Sobre ballenas y microchips: el reto del nearshoring para México
Nathan Evans antes de la pandemia era un joven cartero en su natal Escocia. Durante los primeros confinamientos del COVID-19, Evans para matar el tiempo, incursionó en el mundo de las redes sociales haciendo videos en TikTok.
En el video que lo lanzaría la fama, Evans canta una canción de balleneros del siglo XIX, la cual aprendió de su abuelo, quien a su vez la había escuchado en su oriunda Nueva Zelanda. Nathan Evans se volvió viral de la noche a la mañana, su canción The Wellerman, ha acumulado 2.5 millones de vistas en TikTok y pudo producir un álbum en Spotify.
En una de las pegajosas canciones cantadas a capela, para sorpresa mía, hablaba de México. ¿Qué hace México en una canción de balleneros del siglo XIX? De inicio puede ser un lugar poco común para encontrar a nuestro país, pero después de una breve reflexión la respuesta es obvia: los mares de México son abundantes en ballenas. Muy probablemente los balleneros británicos con base en Nueva Zelanda navegarán por el Pacífico hasta las Américas y cazarán ballenas en las costas de nuestro país.
Y a todo esto, ¿qué tenían de especial las ballenas para hacer este aventurado viaje? Pues resulta que la industria ballenera fue una de las actividades económicas más importantes del siglo XIX. Antes del uso industrial del petróleo, el aceite de ballena era uno de los pocos lubricantes con que contaba la incipiente revolución industrial teniendo también como aplicación la iluminación.
Los huesos de ballena servían para hacer corsés, paraguas, peines y otros artículos personales antes de que contáramos con el plástico. Y qué decir de las historias de ballenas inmortalizadas en la novela clásica de Herman Melville, Moby Dick. En los Estados Unidos, la industria ballenera llegó a contar con una flota de 640 embarcaciones en 1846 y a ser la quinta industria del país en ese entonces. Como contexto, en 2022 la quinta industria de los Estados Unidos es la venta de automóviles.
Y a todo esto, ¿cómo es posible que México, contando con mares abundantes en ballenas, nunca pudo desarrollar lo que llegaría a ser una de las industrias más prósperas del siglo XIX?, ¿por qué nuestros vecinos del norte si pudieron hacerlo? La pregunta, adquiere más relevancia cuando observamos el patrón de crecimiento de los Estados Unidos y México durante esa época.
El historiador económico John Coatsworth, quien fuera profesor en la Universidad de Chicago, reconstruyó a partir de datos históricos el producto interno bruto (PIB) de la Nueva España y posteriormente de México, para compararlos con las Trece Colonias británicas las cuales se convertirían en los Estados Unidos.
Los datos de Coatsworth muestran que la Nueva España fue mucho más próspera que las colonias británicas hasta el siglo XVIII. Luego a partir de los años 1800 la situación cambia dramáticamente. La joven nación mexicana quedó cada vez más y más rezagada en comparación con su vecino. Lo que haya impedido el desarrollo de la industria de las ballenas, probablemente no fue exclusivo de esta actividad, afectando a todo el proceso de industrialización.
¿Por qué México no se desarrolló? Echemos a volar la imaginación y especulemos: la inestabilidad política definitivamente no ayudó, la falta de inversiones, capital humano, tecnología, instituciones coloniales, infraestructura deficiente, en fin la lista es inmensa.
Sabemos que hay ciertas condiciones mínimas para el desarrollo, tales como contar con un Estado de derecho, mantener derechos de propiedad bien definidos y ciertas libertades económicas; sin embargo, a pesar de los ríos de tinta que se han escrito para explicar el problema del desarrollo de nuestro país, la verdad es que no tenemos una respuesta definitiva. No sabemos a ciencia cierta por qué teniendo tantas ballenas no pudimos desarrollar la industria ballenera. Menos sabemos por qué teniendo tantos otros recursos, el país no se industrializó. Lo que si sabemos, lamentablemente por experiencia, es que tener una oportunidad de desarrollo de frente, no garantiza de ninguna manera que esta se vaya a aprovechar.
¿Qué nos dice esta historia hoy en día? ¿Cuál es la industria ballenera del siglo XXI? Vivimos un momento bastante complejo. Una triple crisis, sanitaria, geopolítica y ambiental que ha evidenciado la fragilidad de nuestra compleja economía globalizada.
El COVID-19, primero, la invasión de Rusia a Ucrania y la posibilidad real de una guerra entre grandes potencias, ha revivido viejas ideas como seguridad energética y alimentaria, junto con nuevos conceptos como la resiliencia de las cadenas de valor. Estos conceptos sugieren que el mundo hiperglobalizado de los últimos 30 años no es capaz de enfrentar ciertos choques obligando a empresas, personas y gobiernos a repensar el modo como se conectan con el mundo.
El Fondo Monetario Internacional reconoce que existe un pronunciado riesgo de fragmentación económica, en el que el mundo transite hacia un nuevo modelo de globalización caracterizado por la integración de bloques regionales, en lugar de un mercado mundial único. Este nuevo modelo privilegiaría la resiliencia de las cadenas de valor en lugar del costo, dando lugar a nuevas forma de pensar la economía, la empresa y el desarrollo.
No nos equivoquemos, la fragmentación tendrá un costo económico, social y humano enorme. Sin embargo, para México esta coyuntura representa una oportunidad. La ubicación de nuestro país adyacente al mercado más grande del mundo, los vínculos comerciales que hemos desarrollado en los últimos 30 años con Norteamérica y la infraestructura legal y regulatoria comercial que sostiene dicha relación coloca a nuestro país en una posición privilegiada para aprovechar este nuevo modelo de globalización.
'Nearshoring' es una palabra que se ha puesto de moda, pero más allá de esto, hay que entender lo que significa. El entorno actual exige cadenas de valor más resilientes, más cercanos a los mercados finales, menos expuestas a riesgos geopolíticos, sanitarios y ambientales. Nearshoring significa acortar las cadenas de valor globales, reconfigurándolas pensando en su resiliencia y seguridad. Para México, nearshoring consiste en desplazar a proveedores asiáticos en la cadena de valor norteamericana e integrar a América Latina en las cadenas de valor del sector exportador mexicano.
El Banco Interamericano de Desarrollo estima que el nearshoring podría incrementar las exportaciones mexicanas hasta en 35 mil 278 millones de dólares al año. Para aprovechar esta oportunidad México debe responder tres preguntas: ¿Qué vende Asia a Estados Unidos que ya se produce en México? ¿Qué vende Asia a Estados Unidos que pueda producirse en México?, y ¿qué estamos comprando en Asia, que pueda producirse en el sur del país y el resto de América Latina?
Aprovechar esta oportunidad representa un reto para empresa y gobierno. La empresa mexicana tiene el reto de profundizar su inteligencia sobre las oportunidades, replantear sus planes estratégicos, invertir en capacitación, certificarse e innovar. La organización y coordinación empresarial es fundamental. Es imperativo colocar este tema en la agenda pública y fortalecer las cadenas de valor regionales. El evento Cadenas Productivas Corredor Económico del Norte, llevado a cabo el 2 de septiembre pasado en la Ciudad de Durango organizado por CANACINTRA es un claro ejemplo del liderazgo que debe asumir el sector empresarial.
¿Y el gobierno? Empezamos este relato hablando de la oportunidad perdida de la industria ballenera en el siglo XIX. Si pudiéramos viajar en el tiempo, ¿Qué le hubiéramos aconsejado al presidente Guadalupe Victoria para desarrollar la industria ballenera? ¿Habría sido suficiente con tratar de establecer condiciones mínimas para el desarrollo? ¿Habría sido necesaria una política industrial activa? ¿Qué le podemos decir al próximo presidente de México para desarrollar el nearshoring? ¿Qué necesitamos hacer si queremos producir microchips en la próxima década?
La realidad es que no existe una receta. Sea cual sea la respuesta para materializar esta oportunidad que nos llama nuevamente a la puerta, tendrá que ser el resultado de una gran alianza entre gobierno, empresa y sociedad, que permita moldear un nuevo mercado en una nueva realidad.
Desde la academia, tenemos la responsabilidad de aportar inteligencia a esa alianza, basados en evidencia, desde una perspectiva que vaya más allá del beneficio económico inmediato y vea ante todo por el bienestar de la sociedad.