Es la seguridad, no los aranceles
Todo apunta a que el TMEC no está en lo más alto de las prioridades de Donald Trump, el próximo presidente de Estados Unidos.
En las últimas cinco semanas, desde el triunfo de Trump, las conversaciones y mesas de debate se han concentrado en los potenciales riesgos para México por la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá en 2026, un tratado comercial que tiene un enorme peso en las inversiones, empleo y comercio del país.
No es para menos. Hace tres semanas, fiel a su estilo, Trump amenazó con imponer aranceles del 25% a las importaciones mexicanas y canadienses, lo que volvió a acelerar las importaciones de empresas en Estados Unidos y ya se espera que las importaciones desde México alcancen niveles récord en los dos últimos meses del año, ampliando el déficit comercial con nuestro país.
No puede decirse que Trump solo está alardeando, su amenaza con los aranceles va en serio para sus propósitos. Ayer, el primer ministro canadiense Justin Trudeau describió la conducta habitual de Trump como una que “intenta desestabilizar a un socio negociador para añadir un poco de caos”. Y añadió, “esta vez será un poco más desafiante”.
Trump está usando los aranceles en contra de México y, probablemente, la amenaza de gravar las remesas para financiar su política migratoria (¿recuerdan la amenaza de que México pagaría por el muro fronterizo?) para ganar concesiones en la dura negociación que entablará con el gobierno de Claudia Sheinbaum en los temas de narcotráfico, fentanilo y migración; todos ellos asuntos de alto impacto entre sus votantes.
Los recientes nombramientos de perfiles y antecedentes como el de Marco Rubio como el próximo secretario de Estado, del ex embajador en México, Christopher Landau, como subsecretario de Estado, y de Ronald Johnson como su próximo embajador en México, no dejan dudas sobre la política de mano dura que aplicará en las negociaciones sobre migración y narcotráfico con México al inicio de su mandato. Y en esas negociaciones los aranceles y las remesas -léase todo el proceso de revisión del T-MEC que se comenzará discutir a mediados de 2025- serán piezas de cambio.
No sería ninguna sorpresa que el mismo lunes 20 de enero, cuando tome posesión del cargo, Trump anuncie algún tipo de aranceles a las importaciones de México, lance un agresivo plan de deportación de migrantes indocumentados, o aplique algún impuesto a los más de 60 mil millones de dólares en remesas que llegan a México “para cubrir el costo de combatir al narco”. De alguna manera, ya lo adelantó el domingo en una entrevista en el programa ‘Meet de Press’ de NBC News.
La imposición de aranceles es la forma sui géneris de Trump para aperturar las negociaciones buscando desestabilizar y añadir caos, como dijo Trudeau. Sabe que el T-MEC que él impulsó es una fortaleza para Estados Unidos en su negociación frente a China y un factor de competitividad para su “Make America Great Again”.
En todo caso, negociar inteligentemente con Trump sobre estrategias de mayor seguridad para América del Norte, le ofrece a Sheinbaum la posibilidad de abrir distancia con su antecesor y sus grupos radicales, implantar un huella sustancial para su gobierno, y ganar un valioso espacio electoral en el reclamo más sentido de la gente en cualquier región del país.
Colofón
Qué bien le vendría a México que Gloria Guevara sea electa secretaria general de ONU Turismo en mayo. El sector es, quizá, el más desperdiciado por los políticos en turno.
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*Esta columna se publica simultáneamente en diversos diarios del país de Organización Editorial Mexicana, OEM.