Los lentes de Apple Vision Pro: ética en la mira
El pasado 2 de febrero los lentes mixtos que combinan realidad virtual y presencial llegaron a las tiendas de Apple en Estados Unidos. Los más entusiastas hablan sobre los beneficios de las experiencias inmersivas de esta tecnología disruptiva, los críticos advierten sus desafíos éticos y sociales.
El famoso teórico de la comunicación Marshall McLuhan advirtió que “el medio es el mensaje”, frase que captura la esencia de su pensamiento sobre cómo los medios no solo transmiten contenido, sino que también influyen y modifican los procesos cognitivos y las realidades sociales. ¿Qué significa tener una sociedad con esta nueva tecnología y cuál sería su impacto? Tratemos de analizar la situación paso a paso.
El video del sitio de Apple anunciando el lanzamiento de las lentes Vision Pro, nos muestra la magnitud de la apuesta presentando personas usándolas en todo momento: en el trabajo, haciendo tareas del hogar y jugando con sus hijos presentando no solamente la omnipresencia de este dispositivo en la vida cotidiana, sino también su aparente capacidad de estar conscientes de su entorno. Frases como “La era de la computación espacial está aquí”, “Navegas con tus ojos” y “Las apps viven en tu espacio”, son algunas de las enormes estrategias del marketing para sus ventas.
Aunque el sitio de Apple advierte que las Vision Pro podrían no detectar obstáculos o condiciones del entorno en donde se utiliza, e inclusive prohíbe su uso conduciendo vehículos en movimiento, o en cualquier otra situación que requiera atención a la seguridad, en redes sociales han circulado videos de usuarios portando las lentes transitando por la calle, viajando en el metro o inclusive conduciendo vehículos y patinetas con el visor generando todo tipo de reacciones desde sorpresa y fascinación hasta burlas y críticas. Venden a los usuarios la idea de estar conscientes de su entorno, pero es indudable que el potencial de distracción es innegable.
Privacidad en riesgo
Durante el video del lanzamiento de esta tecnología disruptiva, se observa a un padre que lleva el dispositivo y graba a sus hijas pequeñas sin que ellas se den cuenta. Si bien es cierto que hemos normalizado grabar nuestra cotidianeidad y postearla en redes sociales, en la mayoría de los casos, lo hacemos sin el consentimiento explícito de las personas. El riesgo de que podamos ser constantemente observados por un lente a través de este dispositivo, implica que a medida que más usuarios los porten y paseen por las calles, crecen las preocupaciones sobre la recolección de datos y las grabaciones ilegales.
Esta pérdida de control está comenzando a generar un amplio debate. Danielle Keats Citron en su libro The Fight for Privacy: protecting dignity, identity and love in the digital age (2022), examina cómo se vulnera la intimidad en dos dimensiones: las violaciones del sector privado y las violaciones interpersonales. “Cuando el individuo es una colección de puntos de datos, cada uno con diversos grados de valor monetario, entonces el ‘ser’ se convierte invariablemente en una mercancía.
Estos dispositivos contienen diversos sensores y cámaras para captar y procesar datos personales y del entorno. La recogida y almacenamiento de estos datos plantea cuestiones sobre cómo se procesan, comparten y protegen. Evidentemente, esta preocupación no es nueva; en general, nos sentimos incómodos ante la posibilidad de un uso indebido o un acceso no autorizado a nuestra información personal por el uso de smartphones, cámaras de vigilancia, identificación biométrica, aplicaciones bancarias, etc., lo que disminuye aún más la confianza en la tecnología.
Aislamiento social
Según las bondades que advierte Apple en su lanzamiento, el diseño de las lentes está construido por un vidrio laminado formado tridimensionalmente que actúa como una superficie óptica para las cámaras y sensores que ven el mundo. Supuestamente evita la sensación de aislamiento por la capacidad de relacionarse con su entorno y cuenta con una pantalla que reproduce una imagen de los ojos del usuario para dar la sensación de que existe una interacción entre la persona que está con las lentes y las que no lo usan.
A pesar de ello, las pantallas flotantes de las Vision Pro pueden potenciar el incremento del individualismo y aislamiento mucho más que los mismos smartphones, lo que plantea interrogantes importantes sobre el futuro de nuestras interacciones sociales. Algunos de los usuarios han mencionado la sensación del aislamiento que produce el dispositivo y su limitada utilidad frente a equipos informáticos tradicionales, además del peso adicional en la cabeza (medio kilo aproximadamente, sin incluir la batería).
Desde un punto de vista psicológico- social, el uso intensivo de tecnologías inmersivas puede llevar a una menor conciencia y desconexión del entorno físico, poniendo en peligro la seguridad física del usuario por la falta de atención al mundo real. De acuerdo con datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, la escasez de relaciones sociales tiene importantes consecuencias en la salud. La condición se asocia con un aumento de 29% en el riesgo de desarrollar enfermedades cardiacas, 32% en el caso de accidentes cerebrovasculares y 50% en la incidencia de demencia.
El simple hecho de ver a personas llevar un casco virtual impacta la percepción de la realidad, no solo de quienes lo usan sino con quienes interactúan, afectando las habilidades sociales y las interacciones personales directas. Si teníamos el celular a 30 centímetros de la cara, ahora lo tendríamos pegado a los ojos.
Retomando a McLuhan los medios de comunicación son extensiones de nuestras capacidades humanas que afectan la forma en que interactuamos con el mundo. Consideraba que la televisión y el telégrafo extendían nuestros ojos y oídos aumentando nuestra capacidad para recibir y procesar información a distancia. Estos cambios en las capacidades de percepción y comunicación han tenido profundas implicaciones en nuestra vida social y cultural y definitivamente transformaron nuestra forma de relacionarnos con el entorno.
No podemos negar que cada uno de los avances tecnológicos del siglo XX implicaron cambios drásticos en la forma en que nos comunicamos actualmente, Internet fue el gran parteaguas, sin embargo, con este tipo de experiencias virtuales inmersivas, reemplazaríamos aún más las interacciones cara a cara y seríamos menos capaces de reconocer y responder a las señales emocionales.
En suma, la narrativa del lanzamiento de los lentes habla de construir capital social, influencia y conexión a través de un dispositivo, pero acentúa la desconexión social y emocional en entornos cotidianos.
Desigualdad y brechas digitales
La salida al mercado de las Vision Pro, cuesta 3 mil 499 dólares y con una mayor capacidad de memoria y algunos accesorios adicionales, el gadget puede llegar a costar 4 mil 48 dólares. Es una tecnología que, como tantas, no es accesible para las mayorías. En la Quinta Conferencia de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre países menos desarrollados (LDC, por sus siglas en inglés), celebrada el año pasado en Qatar, se problematizó la realidad que enfrentan millones de personas por las desigualdades derivadas de la brecha digital: “Internet no aporta nada si no puedes acceder a la red, tampoco importa si puedes acceder a la red, pero no sabes utilizar un navegador.”
Según muchos de los oradores que intervinieron en la conferencia, la cuestión clave es encontrar formas no sólo de conectar a los que se quedan atrás, sino de abordar de forma sostenible la brecha digital y fomentar las condiciones para un acceso a la red más inclusivo. Suena muy bien, pero ¿cómo lograrlo realmente? Un nuevo informe de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) demuestra que la brecha digital entre los países menos adelantados y el resto del mundo no muestra signos de reducirse.
Aunque desde 2011 el número de personas que utiliza Internet pasó del 4% al 36%, dos tercios de la población sigue sin conexión. Según el informe de Datos y Cifras sobre los Países menos desarrollados de la misma Conferencia, se calcula que sólo 407 millones de personas utilizaron Internet en 2022. Los 720 millones de personas que siguen sin conexión en esas naciones representan el 27% de la población mundial sin conexión.
En conclusión, son y serán muy pocos los que puedan acceder a este tipo de tecnologías avanzadas, lo que también es cierto es que aumentará más la brecha digital entre los que, por privilegio económico o social, lo pueden obtener y los que quedarán rezagados por la carencia de recursos. El mundo desigual, fragmentado, dividido y polarizado se ha reproducido en todos los ámbitos de nuestra vida y el acceso a las tecnologías no es la excepción.
Referencias de interés:
Keats Citron, Danielle, /2022) The Fight for Privacy: Protecting Dignity, Identity, and Love in the Digital Age, W. W. Norton & Company
Marshall McLuhan (1964) Understanding Media: The Extensions of Man, Edition 1ª McGraw-Hill.
5th United Nations Conference on the Least Developed Countries (LDC5), 5-9 marzo 2023