SPACs en América Latina, una herramienta prometedora pero con barreras
Aún con sus ventajas, persisten retos para que las SPACs sean una herramienta usual en América Latina para debutar en bolsa.
La sigla SPACs (del inglés Special Purpose Acquisition Company) se refiere a la figura de una Sociedad de Propósito Específico para la Adquisición de Empresas y es un vehículo de inversión a través del cual un agente promotor levanta capital y con estos recursos, realiza una busqueda para comprar empresas de un giro en particular. El valor asignado al SPAC responde a las expectativas de los inversionistas sobre la adquisición.
Es una especie de “cheque en blanco” para facilitar el acceso al mercado bursátil a las empresas que quieren entrar a la bolsa, así como para satisfacer la extraordinaria demanda de títulos y acciones que se disparó en 2020 y ha persistido este año.
En América Latina, una región donde el mercado bursátil tiende a ser más restrictivo y menos dinámico que en Estados Unidos, las SPACs no solo se presentan como una herramienta atractiva para obtener los fondos necesarios para el crecimiento de startups y emprendimientos. También permiten evadir muchos de los trámites y barreras que una Oferta Pública Inicial (IPO) o un listado directo tradicional significan, los cuales alargan el proceso y podrían privar a las empresas de fondos urgentes y necesarios.
Pero todavía hay algunas barreras importantes para la adopción a gran escala de SPACs como herramienta para debutar en la bolsa entre empresas de América Latina. Principalmente, una persistente sensación de desconfianza entre los emprendimientos, la limitada cantidad de SPACs que se enfocan (y se mantienen enfocadas) en la región, así como la posibilidad que un mal trato pueda asustar a los inversionistas globales sobre la viabilidad general de otras fusiones latinas.
Mercado bursátil y SPACs en América Latina
En términos generales, el mercado de capital de riesgo y los debuts a la bolsa en la región están experimentando un 2021 de enorme crecimiento, similar a las tendencias de otras partes del mundo. De acuerdo con Pitchbook, del primero de enero al 28 de septiembre pasado, solo las inversiones a startups y emprendimientos habían sumado 12,000 millones de dólares (MD), casi tres veces lo registrado en todo 2019.
También se ha visto un crecimiento importante en el número de IPOs. Según White & Case, en la primera mitad del 2021 se hicieron alrededor de 35 debuts a la bolsa de valores, tres veces más que en el mismo periodo de 2020. La segunda mitad del 2021, al 2 de septiembre, estaba ya en camino de superar los más de 25 tratos realizados los últimos seis meses del año pasado.
Pero aunque son récords palpables para los últimos cinco años, aún están muy por debajo del número de IPOs que se registran en Estados Unidos. Al 28 de octubre del 2021, se habían registrado ya 785 debuts en la Unión Americana. Esta falta de dinamismo, explica Jerónimo Peralta, Managing Partner para México de la firma de asesoría bursátil e inversión Maquia Capital, es parte del atractivo y el potencial que tienen las SPACs para los emprendimientos y startups de América Latina:
“Para las empresas latinoamericanas no es muy atractivo debutar en las bolsas de sus países, ni a través de medios tradicionales ni a través de una SPAC […] porque realmente no hay capitalización ni actividad bursátil”, asegura.
También tiene mucho que ver con qué tan restrictivas son las reglas de las bolsas de América Latina para las nuevas compañías que buscan integrarse al mercado bursátil. Anderson Thees, managing partner de la firma Redpoint Eventures, señaló a Latin American Business Stories (LABS) en agosto pasado que “los requisitos son muy altos en términos de rentabilidad e ingresos”, asegurando que no solía haber un buen entendimiento de compañías “de gran crecimiento pero que no ganaban dinero”.
Y aunque algunos analistas y firmas latinoamericanas están cambiando esta visión, las SPACs siguen siendo mucho más flexibles. De acuerdo con el Harvard Business Review (HBR), el proceso de una IPO tradicional puede tomar hasta 12 meses, buena parte de ese tiempo invertido en cubrir los requisitos regulatorios, mientras que una entrada a través de una SPAC puede durar tan poco como tres a cinco meses.
Estas ventajas, así como otros beneficios (empezando por valores de capitalización más altos y mayor certidumbre si la operación se maneja profesionalmente), podrían incluso ayudar a que los mercados bursátiles de América Latina se vuelvan más atractivos para los inversionistas globales, a través de una popularización de las SPACs.
Guillermo Cruz, Managing Partner para Estados Unidos de Maquia Capital, apunta que “hay 22 empresas latinoamericanas listadas en Nasdaq o el New York Stock Exchange (NYSE). Pero al año, hay alrededor de cuatro mil 300 inversiones de private equity […], ¿en dónde van a buscar sus emisiones todos ellos? […]. Queremos hacer ese túnel por el cual, en vez de estrellarse con esa pared, pueden tener un camino directo a listarse en el mercado”.
Barreras persistentes a las SPACs latinas
Este entusiasmo ha llevado a la creación de varias SPACs, muchas de ellas con inversionistas latinoamericanos en su equipo de fundadores, que se han planteado a sí mismas la misión de encontrar negocios en América Latina para empoderar con sus fondos.
Global Trade Magazine y LABS citan varias empresas de este tipo, entre ellas Alpha Capital, Valor Latitude, un proyecto iniciado por Softbank, DILA Capital, Patria, HPX Corp, Itiquira y Replay, así como MELI Kaszek Pioneer (ésta última fundada por Mercado Libre y Kaszec), que han sido desarrolladas solo en los últimos dos años. Todas estas SPACs fueron creadas con el objetivo expreso de encontrar una organización de América Latina para llevar a la bolsa de valores.
Sin embargo, de ellas solo Alpha Capital y Replay han concretado el proceso de fusión con una startup, y ésta última al final decidió llevar a la bolsa a un emprendimiento radicado en los Estados Unidos. Si bien las SPACs tradicionalmente tienen dos años para encontrar un emprendimiento antes de devolver el dinero a los inversionistas, más intereses, el hecho que no se hayan cerrado más tratos podría indicar que no hay tanto apetito por este formato en la región.
Parte de esta reticencia ciertamente parte de los mismos emprendedores. Guillermo Cruz señala que en México, y en general América Latina, existe una ideología de que “tienes que vender 1,000 millones de dólares (MD), 500 MD para ser atractivo en el mercado local. [Hay que] cambiar esa cultura en México y decir que no necesitas ese tamaño para listarte en bolsa”. En este sentido, hay un problema de relativo desconocimiento entre las startups de la región sobre las posibilidades de este formato para debutar.
Además, de acuerdo con Rest of World, varios expertos temen que si los procesos de SPAC que están realizándose en Estados Unidos fallan, podría crear miedos entre los inversionistas y empresas de América Latina, reduciendo su disposición a probar este tipo de caminos a la bolsa. Y si llegan a presentarse experimentos fallidos que involucren a startups regionales, sería aún más desastroso.
Pero incluso en este contexto hay optimismo. La Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC), en septiembre pasado, dio la señal más clara hasta ahora que tomará una posición mucho más estricta con la figura de las SPACs, con el objetivo de proteger a los inversionistas de operaciones riesgosas. Lo anterior debería llevar a que se consolide el mercado, dejando solo a los fundadores y gestores de SPACs más profesionales.
Y esto, defiende Jerónimo Peralta, también debería traducirse en un mejor panorama para este sistema en América Latina: “Mientras el vehículo se vaya popularizando y se vayan dando más casos de éxito […], sobretodo mexicanos y latinoamericanos, más [empresas de la región] van a tomar en serio este camino […]. Creo que hace falta un poco más de tiempo, que madure un poco más el mercado […]. Pero esto va a ser una cuestión de un año, año y medio, porque es lo que duran los SPACs. Y entonces habrá más fuerza y voluntad para participar en los mercados”.