Fin de la emergencia sanitaria y recuperación económica
Poco antes de que la Organización Mundial de la Salud anunciara el fin de la emergencia sanitaria por el COVID-19 México presentaba una extraordinaria recuperación de su mercado de trabajo y el regreso del PIB a los niveles prepandemia. Estas buenas noticias, sin embargo, ocultan un panorama adverso de los costos económicos incurridos y el enorme esfuerzo que habrá que hacer en el futuro para recuperar lo perdido.
Primero las buenas noticias. En el año que va del primer trimestre de 2022 al mismo periodo de 2023 el empleo creció 4.3%, alcanzándose la tasa de desocupación más baja desde que este dato es calculado por el INEGI. Para ese mismo periodo, la misma institución nos informa con su estimación oportuna, que el PIB rebasó el nivel que se tenía en 2018, con un crecimiento de 3.8%, uno de los más altos internacionalmente.
De esta combinación de eventos destaca que el empleo ha aumentado más que la producción, lo que se traduce en una caída en la productividad laboral promedio. Esta tiene un tendencia a la baja desde hace ocho años debido a que la inversión que aumenta el potencial productivo del trabajo no ha aumentado como proporción del PIB y porque la informalidad sigue limitando la adopción de mejores técnicas y formas de organizar la producción.
Desde 2015, la formación bruta de capital en México, pública y privada se ha reducido de 23% a 21.2% del PIB, ocurriendo una buena parte de esa reducción justo antes de la pandemia. En el mismo periodo, el porcentaje de ocupados que trabajan en la informalidad pasó de 59% a 55.1%, principalmente porque la pandemia afectó en mayor medida al trabajo informal y su recuperación ha sido más lenta.
Más allá de los vaivenes sexenales y el golpe de la pandemia, desde hace más de una década la estructura productiva de la economía mexicana permanece fundamentalmente sin transformación alguna, con bajas tasas de inversión y trabajo informal en pequeños establecimientos poco propicios para la elevación de la productividad. Sobre esta base el fin de la emergencia sanitaria tiene enormes dificultades para sostener el crecimiento.
Este crecimiento con baja productividad nos mantiene alejados de la tendencia que habría seguido el PIB de no existir la pandemia. En 2022 el PIB fue 12% inferior al correspondiente al que habría existido de seguir la tendencia observada de 2010 a 2018. Esto significa que tendría que aumentar notablemente la productividad general para recuperar el tiempo perdido, alrededor de cuatro años de acuerdo a cifras de la OCDE.
En términos del PIB por habitante el atraso es notoriamente mayor, pues este se ha reducido en 3% entre 2018 y 2022. Este último año, el PIB per cápita fue también 12% inferior al que correspondería según la tendencia, pero en este caso su nivel es semejante al de hace ocho años, lo que duplica el tiempo perdido y hace más grande el reto, pues no sólo hay que recuperar la productividad sino también compensar el aumento poblacional.
Conforme se amplía la mirada más allá de la recuperación económica y laboral de los últimos meses va quedando claro el saldo de la catástrofe sufrida y el reto de reconstrucción de la base productiva que habrá que enfrentar. Si esta mirada va más allá de una década, es todavía más nítido que ha quedado relegada la necesaria transformación de la economía nacional para alcanzar una sociedad más próspera.