La farsa del Sur
Un gobierno diferente que ha enfocado su energía y recursos hacia el olvidado y empobrecido Sur (con mayúscula).
Esa parte del país tan rica en recursos naturales como pobre es su población, sobre todo los indígenas. Si el lema del Presidente es “Por el bien de México primero los pobres”, por encima de todo está pensado en resarcir al Sur de la injusticia histórica a la que ha sido sometido, sobre todo por los gobierno neoliberales. Las grandes obras del sexenio, con todo el dinero que implican, se ubican en esa parte del país. Acciones, no palabras, para demostrar que se busca por fin hacer justicia a los que menos tienen.
Un mito potente
Un mito como tantos que ofrece Andrés Manuel López Obrador con gran éxito. Ciertamente hay inversión pública concentrada en el sur del país, pero no en sus estados más pobres, esto es, Chiapas, Oaxaca y Guerrero. El Tren Maya beneficiará a Campeche, de acuerdo con cifras del INEGI de 2020, el estado más rico del país (la Ciudad de México en segundo), Quintana Roo, cuyo PIB per cápita está por encima del promedio nacional, y Yucatán, cuya riqueza por habitante es superior a la de Guanajuato. La ruta termina en Palenque, Chiapas, pero el territorio que recorre de ese estado es mínimo.
¿La refinería Olmeca-Dos Bocas? Se encontrará en Tabasco, el estado natal de AMLO, y cuyo PIB por habitante lo ubica en cuarto lugar nacional, justo detrás de Nuevo León y arriba de Sonora, Coahuila y Querétaro. El Corredor Transístmico unirá puertos en Oaxaca y Veracruz, aunque el impacto regional está muy lejos de poder evaluarse todavía, dado el atraso del proyecto. Es dudoso que muchas empresas con vocación exportadora busquen ubicarse en la región a pesar de los incentivos fiscales. La infraestructura necesaria no está ahí, y menos evidentemente la cercanía con Estados Unidos.
¿Guerrero? Junto con Oaxaca tuvo la construcción de los caminos a mano, obras hace ya tiempo en el olvido, aparte de no haber resistido bien el embate de los años, que no han sido muchos desde que se construyeron. Fueron, si acaso, programas de empleo temporal que ya desaparecieron.
Independientemente de que no va enfocada a los más pobres como tanto presume, la estrategia obradorista ciertamente es muy diferente a la seguida por gobiernos anteriores, y que quizá el tabasqueño catalogaría como neoliberal. Anteriormente se buscó la mayor conexión entre las diferentes partes del país, destacadamente por medio de infraestructura. Esto es, tratar de lograr al menos cierto “contagio” de la riqueza del norte hacia el sur. Dos Bocas, Tren Maya y Corredor Transístmico son en cambio proyectos que no tendrán esa clase de enlace con el resto del país, teniendo su impacto regional en forma directa y contenida.
Imposibilidad de emparejar
El gobierno de AMLO no es el primero en buscar que el sur del país alcance los niveles de riqueza del centro-norte. No deja de ser algo peculiar considerando el tamaño territorial y diversidad de México. No puede esperarse que una región que hace frontera con Guatemala tenga un nivel de riqueza similar a otra que bordea Texas o California.
Una realidad que ocurre en muchos países, sin que esa diferencia sea vista como algo trágico que debe corregirse. El sur de Estados Unidos, Italia o España, por ejemplo, son más pobres que el norte, de la misma forma que el sur de Australia es más rico que el norte de ese país.
Por regla general, una región será más rica entre más alejada se encuentre del ecuador, pues la manufactura y otras actividades productivas florecen mejor en climas más templados. El sur mexicano nunca será tan rico como el norte o el centro del país, a menos que existen factores específicos que impliquen riqueza, como el petróleo aumenta el valor del PIB por habitante en Campeche y Tabasco.
Independientemente de la imposibilidad de cerrar una brecha en materia de riqueza, quizá lo más notable es la falsedad de la retórica presidencial en torno a las acciones del gobierno con respecto a ese Sur pobre. La preocupación puede ser genuina, pero no está respaldada por acciones, esto es, las obras emblemáticas del sexenio. El discurso presidencial envuelve lo que en realidad es una farsa.