Galileo en la historia económica de México: Y, sin embargo, se mueve
Mucha saliva y tinta se ha gastado para inferir el impacto que la reforma judicial tendrá sobre la inversión nacional e internacional. Infortunadamente, al menos hasta ahora, los analistas de radio y televisión que he escuchado no se detienen a diferenciarla, y con ello, incurren en algunas imprecisiones.
Para entender la reacción de la inversión extranjera (y nacional) debe primero entenderse que existen dos tipos: la inversión extranjera directa (IED) y la inversión extranjera en cartera (IEC). La reacción ante choques exógenos es normalmente muy distinta entre ellas debido a la naturaleza de cada una.
La IED se refiere a la inversión que los extranjeros hacen en México instalando fábricas, plantas de producción y oficinas. La mayor parte de ellas inyectan una buena cantidad recursos monetarios en terrenos (malamente algunas entidades federativas se los “regalan” en comodato), construcción, instalación de maquinaria sofisticada, entre otras. Por lo mismo, cuando hay un evento negativo, para ellos no es tan fácil irse del país. Los economistas le dicen a esto costos hundidos. Por esta naturaleza en general son menos volátiles.
Por su parte, la inversión extranjera en cartera (IEC) se refiere a aquella que realizan los no-residentes en el país comprando activos financieros, como bonos y acciones, entre otros. Los mayores inversores son grandes fondos de inversión y de pensiones, los que representan a sus clientes con los cuales se comprometen a intentar maximizar el retorno, esa es su naturaleza. Cuando sus administradores perciben que ese rendimiento puede bajar o se ve en peligro de riesgo crédito (es decir, que no les paguen lo prometido), los liquidan y vuelan a un lugar más seguro y con aceptable rendimiento (de aquí que les llaman golondrinos).
Por su naturaleza, estos últimos son los más volátiles y se mueven tanto por rumores como por expectativas. Están siempre en alerta de lo que pueda pasar en un país ajeno. Es decir, saben perfectamente que, a mayor rendimiento, mayor riesgo. Para calcular este último incluyen los de variaciones en el tipo de cambio, los de tipo político, la probabilidad de repago, etc. En adición, dado este riesgo, siempre comparan el rendimiento del país huésped de los fondos con el considerado más seguro (típicamente es el estadounidense), y a partir de ahí deciden cuánto riesgo tomar, o en otras palabras, si la prima por riesgo lo vale.
(Debe además recordarse que hay fondos que se especializan en tomar riesgos en exceso. Sus inversores están completamente conscientes de ello. Los hay quienes se dedican a comprar activos financieros “basura”. Como analogía, siempre hay quien compre la chatarra y por ello existen los deshuesaderos de automóviles).
Dicho esto, se puede analizar el efecto de la incertidumbre política y legal. Antes de ello, debe recordarse que a inicios de agosto hubo un evento internacional anormal que fue la subida de tasas de interés de Japón; esto último se conjuga con una inminente disminución de las tasas de referencia de la Fed en Estados Unidos en septiembre. Esto ha ocasionado una recomposición ligera de portafolios alrededor del mundo. Acá es la IEC la que se movió en todo el mundo, incluido México. El mayor movimiento de tipo de cambio hacia la depreciación en México se da por estas fechas.
Esto sugiere que, si bien la incertidumbre política y legal ha sido un factor importante de la volatilidad del tipo de cambio, el nivel de éste lo explica más la recomposición de portafolios (por la vía del llamado carry trade). Eso no descarta que la volatilidad reciente se deba a la incertidumbre política, pero todo parece indicar que la incertidumbre gira en torno a un nuevo nivel que se explica en mayor medida por la recomposición de portafolios en el mundo.
El otro elemento que puede afectar en parte el nivel del tipo de cambio es la incertidumbre de las finanzas públicas mexicanas. La dificultad de reducir el déficit de un 6% a 3% del PIB, en un entorno donde la nueva administración además prometió más programas sociales, e incluso poniéndolos en la Constitución, hará muy complejo poder reducirlo. Más aún, el entorno de una desaceleración económica, en parte normal para un primer año de gobierno, y en parte, ahora sí, por la incertidumbre de la reforma judicial que pone la potencial inversión directa en modo de espera, levantan la pregunta de si realmente se cumplirá con lo prometido por el secretario de Hacienda federal (quien aseguró el año pasado que el endeudamiento neto era de-una-sola-vez). Esto es lo que está incidiendo sobre la probabilidad de repago de la deuda (que por lo demás está mayormente denominada en pesos, lo que disminuye ciertas presiones) y lo que causa la volatilidad desde las elecciones.
La IED, por su parte, se encuentra en modo de espera. La que ya está en México está más acostumbrada a los vaivenes mexicanos que incluye un estado de derecho muy débil en toda nuestra historia. No en balde el CEO para México de Nissan de México declaró que seguirán reinvirtiendo en México justo al día siguiente de la aprobación de la reforma judicial. O, incluso, la ridícula declaración de Elías Ayub que pareció más a un “mi grupo corporativo se acomodará”.
Es decir, incluso la IED ya instalada en México seguirá reinvirtiendo y muy probablemente sigamos experimentando un ligero aumento de IED debido a reinversiones de los ya instalados en México. Algunos políticos podrán decir “se los dije”, pues no se afectó el crecimiento de la IED por la vía de la reinversión.
Sin embargo, la nueva IED, la que no está acostumbrada a nuestro tradicional y deficiente estado de derecho, seguirá sin aparecer. Lo que pesa es que se desperdició la oportunidad de haber mejorado la maltrecha justicia mexicana. El contrafactual será siempre: si se hubiera hecho una buena reforma hoy llegarían carretadas de nueva IED.
En suma, seguiremos creciendo económicamente a la misma tasa de los últimos 40 años, a saber, del 2%. La IED que está acostumbrada a nuestro deficiente estado de derecho pero que le halló el modito, seguirá reinvirtiendo (no veo a bancos o armadoras de autos emigrando) debido a márgenes elevados de ganancia. Nunca sabremos a cuánto hubiéramos crecido si hubiéramos mejorado el estado de derecho. Ese eterno contrafactual que nunca llega.
En cuanto a la IEC, cuando ésta deje de confiar en México, o vea sus rendimientos decrecer vis-a-vis las alternativas externas, decidirá emigrar y entonces sí veremos depreciaciones abruptas. Por lo pronto solo ha mandado avisos. Y si el día de la publicación del Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación, el déficit disminuye, lo tomarán. Si no les convence, iniciará la retirada. Gradual o abrupta.
Desde que tengo uso de razón, México se mueve muy lentamente en todos los ámbitos, a pesar de todo, a pesar de nosotros y de nuestra clase política. Tan lento, que es imperceptible. Esta avalancha reciente no será el fin del mundo como predicen los comentócratas financieros. Simplemente desaprovechamos otra oportunidad más de cambiar al país de una vez por todas. No lo hicimos. Siempre me he preguntado ¿y por qué México se mueve, muy lentamente, pero se mueve? Y recuerdo a Galileo y se me olvida.