La mexicana, una economía anémica lastrada por sus políticos
Contrario a lo que dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador, la economía mexicana está condenada a un crecimiento mediocre, siguiendo la tendencia de las últimas décadas.
El miércoles pasado en su conferencia matutina en Palacio Nacional, López Obrador, en respuesta expresa a una pregunta sobre el crecimiento económico para este año, retó que la economía crecerá 5% "para que se enojen, porque los expertos y los especialistas nos están dando cuando mucho 2.5, y yo planteo cinco", dijo el Presidente. Y añadió, "soy optimista, quiero que nos vaya bien (...) y de una vez les digo, cinco para el 23 y cinco para el 24", dijo sin dar mayores explicaciones sobre cómo se alcanzarían esas cifras.
Durante el gobierno de López Obrador la economía mexicana hiló dos años consecutivos de caídas de (-)0.2% en 2019 y (-)8.3% en 2020 y con un estimado de crecimiento de 5% para 2021, de acuerdo a cifras preliminares de Inegi. El saldo negativo para la primera mitad de su gobierno salta a la vista.
La realidad es que en los últimos 20 años el país ha sido gobernado por las tres grandes fuerzas políticas del México contemporáneo, pero ninguno ha conseguido un crecimiento económico promedio superior al 2.3%, un resultado considerado “mediocre” para una economía con las características de la mexicana, con grandes ventajas competitivas que deberían haberla catapultado muy por encima de ese promedio. Ha sido la subordinación del desarrollo económico a los intereses políticos, lo que ha lastrado los resultados, han dicho expertos entrevistados para este reporte.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) la población pasó de 97 millones 483 mil 412 en el año 2000, hasta 126 millones 14 mil 24 habitantes en 2020, un incremento de 29.3%; mientras que la economía -medida por el producto interno bruto (PIB)- creció 31.3%, prácticamente a la par que lo hizo la población. De allí que el PIB per cápita en México se estancó en las últimas dos décadas.
Esta realidad contrasta con los registros en otras economías comparables de la región como Brasil, Colombia y Chile, y con otras economías del mundo, como Corea del Sur y Alemania.
Del inicio de siglo al año 2020, el PIB per cápita en México creció apenas 0.7%, mientras que en Brasil, Chile y Colombia, el crecimiento fue de 21.2%, 49.1% y 48.7%, respectivamente. En Alemania y Corea del Sur, el incremento fue de 19.7% y 84%.
Las grandes cifras de la economía muestran el desperdicio del capital humano en el país, intensificado con las recurrentes crisis que han lastrado aún más el lento ritmo de crecimiento de la economía mexicana. Este hecho provoca la mayor dificultad para que las nuevas generaciones encuentren oportunidades laborales de calidad.
Un millón de jóvenes se insertan al mercado laboral cada año, pero al encontrar un mercado laboral fuertemente competitivo con salarios no competitivos, o siquiera suficientes, forzan a los mexicanos a buscar otras opciones, como la informalidad, la migración, o incluso la delincuencia, dice César Salazar, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEC) de la UNAM, entrevistado para este reporte.
La falta de oportunidades laborales está estrechamente vinculada al estancamiento de la economía tanto por una menor productividad como por un menor desempeño del consumo interno, que siguiendo el aletargamiento del PIB, ha crecido solo 33.8%, apenas por encima del aumento poblacional en el periodo.
Incluso la situación de la falta de oportunidades se ha agravado en últimos años, de acuerdo con José Luis de la Cruz, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), quien señala que ante la falta de oferta laboral en el país, quienes tienen un perfil altamente competitivo rechazan los empleos por sus bajos salarios y buscan oportunidades fuera de las fronteras.
“La falta de oportunidades no solo ha provocado que los mexicanos migren, sino que hoy el perfil del migrante es urbano y con mayor grado de educación. Estamos perdiendo capacidad humana para desarrollarnos”, dijo en entrevista el también presidente de la Comisión de Estudios Económicos de la Confederación de Cámaras Industriales del país (CONCAMIN).
Empresas precarizadas reflejan trabajos precarizados
Un aspecto a considerar es que la precarización del mercado laboral es reflejo de la precarización de las empresas, dice De la Cruz. Esto es observable en los salarios promedio de cotización en el IMSS o los de empresas medianas o grandes, que contrastan fuertemente con lo que pagan en las micro y pequeñas empresas, que en número son la aplastante mayoría.
“Evidentemente no se va a resolver por decreto, hay una necesidad de resolverlo en función de dotar de nuevas capacidades productivas al país porque la gran mayoría no están en condiciones de pagar más”, aclara De la Cruz.
Tanto para el director del IDIC como para el investigador de la UNAM la debilidad de la mayoría de las empresas para pagar mejores salarios tiene un claro origen: la falta de una sólida política industrial que permita el crecimiento de todos, o la mayoría, de los sectores productivos y no solo de unos cuantos. “Uno de los problemas principales de la economía mexicana es que tenemos ciertos sectores muy exitosos, como el automotriz, pero tenemos cientos que apenas sobreviven”, dice Salazar.
Las cifras dejan ver claramente esta realidad dispar. Según el Inegi, menos de 30 mil unidades productivas generan dos terceras partes del valor agregado del país, mientras que por el otro lado, casi 5 millones generan el restante.
Esta disparidad es claramente visible en el Indicador de Actividad Industrial que publica Inegi, en el que se observa que solo cuatro industrias manufactureras -fabricación de equipo de transporte, equipo eléctrico, electrónico y la industria alimentaria- son las que mantienen un ritmo de crecimiento positivo desde hace 20 año, mientras que las otras 10 se han estancado o están sumidas en un tobogán.
Para el investigador del IIEC-UNAM, un especialista en macroeconomía y crecimiento económico, pese a que la tendencia de bajo crecimiento comenzó en 1983, luego de la crisis de la deuda, 1994 fue el punto de inflexión de la economía con un Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en el que la economía de México se convierte en un modelo de promoción de exportaciones. “La economía mexicana se basa en las manufacturas. Eso lo debería poner en un bloque de países exitosos como China, Alemania, pero no ocurre así” señala Salazar.
Después de la crisis del COVID, la excesiva concentración de la industria mexicana en el mercado de exportación también sacó a relucir otro riesgo frente a las crisis económicas como la estrecha vinculación del ciclo económico mexicano con el estadounidense, que ha mantenido hasta ahora casi la totalidad de la recuperación económica, mientras el mercado interno continúa deprimido.
De la Cruz matiza señalando que la apertura comercial no fue mala por sí misma, mas bien fueron los gobiernos de México los que, si bien la utilizaron de manera correcta en sus inicios, cometieron el error de no vincular sus beneficios con un desarrollo propio, dejando que pocas empresas estuvieran en capacidad de enlazarse a esa cadena exportadora.
“La mayor parte del rezago en competitividad es atribuible a la gestión pública -afirma De la Cruz- "es decir, ahí es donde el marco institucional ha enfrentado mayores dificultades para estar en sintonía con lo que se está aplicando en otros lugares del mundo, como la política industrial, que justo en estos momentos Estados Unidos, Francia, Italia, China, Canadá, Corea del Sur están impulsando”, dice.
Romper el círculo vicioso
El hecho es que la economía mexicana enfrenta obstáculos que no le han permitido romper el techo del bajo crecimiento o de un crecimiento per cápita nulo, como lo muestran las cifras. El investigador del IIEC explica que el bajo crecimiento estructural de la economía mexicana se ha convertido en “un círculo vicioso de lento crecimiento, poca formación de capital, malos salarios, mercado interno débil, lento crecimiento de nueva cuenta”.
Romper ese círculo vicioso, en opinión de los expertos entrevistados, necesitaría tres factores fundamentales: aumento del crédito a empresas, mayor inversión pública y privada, así como un mayor desarrollo educativo y de la investigación tecnológica.
“Significa incrementar significativamente la formación bruta de capital a través de la inversión pública y privada. La mayor parte de la inversión privada se mantiene pero no crece y estamos seguros que la mayoría se concentra en sectores muy contados, mientras que la inversión pública se contrae” explica Salazar.
En este sentido la disponibilidad del crédito ha sido un gran ausente, pues si las empresas no tienen crédito no tienen la posibilidad de hacer procesos técnicos más asequibles a través de la adquisición y desarrollo de nuevas tecnologías, señalan ambos especialistas.
De acuerdo con cifras del Banco Mundial, México está muy rezagado en la participación del crédito interno al sector privado como porcentaje del PIB, con solo 38.7%, en comparación con el 161.2% de los miembros de la OCDE y muy por debajo de países de la región como Brasil, Colombia o Chile.
La menor inversión pública, no solo en infraestructura, sino también en educación así como en ciencia y tecnología, han generado rezagos persistentes de largo plazo en la formación de capital humano para afrontar los retos que demanda la innovación, la productividad y la competitividad de la economía.
Mucho se ha dicho para vencer la "enfermedad" de la páralisis económica mexicana. La cura necesita una importante dosis de voluntad política de los gobernantes quienes después de dos décadas y tres partidos políticos distintos mantienen, según De la Cruz, un elemento en común en todos los gobiernos: la falta de eficacia y la subordinación de la economía a lo meramente político.
“Nos falta una gran visión. No se ha logrado concretar un programa de desarrollo de 30 a 50 años que esté blindado a los cambios políticos”, afirma De la Cruz, quien posee una maestría en Economía por el Colegio de México y un doctorado en Administración por el Tecnológico de Monterrey.
Para Salazar, un doctor en Economía por la UNAM, cree que el mediocre crecimiento de la economía continúa porque se ha mantenido la misma política económica fallida en todos los gobiernos, incluído el “antineoliberal” de Morena, que no ha aplicado nuevas políticas de fondo. “Solo algunas políticas como el incremento al salario mínimo, sin embargo, es una política acotada [...] pues si el 60% de la población ocupada está en la informalidad, en realidad a nadie le importa que el salario (mínimo) suba”.