El huracán del “America first” de Trump que amenaza México

Ya no queda más. Hoy el electorado de Estados Unidos elige entre una demócrata con alta experiencia en la administración pública y un burdo populista con tintes autoritarios.
8 Noviembre, 2016 Actualizado el 9 de Noviembre, a las 14:10
Según las últimas encuestas, la contienda está tan cerrada que Trump puede ganar.
Según las últimas encuestas, la contienda está tan cerrada que Trump puede ganar.
José Miguel Moreno

Ella, Hillary Clinton, tiene una agenda bastante detallada y promete dar continuidad a las políticas de Barack Obama.

Él, Donald Trump, trae un programa más impreciso e incierto, al que se ha llamado “Trumponomics”, un plan con claras inconsistencias en sus líneas generales y que, en caso de aplicarse, provocaría un nuevo cataclismo económico. 

Y sin embargo, y según las últimas encuestas, la contienda está tan cerrada que Trump puede ganar. 

Él ha sabido capitalizar el mal humor de un electorado blanco que siente que pierde su supremacía ante una realidad plural de minorías, y construyó su campaña a partir de dos ideas que afectan directamente a México: uno, que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) está llevándose las fábricas y los empleos a México; y dos, que la entrada masiva de inmigrantes ilegales está quitando puestos de trabajo a los estadounidenses y está deprimiendo los salarios, dado que a abaratan sus horas de trabajo.

Su solución, bajo el lema de “America First”, es radical, de carácter proteccionista y aislacionista: por un lado, revisar el TLCAN y, si no hay acuerdo, directamente repudiarlo; y por otro lado, deportar a los millones de inmigrantes sin papeles a sus países y, para evitar que sigan entrando, levantar un muro con México. 

Frente a esas políticas, Hillary Clinton propone mantener la estrategia actual. Pese a que ha escorado su discurso comercial a un cierto proteccionismo y promete ahora revisar algunos puntos del TLCAN, en privado maneja un lenguaje más aperturista, por lo que en caso de llegar a la Casa Blanca posiblemente no sea una de sus prioridades.

Frente al problema de la inmigración, su planteamiento es ofrecer la ciudadanía estadounidense a, cuando menos, cinco millones de inmigrantes sin papeles con parientes regularizados, una política que también ha intentado Barack Obama pero que se ha topado con el bloqueo de un Congreso republicano.

Por tanto, de ganar Hillary Clinton, México no se vería demasiado afectado. Era por eso que cada vez que la candidata demócrata abría brecha en las encuestas, el peso mexicano respiraba aliviado. El mundo, con Clinton en la Oficina Oval, discurriría, dentro de sus muchos problemas, por el mismo rumbo por el que marcha en la actualidad.

Distinto es el caso de Trump: si él llegara a vencer hoy, la próxima crisis puede estar a la vuelta de la esquina. La incertidumbre se apoderará  de los mercados internacionales.

La primera pregunta es si realmente estará tan loco como para aplicar su descerebrado programa de gobierno o si sólo se trataban de exabruptos populistas para lograr su objetivo de ser el elegido y, una vez en la silla presidencial, revisar y moderar sus políticas. La segunda es qué sucederá en caso de no rajarse y cumplir a rajatabla con sus promesas.

De ser así, Trump podría dinamitar los frágiles pilares de la recuperación mundial y propiciar una nueva recesión global. Para la economía mexicana, y dado el nivel de integración que ha alcanzado con la estadounidense, el impacto sería, en palabras del gobernador de Banco de México, Agustín Carstens, tan devastador como un huracán,  razón por la que asegura que ya está preparando un plan de contingencia en caso de victoria del candidato republicano.

En efecto, si Trump gana y cumple sus promesas, la economía mexicana puede sufrir tres impactos negativos importantes: uno, puede perder muchos empleos, sobre todo en la manufactura, provocando una crisis del mercado laboral que se vería agravada por el regreso de inmigrantes deportados; dos, su economía entraría en recesión (como posiblemente lo haría la estadounidense); y tres, México perdería muchas divisas provenientes de tres fuentes: por exportaciones de bienes, por remesas familiares y por inversión extranjera directa (IED). Ese previsible y fuerte deterioro del sector externo es, precisamente, lo que hecho al peso tan sensible a una hipotética victoria de Trump.

El comercio entre México y Estados Unidos fue de 533,000 millones de dólares (mdd) en el 2015, lo que contrasta con un monto de algo más de 81,000 mdd en 1993, antes de la entrada en vigor de la TLCAN. México exportó a Estados Unidos 296,000 mdd en el 2015, o un 81% del total de las exportaciones, en tanto adquirió 236,000 mdd de su vecino del norte, lo que arroja un superávit a favor de México de algo más de en torno a 60,000 mdd. Nada mal.

Ahora bien, más allá de productos finales, lo que intercambian México y Estados Unidos son productos intermedios, insumos necesarios para el proceso productivo, inputs que para producir, por ejemplo, un auto, atraviesan varias veces la frontera. El 45% de las exportaciones totales de México son bienes de uso intermedio. Por tanto, México, más que un rival es un socio, y cambiar el TLCAN puede significar, directamente, para las fábricas a un lado y otro del Río Bravo. 

A la pérdida de divisas por exportaciones y el posible deterioro del déficit comercial, hay que añadir el riesgo de que Trump quiera sacar tajada al jugoso dinero que entra a México por remesas.

El maquiavélico candidato ya ha planteado alguna vez el chantaje: o México paga por el muro, o está dispuesto a retener los cerca de 25,000 mdd que entran a México por remesas al año, actualmente la principal fuente de ingresos corrientes de México y un monto que representa en torno a un 2.2% del PIB. La otra alternativa es gravar el envío de dinero a México para financiar su muro.

Sea como sea, perder esos ingresos tendría dos consecuencias negativas: uno, deterioraría al consumo privado, actual motor del crecimiento económico. La vitalidad del gasto privado se debe en buena medida a los ingresos que reciben las familias mexicanas por remesas, cuyo valor en pesos se ha magnificado con la depreciación del peso; y dos, la caída de los ingresos por remesas propiciaría, junto con el deterioro comercial, un sustancial aumento del déficit corriente.

Lo peor es que el financiamiento del déficit externo también se complicaría: si Trump desincentiva  que las empresas estadounidenses instalen sus fábricas en México, la IED sufriría una importante merma. La IED, en el 2015, ascendió a 32,056 mdd, un monto equivalente al déficit corriente.

En un contexto de deterioro del déficit corriente,  la caída de la IED complicaría la entrada los dólares necesarios para poder realizar los pagos externos. La escasez de dólares en relación a la demanda propiciaría un encarecimiento de la divisa americana (o una depreciación del peso mexicano) y a Banxico no le quedaría de otra que suministrar más dólares al mercado a través de las reservas, algo insostenible, o elevar las tasas de interés para atraer más dólares, financiar el déficit externo y contener el debilitamiento de la moneda mexicana.

Las mayores tasas de interés, con su impacto negativo en el consumo e inversión, junto con la caída de las exportaciones, el menor gasto privado por remesas y la caída de la IED son los ingredientes de la tormenta perfecta que vaticina Carstens en caso de que Trump gane. La recesión está servida.

Por tanto, en estas elecciones se presentan dos ideas antagónicas: frente al americanismo de Trump el globalismo de Hillary, frente a un nacionalimo de hegemonía blanca un Estados Unidos plural,  frente al “America First” el “Stronger Together”. Y México y Estados Unidos, sin duda, juntos, son mucho más fuertes.  

INFOGRAFÍA

De ganar Trump y llevar a cabo sus planes para el TLCAN, la economía mexicana podría ser devastada como tras el paso de un huracán:  podría entrar en recesión, el desempleo aumentaría, tanto por los despidos en la manufactura como por la llegada masiva de deportados, y el sector externo, en su peor nivel desde 1998 por la caída del precio del crudo, podría empeorar más… 

… no sólo la relación comercial entre México y Estados Unidos se ha ampliado con el TLCAN, sino que además está fuertemente integrada. Más que un rival comercial, es un socio, y las cadenas productivas entre ambos países están estrechamente interrelacionadas. Revisar o repudiar el TLCAN provocaría disrupciones en los proceso productivos que generaría más costos que beneficios… 

… si cambiaran sustancialmente las reglas del TLCAN, se correrían riesgos de que se detonara  una guerra comercial y se produjera un deterioro del déficit corriente en México. Más si Trump cumple su amenaza de construir un muro en la frontera y que los mexicanos lo paguen a través de las remesas familiares, una de las fuentes de ingresos de divisas más importantes para el país y motor del consumo interno…   

… finalmente, si se desincentivan las inversiones estadounidenses en México, la entrada de divisas por IED, la fuente más importante y estable de financiamiento, podría sufrir una importante merma. Ante la escasez de dólares, el peso podría depreciarse y Banxico elevar las tasas para atraer dólares, otro factor que junto con el menor consumo, inversión y exportaciones provocarían una recesión. 

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