosotros mismos y a nuestras expectativas sobre el mismo. Solo para ubicar al lector, en promedio, el crecimiento promedio anual del PIB en estos 30 años ha sido de poco menos de 2.5%, cifra muy baja para las necesidades y el potencial de la propia economía mexicana.
Permítaseme una analogía para transmitir el punto que hice en ese documento. En la F1 las escuderías compiten con base en varias variables que influyen para tener éxito. No obstante, dos son de las más importantes. La primera es la potencia y calidad general del automóvil. La segunda, es la destreza y personalidad del piloto. ¿Qué pasa si el auto es de una gran potencia y maravillosa calidad, y el piloto no sabe explotar esas características? Seguramente no será el número 1 a pesar del gran auto que le fue entregado.
En aquel artículo trato de argumentar que la dependencia de crecimiento que tenemos del TLCAN/TMEC, no lo hace malo. El problema es que nosotros no hicimos en 30 años la tarea en casa y creímos que con solo el TLCAN/TMEC bastaba. El piloto ha sido el malo.
Puedo afirmar que la famosa “relocalización” de empresas (“nearshoring”) es un fenómeno similar. Se le ve como panacea y no nos ocuparemos de los verdaderos problemas estructurales que ha atravesado por más de 30 años la economía mexicana. Es cierto, la relocalización de empresas traerá inversión y dará respiro a los políticos, pero no resolverá los problemas. Continuaremos con las tasas de crecimiento anquilosadas de las que hemos gozado por los últimos 30 años. Y, ¿cuál es la tarea que no hemos hecho?
Debemos recordar que la teoría sugería que la apertura comercial traería una explosión de innovación, por la vía de la difusión tecnológica. Sucedió con China (que hoy tiene más patentes anuales que el propio Estados Unidos), Corea del Sur, la India, entre otros. Y no sucedió con México (tal vez sea el país dentro de las primeras 25 economías que tiene el porcentaje de patentes más baja). Para detonarla había que haber tenido una política pública complementaria al respecto. En cambio, se pensó que la sola liberalización comercial la traería en automático. El resultado es que la innovación se hizo en las “headquarters” de las grandes empresas que aterrizaron en el país.
¿Qué hicieron los demás países? Pues complementaron la liberalización con ambiciosos programas de innovación, y más aún, inundaron el mundo desarrollado de estudiantes de doctorado, que a su vez fueron atraídos para volver a casa (no todos, pero el nivel alcanzado fue suficiente). Nosotros no lo hicimos. En cambio, se descansó en la famosa frase que la mejor “política industrial es la que no existe”. Esta visión le ha costado cara al país. Hoy día, el problema es que se quiere solucionar el problema creando todavía peores distorsiones al respecto. No se ha entendido lo que Dani Rodrik ha llamado la nueva economía de la política industrial. Y así andamos, en los extremos que no resuelven el problema de raíz.
Del lado social tampoco se hizo la tarea y está muy relacionada con lo que se acaba de mencionar. El capital humano fue la base de países como los tigres asiáticos. Y ello involucró ambiciosos programas de educación, desde primaria hasta posgrado (como recién mencioné). Acá la educación primaria continúa estancada y ahora aderezada con errores conceptuales elementales en los libros de texto. Ni siquiera critico la ideología inmersa, pues esa siempre ha existido. Critico la falta de preparación académica de los que los elaboraron. Infortunadamente en el país hay un desdén por el conocimiento, que tendrá repercusiones fuertísimas pues se está enraizando en la niñez.
La informalidad por su parte, que ya existía antes del TLCAN, creció aún más, y como ello es el reflejo de la falta de oportunidades, se expandió junto con el crimen organizado. El resultado general, es que la productividad total de los factores promedio de los últimos treinta años es -sí, está usted leyendo bien- ¡negativa!
En suma, aprovechar el “nearshoring” no implica nada más, como algunas cámaras empresariales sugieren, construir infraestructura, que fue lo único que medianamente se hizo con el TLCAN/TMEC. Requiere que solucionemos en casa los problemas señalados arriba. Y hasta donde puedo ver en los programas de gobierno de las candidatas, el “nearshoring” será nuevamente un gran auto de la F1, mal piloteado.
[1] Fausto Hernandez-Trillo (2018) “Mexico, NAFTA, and beyond”. The International Trade Journal, 32:1, 5-20, DOI: 10.1080/08853908.2017.1387622