“Decolonizar” las ciencias sociales en México ¿Qué #$%*& es eso?

En días recientes el director general de mi institución de adscripción, el CIDE, escribió en el periódico La Jornada, un ensayo periodístico acerca de las ciencias sociales en México. Mi impresión, después de leerlo, es que es una justificación chata de la dirección en la que desea llevar a la institución que dirige.
Me encanta que exista la discusión, y dado que no la ha abierto al interior de la misma, creo que él considera abrirla epistolarmente al escribir esa pieza abierta al público. Por esto, me permito expresar mi punto de vista personal. Todo su argumento es que las ciencias sociales han sido colonizadas, y que él quiere descolonizarlas. No hay más.
Dice que el Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores, SNII, está colonizado. Empecemos por los números para ver si se sostiene su argumento.
En el SNII existen alrededor de 2,000 investigadores nacionales en el campo de la economía o rama afín. De esos, haciendo un recuento en el REPEC, la base de datos colaborativa de publicaciones en Economía, no llegan a 100 los que escriben y publican en inglés en las revistas de alto impacto que él llama colonizadoras (y aquí estoy estirando demasiado este número).
La pregunta es: ¿el 5% colonizó al 95%? Por cierto, él obtuvo el acceso al máximo nivel del sistema antes de que llegara el actual régimen, cuando supuestamente estaba colonizado. ¿Cómo pudo acceder, entonces, perteneciendo al 95%, si había colonización?
Segundo, de acuerdo con los registros de la ANUIES, en México poco más de 25,000 jóvenes estudian economía o rama afín (poco más de 6,000 en el sistema UNAM, y casi 2,000 en la UAEM). De éstos, en universidades privadas lo hacen cerca de 1,500 estudiantes. En las universidades y/o centros públicos con 100% orientación a una economía basada en evidencia o “colonizadoras” (en las que además sí estudian a Prebisch), existen poco más de 120 estudiantes. Nuevamente, ¿cómo es que poco más de una centena de estudiantes colonizaron a más de 20,000 estudiantes?
De alrededor de 40 programas de licenciatura en economía o afines ofrecidas por instituciones públicas, solamente dos o tres siguen completamente lo que él malentiende como “importadora” de conocimiento (Por cierto, Carlos Marx era alemán; Prebisch era argentino; Keynes y Joan Robinson, británicos, etcétera; no sé si eso no se considere importado para él). Esos dos o tres programas ¿colonizaron a las otras 36-37 licenciaturas?
Puedo seguir con estadísticas que deshacen su argumento. Mi director, José Romero, ha pasado toda su carrera en las dos instituciones que dice que colonizaron a todo México (Colegio de México y CIDE). Es decir, creo que tiene un sesgo cognitivo por solo haber pasado tiempo en esas dos. Tal vez debió haber visitado las universidades de las entidades federativas en mayor medida.
En cuanto a amplitud de miras, creo que también está desorientando al público. En su admiración por Asia y su éxito industrial jamás ha abordado que en la academia de esos países se publica en las revistas e idioma que está criticando. Esta década, el número de artículos en inglés y patentes de China ha rebasado por vez primera en la historia a los EEUU. Omite siempre decir que los orientales aprendieron el inglés y desarrollaron sus propias políticas (industriales, entre otras) educándose en países de ingreso alto, algo que le causa urticaria (él, egresado de la Universidad de Texas).
Acá los datos duros: entre 2018 y 2020, China publicó un promedio anual de aproximadamente 407,181 artículos científicos, lo que representó el 23.4% de la producción mundial de investigación. En contraste, Estados Unidos produjo alrededor de 293,434 artículos por año, lo que representó el 17% del total global. En 2022, los investigadores chinos contribuyeron con 16,349 artículos (30.3%) a las revistas científicas más influyentes del mundo (llamadas de alto impacto), superando a Estados Unidos, que aportó 14,396 artículos (26.7%).
Además, entre 2018 y 2020, China lideró en el número de artículos en revistas de alto impacto dentro del 1% más citado a nivel mundial, con un 27.2%, en comparación con el 24.9% de Estados Unidos. Estas tendencias indican la creciente prominencia de China en la investigación científica global, tanto en términos de cantidad como en el impacto de sus publicaciones. Es decir, supieron aprovechar “la colonización”. Se apropiaron del conocimiento.
Los chinos entendieron bien que publicar en inglés y en las revistas de alto impacto no implica adoptar acríticamente teorías foráneas. Aprendieron del ejemplo de autores que han elaborado su investigación crítica desde una episteme universal: Elinor Ostrom, que analiza el contexto social y la gobernanza localmente; Albert O. Hirschman, un economista del desarrollo que pensó con herramientas del norte pero con aplicación crítica al sur; Piketty, que volvió a poner en la mesa el tema de la desigualdad; y Amartya Sen, quien defendió la universalidad del razonamiento sin despreciar las particularidades culturales.
No hay nada de contradicción en insertar a las ciencias sociales a la universalización del conocimiento, como lo muestra el caso chino. Por el contrario, la ciencia siempre se desarrolla dentro de ciertas formas de pensar propias de cada época, pero esas formas no cambian sólo porque alguien lo decida desde la política o la ideología. Cambian cuando hay transformaciones profundas en cómo entendemos el mundo. Por eso, es un error confundir las reglas académicas o los incentivos institucionales con la forma en que se organiza el conocimiento.
La diversidad en la ciencia no se logra cerrando las puertas a ideas de fuera, sino abriéndose al debate, a la evidencia y al diálogo entre distintas formas de entender la realidad. Celebro la pluralidad que desde hace cinco décadas han conquistado las instituciones de educación superior en materia de las ciencias sociales en México. No obstante, estoy convencido de que eso no implica dejar de aprender y dialogar con el resto del mundo mientras desarrollamos nuestra propia academia.
Aislándonos, como él propone, entonces sí, estaremos a la deriva. Y a la deriva estará nuestra institución, si no se abre el debate, el diálogo y se continúan con los visos de autoritarismo, en el que se desprecian las decisiones colegiadas propias de la academia.
En el fondo quiere homogeneizar la orientación de las ciencias sociales en nuestro país; una contradicción prístina de su argumento, que supuestamente reclama pluralidad. No, todo parece que lo que busca es justificar su quehacer, más que dialogar. Desea “volver a las ciencias sociales à la mexicana”, en lugar de hacer ciencias sociales desde México. Bienvenido el debate, aunque solo sea epistolar.
