Crecimiento con equidad e igualdad, necesario para el desarrollo sostenible
Recientemente tuve el honor de ser invitada a impartir una conferencia sobre el crecimiento económico y la igualdad. Mi presentación comenzó con una imagen de un elefante, que simboliza el debate no resuelto sobre el crecimiento sostenible, un tema que sigue siendo el 'elefante en la sala' para muchas economías.
También ilustraba el cuento hindú de una población de ciegos a la que llegaba un elefante. Como no lo podían ver, cada uno describía lo que creían que era, dependiendo de la parte del elefante que estuvieran tocando. Así es un poco también el debate sobre la desigualdad y de la equidad, depende del ángulo desde el cual se esté analizando, serán también las recomendaciones que se hagan.
Cabe mencionar que el debate sobre el crecimiento económico y su relación con la igualdad ha sido un tema recurrente en la historia de la economía. El crecimiento económico es una condición necesaria, pero no suficiente. Cada vez más economistas coinciden en que, sin equidad, los beneficios del crecimiento quedan concentrados en una minoría, perpetuando la desigualdad. Por tanto, para lograr un desarrollo sostenible, es esencial enfocar las políticas económicas no solo en el crecimiento, sino también en la equidad y la igualdad.
Equidad e igualdad: claves para un crecimiento sostenible
Para entender la importancia de la equidad y la igualdad en el crecimiento, es esencial diferenciarlas. La igualdad se refiere a que todas las personas tengan las mismas oportunidades y acceso a los recursos. La equidad reconoce que no todos parten del mismo lugar, por lo que implica distribuir los recursos de manera que se compensen las desventajas estructurales que enfrentan ciertos grupos.
Sin equidad, el crecimiento económico no puede ser sostenible ni inclusivo. Los países que han logrado niveles más bajos de desigualdad son aquellos que han implementado políticas redistributivas y han fortalecido su estado de bienestar. En estos países, los sistemas fiscales progresivos y las políticas laborales han sido fundamentales para reducir la brecha de ingresos y garantizar un acceso equitativo a la salud, la educación y otros servicios básicos.
Factores clave que han reducido la desigualdad
Diversos factores han contribuido a la reducción de la desigualdad en las últimas décadas. Uno de los más importantes ha sido la expansión de la educación y el desarrollo del capital humano. Cuando los gobiernos invierten en educación, permiten que más personas accedan a mejores oportunidades de empleo, lo que a su vez reduce las disparidades salariales y mejora la movilidad social.
Asimismo, la globalización y el progreso tecnológico han tenido un impacto significativo en la reducción de la desigualdad en ciertas regiones. Estos factores también pueden generar nuevos desafíos, como el desplazamiento de empleos, cuando se gestionan adecuadamente pueden contribuir al desarrollo económico inclusivo.
Las organizaciones internacionales y políticas de bienestar social han jugado un papel clave en la creación de redes de seguridad para los más vulnerables, contribuyendo a la reducción de la pobreza y la desigualdad. En países donde los derechos laborales están bien protegidos y los movimientos sindicales son fuertes, los trabajadores han podido negociar mejores salarios y condiciones laborales.
La incorporación de la mujer al mercado laboral ha sido otro factor crucial en la reducción de la desigualdad. En muchas naciones, el aumento de la participación femenina en la fuerza laboral ha generado un impacto positivo en la equidad de género, lo que se traduce en un crecimiento más inclusivo.
Hay avances, pero ¿qué está frenando el progreso?
Sin embargo, queda todavía mucho camino por andar. A pesar de los avances logrados, la desigualdad sigue siendo un problema importante a nivel global. Según el World Inequality Report 2022, el 10% más rico controla el 52% del ingreso mundial y el 76% de la riqueza global, mientras que la mitad más pobre apenas posee el 8.5% del ingreso y el 2% de la riqueza. Entre los países más igualitarios, el reporte señala a Europa, Australia, entre otros, mientras que México se encuentra clasificado entre los países más desiguales.
Las soluciones universales no siempre funcionan, ya que las realidades económicas y sociales varían enormemente entre naciones y regiones. Además, los incentivos políticos y económicos no siempre están alineados con los objetivos de equidad e igualdad. Las políticas ineficientes, la falta de instituciones sólidas y el uso inadecuado de la tecnología también han limitado los esfuerzos para reducir la desigualdad. En muchos casos, las élites económicas han capturado los beneficios del crecimiento, mientras que los sectores más vulnerables siguen rezagados.
¿Cómo se ven los países con menor desigualdad?
Es importante tomar como punto de partida qué es lo que han hecho los países que tienen ingresos más altos y que además son considerados como menos desiguales.
Podemos destacar seis factores, entre otros muchos (recuerden el elefante). En primer lugar, son países que tienen un fuerte estado de bienestar en el que el gasto del gobierno destinado a seguridad social, vivienda, educación, etc. representa aproximadamente 12% del PIB (en México, según datos de la OCDE, se destina 5.8%). Son países con un sistema redistributivo, en el que la desigualdad (medida por el coeficiente de Gini) se reduce sustancialmente una vez que se ajusta por impuestos y transferencias. En México, este coeficiente se mantiene prácticamente sin cambios. Además, son países con altos niveles de salarios y prestaciones para sus trabajadores y con altos niveles de movilidad social. Finalmente, y no por ello menos importante, son países con una economía diversificada y con un sólido estado de derecho.
Hay que seguir construyendo…
En México, la desigualdad económica sigue siendo un reto significativo. A pesar de contar con una economía diversificada y un marco macroeconómico relativamente estable, el país enfrenta grandes disparidades tanto en ingresos como en oportunidades. Es crucial que, al enfrentar estos desafíos, no perdamos de vista los logros y la estabilidad que ya se han alcanzado. El marco económico que hemos construido es una base sólida que debe ser preservada, ya que proporciona los cimientos necesarios para impulsar un crecimiento más inclusivo y equitativo.
Destruir esta estabilidad sería un error costoso. En lugar de ello, debemos fortalecerla mediante la implementación de políticas que promuevan la redistribución justa de los beneficios del crecimiento. México tiene el desafío de mejorar sus niveles de equidad y bienestar mientras busca posicionarse como un país competitivo a nivel global.
Solo con políticas inclusivas, que distribuyan los frutos del desarrollo de manera más equitativa, podremos garantizar que el crecimiento económico no solo beneficie a unos pocos, sino que abarque a todos los sectores de la sociedad, permitiendo así un desarrollo más equilibrado y sostenible en el largo plazo.