30 días de presión
![Secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O.](/sites/default/files/styles/nodeimage_700x500/public/pictures/image/Rogelio%20Ramirez%20de%20la%20O.jpg?itok=90-ZcC9a)
El gobierno de Claudia Sheinbaum tiene un mes, hasta el 4 de marzo, para cumplir los compromisos que hizo con Donald Trump y evitar la imposición de aranceles, la espada de Damocles favorita del presidente estadounidense.
Como lo sugirió Marcelo Ebrard en una entrevista reciente, el asunto es de máxima prioridad en la agenda de Palacio Nacional porque determinará la relación entre ambos gobiernos hacia los próximos cuatro años.
El compromiso presidencial de blindar las fronteras para enfrentar con éxito la migración y el narcotráfico, como lo espera Trump, está indisolublemente atado a destinar mayores recursos presupuestales en el corto plazo y a realizar una reingeniería del destino de los escasos recursos públicos para el mediano plazo.
La realidad es que las presiones del gasto público para este año -particularmente el costo financiero de la deuda y las pensiones-, con un exiguo o nulo crecimiento de los ingresos fiscales, junto al compromiso del Gobierno de reducir el déficit en 2 puntos porcentuales del PIB, plantean un escenario muy complejo para las finanzas públicas.
Héctor Villarreal, lo dijo muy bien recientemente: “El Paquete Económico 2025 nos dejó como lección que grandes problemas y riesgos vienen de la mano de un sistema fiscal débil e inercial”. Y añadió, “necesitamos que el asunto se eleve a un nivel de alta prioridad”.
No se pueden enfrentar con éxito los enormes desafíos y riesgos que ha planteado el año sin fortaleza fiscal. Hacerlo es caminar a un fracaso anunciado antes que termine el actual gobierno. La incertidumbre política y económica y la consiguiente volatilidad financiera pueden contrarrestarse con sólidos argumentos fiscales y monetarios.
Estos 30 días de prórroga que acordaron Sheinbaum y Trump deben servir para que la Presidenta reevalúe cómo superar la debilidad fiscal estructural que enfrenta la economía, aprovechando su bien recibida convocatoria al sector empresarial y que podría extenderse a otros sectores.
Entre otros, la calidad del gasto público merece ponerse sobre la mesa. Ha hecho bien Sheinbaum en enfatizar la austeridad como norma del servicio público cuando ello no entorpezca la eficacia en el cumplimiento de los objetivos.
En ese sentido, un asunto a revisión debe ser el gasto de inversión en nuevas empresas públicas. ¿Realmente es necesario que los escasos recursos públicos se inviertan en una aerolínea del Estado, cuando en innumerables ocasiones del pasado han demostrado su despropósito? ¿Acaso no será mejor diseñar e impulsar con diversos incentivos un mercado de aviación competitivo que, entre otros, favorezca la aviación regional y el turismo interno?
¿Deberán nuestras fuerzas armadas destinar elementos y recursos públicos a administrar hoteles y parques turísticos cuando los necesitamos enfocados maximizando los escasos recursos disponibles para la seguridad pública y combatiendo con inteligencia al crimen organizado?
Si se entiende a cabalidad que la creciente presión sobre las finanzas públicas ya juega en contra del futuro inmediato del bienestar de la gente y de la capacidad de respuesta del Gobierno, entonces habrá que tomar acciones.
La situación de los aranceles, planteada por un Trump ávido de gloria personal, le viene como anillo al dedo a la presidenta Sheinbaum para enfrentar el enorme desafío fiscal al inicio de su gobierno. Una ventana de oportunidad que debe aprovecharse.
Colofón
El gobierno mexicano ha sido un mal empresario, no hay casos de éxito relevantes que digan lo contrario en el último medio siglo.
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![Samuel García](https://www.arenapublica.com/sites/default/files/styles/thumbnail/public/columnist/2024-08/Samuel%20Garci%CC%81a%20-%20Color%20%282%29_0.jpg?itok=NSigbrYL)