El modelo económico de Sheinbaum: Adelanto del libro de Sergio Negrete

El economista Sergio Negrete publicó recientemente su libro “De AMLO a Sheinbaum: decadencia económica y conquista política que continuará”. Aquí se ofrece un extracto de uno de sus capítulos centrales.
13 Agosto, 2024 Actualizado el 13 de Agosto, a las 19:31
Imagen de portada del libro (Foto: Autor).
Imagen de portada del libro (Foto: Autor).
Arena Pública

Las ideas y propuestas de la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, muestran una tendencia a la planeación central, a la noción de que el gobernante es capaz de diseñar mejores soluciones a los problemas económicos que el mercado, dice en unos de sus párrafos centrales el economista Sergio Negrete Cárdenas, quien acaba de publicar su libro “De AMLO a Sheinbaum: decadencia económica y conquista política que continuará”.

Negrete Cárdenas, un crítico de las políticas del actual presidente Andrés Manuel López Obrador, hace un exhaustivo análisis en su libro de 358 páginas que acaba de publicarse bajo el sello  de lo que serían las políticas del llamado 'segundo piso de la cuarta transformación' como ha denominado Sheinbaum a su próximo gobierno. 

"La presidenta Sheinbaum tendrá que decidir si sigue siendo la dócil subordinada o se sacude la coyunda política. ...Esto al tiempo que enfrenta un déficit fiscal y endeudamientos desbocados que demandan un ajuste urgente. Un panorama sombrío mientras culmina la regresión política al autoritarismo: el morenato como fue el priato", señala el autor.

A continuación se ofrece un extracto del capítulo 17 titulado, "El modelo económico AMLO-Sheinbaum: la decadencia que continuará":


Las ideas propias que Claudia Sheinbaum pueda tener en el ámbito de la política económica son en buena parte un misterio dado que mucho de lo que ha dicho y escrito es simplemente una mimetización del pensamiento y acciones de López Obrador. Su trayectoria política tampoco ofrece muchas pistas al respecto.

Lo que sí es claro, y que ella reafirma constantemente, es su ubicación en la izquierda en el espectro ideológico, que por otra parte es lo habitual en una estudiante de la Facultad de Ciencias de la UNAM y que entre sus recuerdos infantiles y juveniles que siguen presentes en su vida, y rememora públicamente, estén el movimiento estudiantil de 1968 y la guerra de Vietnam. Nacida en 1962, su edad no es lejana a la de AMLO (de 1953) y tenía 20 años cuando estalla la crisis económica que detonaría la llegada del detestado neoliberalismo. Pero AMLO había estudiado, por más que haya sido un estudiante excepcionalmente mediocre, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, también de la UNAM. Esto es, en contacto directo con contenidos ideológicos de izquierda. Si Sheinbaum abrevó del marxismo u otras posturas teóricas de izquierda en alguna forma no fue por medio de sus estudios universitarios.

Estos, por el contrario, fueron científicos y en todo caso técnicos: Licenciatura en Física (cédula profesional de 1989), Maestría en Ingeniería Energética (cédula de 1994) y Doctorado en Ingeniería (1995). Lo mismo durante su larga estancia en la Universidad de Berkeley entre 1991 y 1994 en el Lawrence Berkeley National Laboratory, un centro de investigación financiado por el Departamento de Energía de los Estados Unidos y administrado por la Universidad de California. Sheinbaum investigaba sobre el uso de la energía en México mientras su esposo, Carlos Imaz, estudiaba un doctorado en educación en la cercana Universidad de Stanford. Berkeley también tiene una larga tradición de estudiantado y académicos a la izquierda en el espectro ideológico y desplegando activismo social.

En ese sentido, estaban en Estados Unidos, pero en un enclave firmemente progresista. La familia Imaz Sheinbaum vivió en una casa universitaria proporcionada por Stanford con los vecinos siendo estudiantes de otros países. Entre las clases que Sheinbaum tomó como oyente en esa universidad estuvo una sobre las relaciones entre México y Estados Unidos. Su profesor fue un mexicano y entonces uno de los más potentes críticos del TLCAN que se estaba negociando: Jorge G. Castañeda, quien una década más tarde sería Secretario de Relaciones Exteriores en la administración de Vicente Fox. Regresarían a México en 1994, el año de la segunda derrota de Cárdenas en las urnas, ahora en un distante tercer lugar. Al año siguiente, ya en la administración de Ernesto Zedillo, estallaría una brutal crisis económica –la que el líder del PRD a partir de 1996, Andrés Manuel López Obrador, aprovecharía para desacreditar el neoliberalismo que había iniciado la década anterior.

La clara posición de izquierda de Sheinbaum también se refleja en su filiación partidista. Será la primera titular del Ejecutivo en 95 años que no perteneció originalmente al PRI (y sus antecesores) o al PAN. Se desconoce si, antes de afiliarse al PRD, Sheinbaum militó o simpatizó con otro partido de izquierda anterior, como el Partido Socialista Unificado de México, el Partido Mexicano de los Trabajadores o el Partido Revolucionario de los Trabajadores, o bien en algún grupo de izquierda sin registro político.

Los científicos con inclinación a la izquierda, al estatismo, son algo habitual. El extraordinario economista y liberal Milton Friedman (Premio Nobel de Economía en 1976) presenta en sus memorias una perspectiva fascinante explicando por qué tantos científicos tienen ese sesgo ideológico. Friedman se refiere específicamente a los matemáticos pero lo que dice podría aplicarse perfectamente a los físicos (así como otros científicos):

Creo que los matemáticos, sean matemáticos puros, economistas o estadísticos, tienden a favorecer la planeación central… En primer lugar, las soluciones que se ofrecen a problemas matemáticos son claramente correctas o claramente equivocadas y los matemáticos de “primer nivel” estarán de acuerdo en cuál es. Segundo, la habilidad matemática con frecuencia se reconoce desde una edad temprana. Como resultado, los individuos con habilidades matemáticas excepcionales reciben un reconocimiento temprano, y desarrollan una gran confianza en su habilidad para solucionar problemas. Cuando entran a un campo como la economía, traen consigo su creencia de que todos los problemas tienen una solución clara y que son competentes para encontrarla.

Las ideas y propuestas de Sheinbaum muestran esa tendencia a la planeación central, a la noción de que el gobernante es capaz de diseñar mejores soluciones a los problemas económicos que el mercado, una perspectiva entrelazada con un claro escepticismo sobre el papel del sector privado como fuente de bienestar para toda la población. Esto además imita las nociones de un estatista nacionalista como López Obrador. Las ideas que pueden identificarse como realmente originales de la ex Jefa de Gobierno capitalina no son muchas, pero ciertamente tienen esa influencia de pensar que la solución de muchos problemas reside en las fuerzas del Estado, esto es, en ella y sus funcionarios, y que no puede confiarse en las del mercado puesto que estas últimas podrían dar resultados perjudiciales para las mayorías. 

Desarrollo Compartido con ecos echeverristas

Las frases que pretenden encapsular una oferta política o económica por parte de un candidato abundan. Las hay singularmente ramplonas, como fue el “arriba y adelante” de Luis Echeverría, o algunas que buscan responder a una demanda específica de los votantes como fue “la renovación moral de la sociedad” de Miguel de la Madrid. Para todos quedaba claro que era una oferta de limpieza, no de la sociedad como un todo, sino de la corrupción que se había desarrollado durante el gobierno lopezportillista.

La oferta económica de Sheinbaum se encapsula en lo que llama el “Desarrollo Compartido”. Esas dos palabras ciertamente implican mucho: el distribuir con mayor justicia los frutos del crecimiento y desarrollo económicos. También usa, con el mismo significado, “Prosperidad Compartida”.

Quizá Sheinbaum ignore que la frase tiene una carga histórica, y no precisamente positiva. Buscando distinguirse del Desarrollo Estabilizador que había sido seguido por Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría llamó precisamente a un Desarrollo Compartido. Las consideraciones detrás de las palabras son curiosamente similares. Echeverría dijo en su discurso de toma de posesión, en diciembre de 1970, que:

No es cierto que exista un dilema inevitable entre la expansión económica y la redistribución del ingreso. Quienes pregonan que primero debemos crecer para luego repartir, se equivocan o mienten por interés... es indispensable compartir el ingreso con equidad.

En su documento de campaña “100 pasos para la transformación”, lo que establece Sheinbaum es:

El crecimiento económico en sí mismo no garantiza bienestar social si no se traduce en un desarrollo equitativo e incluyente para todas las esferas sociales y regiones del país.

  

¿Un “gobierno científico”?

Harold Wilson era el líder del Partido Laborista (entonces en la oposición) en octubre de 1963 cuando pronunció un discurso sobre ciencia, tecnología y gobierno. Casi en su cierre dijo unas palabras que cimbraron a su auditorio y colocaron a los laboristas en la vanguardia política: si Gran Bretaña iba a prosperar, ese nuevo país tenía que forjarse en el “calor blanco” de la revolución científica. Un año más tarde Wilson era electo Primer Ministro y estaría en el poder hasta 1970 (y de nuevo en 1974-1976). Esa promesa de una revolución científica y tecnológica creando un nuevo país nunca se cumplió. Wilson no era científico, había sido un estudiante excepcionalmente brillante de filosofía, ciencia política y economía en Oxford (y un político igualmente extraordinario que sabía explotar las expectativas de la ciudadanía).

Claudia Sheinbaum no solo tiene un origen académico científico sino que además considera que la ciencia es una guía en su quehacer público. “Creo en la ciencia. Creo en la tecnología para tener una mejor vida” dijo en una entrevista con la agencia AP publicada en marzo de 2023. Entre los primeros nombramientos de su futuro gabinete, destacaron también dos científicas, ambas biólogas también egresadas de la Facultad de Ciencias de la UNAM. También despertó cierto entusiasmo la transformación del Conahcyt en una Secretaría de Estado. Ciertamente indica una prioridad por parte de Sheinbaum por más que la transformación sea más de forma que de fondo, como fue en su tiempo la transformación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en la Secretaría de Cultura.

¿Puede una clase gobernante conformada en buena parte por científicas traer las respuestas que México requiere para alcanzar un mejor desarrollo? La respuesta simple y corta es no. La física, biología, química o matemáticas no proporcionan en forma automática las herramientas para desarrollar políticas públicas superiores por más que las ciencias exactas tengan mucho impacto en las ciencias sociales. Incluso pueden traer, como lo apuntó Milton Friedman, una pretensión de superioridad y la creencia que sus ideas y acciones serán mejores que las del mercado. No existe un solo país en el mundo que en su historia haya tenido un desarrollo económico exitoso al haber sido encabezado por una clase gobernante científica.

Por otra parte, sí ha habido personas con formación científica muy exitosas como gobernantes. Dos ejemplos destacan y son, por añadidura, mujeres. Además ambas fueron las primeras jefas de gobierno en sus respectivos países en su historia: Margaret Thatcher, química (posteriormente también estudió Derecho), Primer Ministro del Reino Unido (1979-1990) y Angela Merkel, licenciada en física y doctora en química cuántica, Canciller de Alemania (2005-2021). Una primera ironía es que ambas llegaron a liderar sus países como políticas en la derecha del espectro ideológico. Thatcher como líder del Partido Conservador, siendo además una ferviente creyente en el liberalismo y en minimizar al Estado (siendo las privatizaciones de empresas paraestatales una política que ella inició y que se popularizaría mundialmente). Merkel, por su parte, pertenecía a la Unión Demócrata Cristiana (CDU en alemán). Podría argumentarse que su éxito como gobernantes (ambas lo hicieron por largo tiempo al ser reelectas en varias ocasiones) se explica por sus políticas, no por sus estudios científicos en física o química.

La segunda ironía es nacional. Ya hubo un grupo de políticos en México con pretensiones de conducir las políticas públicas con un enfoque científico. Sus estudios no eran en ciencias como las matemáticas o biología, sino que buscaban implementar una visión técnica de la política. Técnica o, como también se denominaría actualmente, tecnocrática. Fue un grupo conocido precisamente como “los científicos” durante el largo gobierno de Porfirio Díaz. Entre varios de sus miembros con posiciones importantes en el porfiriato, destacan Justo Sierra y José Yves Limantour. La ironía es que los tecnócratas son despreciados por López Obrador. Uno de los ataques favoritos del tabasqueño a economistas liberales y tecnocráticos era decir que se sentían “científicos”.

Sheinbaum puede tener éxito en aplicar los últimos avances tecnológicos disponibles para que su administración funcione con mayor eficiencia y la interacción de la ciudadanía con el gobierno sea también más rápida y eficaz (aparte de ayudar a minimizar prácticas de corrupción). Pero esa adopción de tecnología es lo que hacen muchos gobiernos de los más distintos signos ideológicos. Es llanamente aplicar el sentido común de aprovechar al máximo los últimos avances tecnológicos disponibles.

Por otra parte hay un hecho adicional sobre Claudia Sheinbaum que nada tiene que ver con sus credenciales o ideas científicas pero la acota en sus acciones: su subordinación a las ideas y proyectos del obradorismo. Su compromiso es construir un segundo piso de ese proyecto. Considerando que se pretende seguir con lo mismo en muchas políticas, lo lógico es esperar resultados similares, por más que se pretendiera hacerlo con una perspectiva más científica. La envoltura de la política pública es irrelevante en tanto la sustancia lo es todo.

Un modelo de bajo crecimiento

Quizá la principal maldición económica de México sea el bajo crecimiento económico que se registra desde 1982. López Obrador fue extraordinariamente exitoso, una de las tantas partes de sus triunfos políticos y electorales, culpando de ello al neoliberalismo. Su remedio resultó peor que la enfermedad, como fue evidente desde el primer año de su sexenio. Lo que le vino como anillo al dedo, como de hecho expresó abiertamente, fue la pandemia. Esta la permitió disfrazar su fracaso. La brutal contracción económica experimentada en 2020 (-8.4%) se explicó por el Covid-19, aunque magnificada en su impacto por el rechazo presidencial a apoyar a empresas con apoyos fiscales.

México destacó entre las economías de más lenta recuperación tras la pandemia. El rebote que siguió en 2021 (6.0%) estuvo muy lejos de compensar la caída del año anterior. Lo poco que le ha quedado a AMLO, y Claudia Sheinbaum ha mantenido el mismo argumento, es decir que el crecimiento de 2021-2023 fue superior al promedio histórico registrado en décadas recientes. Sorprendente hubiera sido lo contrario si solo se cuenta a partir del rebote. Eso sí, el promedio de 4% para el sexenio y crecimiento de 6% para el último año ofrecidos originalmente por el tabasqueño en su Plan Nacional de Desarrollo hace mucho quedaron relegados al olvido. Recordarlos solo evidenciaría el abismo entre lo prometido en 2019 y la realidad.

En el crecimiento del sexenio destaca el factor distorsionante que fue la pandemia. Pero los pobres resultados de la política económica obradorista son evidentes antes y mucho después de esta. En 2019 el crecimiento fue negativo (-0.4%) y a partir de 2022, lo que definitivamente sería el periodo postpandemia, presenta una tendencia decreciente. En 2022 el PIB creció en 3.7%, al año siguiente en 3.2% y para 2024 la mayor parte de las estimaciones apunta a que será alrededor del 2%. El antineoliberalismo obradorista trajo consigo peores números que el tan denostado neoliberalismo, sobre todo comparando con los sexenios de Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo (ver Cuadro 3.1).

Los números de México por sí mismo retratan esa realidad pero también lo hace un comparativo internacional. De los 190 países para los que el Fondo Monetario Internacional presenta estadísticas comparables (con estimación preliminar para el año 2024), México ocupa la posición 147 con respecto al crecimiento acumulado en su PIB entre 2018 y 2024, con 5.9%. Incluso Perú, una de las naciones más golpeadas por la pandemia en América Latina, creció un acumulado de 8.2% (con Brasil alcanzando 11.1% y Colombia 15.9%).

Con respecto al PIB por habitante, la posición de México en el periodo mejora ligeramente, aunque no por mucho. Con un acumulado de 0.8%, ocupa la posición 138 a nivel global (igualmente entre 190 países con estadísticas comparables). En América Latina solo Ecuador, Bolivia y Argentina observaron un crecimiento inferior o incluso una contracción. Lo cierto es que no se puede culpar a la pandemia por los bajos números del sexenio, sino a la política económica obradorista.

Algo notable de Sheinbaum como candidata y Presidenta Electa ha sido la ausencia de promesas en materia de crecimiento. Esto no es necesariamente negativo, pues dichas promesas frecuentemente tienen poco de sustancia y mucho de demagogia. A diferencia de tantas campañas presidenciales del siglo XXI en México, no hubo una especie de concurso o subasta a ver quién ofrecía el mayor crecimiento a los votantes. Esa subasta se movió a otro terreno: el de los programas sociales. No que a Sheinbaum no le interese que la economía mexicana crezca lo más posible, pero se ha abstenido de plantear metas con números específicos.

A diferencia de AMLO, su sucesora no parece creer que los recursos naturales sean una fuente de riqueza, sino más bien su transformación (nada sorprendente dada su formación científica y técnica). El problema es que sigue atrapada en el proyecto obradorista del estatismo energético como pilar de la soberanía nacional. En sus propuestas de campaña incluso mantiene la absurda idea, tras seis años de fracasos de AMLO con respecto a ambas empresas, de que Pemex y CFE pueden transformarse en palancas de desarrollo para la economía si se mejoran sus finanzas y se invierte lo suficiente.

El modelo económico del sexenio 2024-2030 es por ello, por una mezcla de imitación y convicción, prácticamente el mismo que aquel desarrollado en 2018-2024. No puede esperarse un crecimiento económico elevado (esto es, claramente superior al de la población) cuando el modelo que sigue el gobierno destruye instituciones, fomenta la corrupción, no combate efectivamente (y puede que hasta cobije) al crimen organizado al tiempo que destruye los sistemas públicos de educación y salud. Esto aparte de hacer peligrar el equilibrio macroeconómico con un elevadísimo déficit fiscal y cuando la inversión pública se ha canalizado en una fracción elevada a empresas que pierden cantidades astronómicas de dinero o son elefantes blancos sin utilidad que solo demandarán subsidios en el futuro.

Por otra parte, Sheinbaum no muestra un rechazo abierto a la meritocracia ni al aspiracionismo, pero fomentarlos implicaría igualmente un divorcio de las posturas tan refinadas por el tabasqueño. Lo mismo puede decirse con respecto a la productividad. Lo que sí evidencia su entusiasmo estatista es que no confía en otorgar la mayor libertad posible al sector privado para que actúe sin restricciones. Al contrario, considera que solo con la guía y limitaciones del gobierno se podrá alcanzar un mejor resultado para todos, esto es, lo que presenta como desarrollo o prosperidad compartidos.

Nearshoring, sí, pero acotado

Lo cierto es que entre las propuestas originales, y extraordinariamente detalladas, de Sheinbaum es una planeación minuciosa de la inversión, sobre todo de aquella en la que está depositando una confianza extraordinaria: el llamado nearshoring.

El nearshoring es una estrategia de empresas multinacionales en las que se transfiere una parte de sus procesos de producción a un tercer país que generalmente, aunque no siempre, son más cercanos geográficamente a su destino final, que muchas veces coincidirá con el país originario de esa empresa. También se conoce a este proceso como relocalización. Entre los principales factores que motivaron esta clase de movimientos destacan los ataques económicos del presidente Donald Trump (2017-2021) a China, en que destacaron aumentos a los aranceles (impuestos a la importación). Además, a partir de 2020, otro elemento importante fue la pandemia y la disrupción que trajo a cadenas manufactureras globales. “Acercar” geográficamente la producción se hizo mucho más atractivo.

México es un destino llamativo por diversos factores, destacadamente la vecindad con los Estados Unidos y la garantía de intercambio comercial que ofrece el Tratado de Libre Comercio con ese país y con Canadá. Además, la prosperidad (esto es, el extraordinario crecimiento económico) de China por décadas ha implicado que el costo de la mano de obra en muchos sectores haya superado a la mexicana en años recientes. China ya no ofrece esa mano de obra barata como hizo por largo tiempo, si acaso es algo que actualmente ofrecen países como Vietnam o, por supuesto, también México (por desgracia debido a lo inverso de China: su bajo crecimiento por décadas).

Pero con todo la actitud de Claudia Sheinbaum es peculiar. Parece no darse cuenta de que el fenómeno de nearshoring no es nuevo y que el gobierno de López Obrador no fue capaz de atraer esas inversiones y relocalización de empresas en la magnitud que hubiera podido esperarse (ver Cuadros 10.1 y 10.2). Por el contrario, que en años recientes estas se dirigieron a otros países como Vietnam o India, aparte de economías avanzadas como Alemania o el otro vecino importante de los Estados Unidos, Canadá. Estos dos últimos no ofrecen mano de obra barata, por supuesto, pero sí un ambiente seguro para inversiones, certeza jurídica, buena infraestructura, energía a precios competitivos y además no tienen grupos criminales que extorsionan empresas.

Las ideas y propuestas de Sheinbaum son como si México fuese una especie de ombligo del mundo, ese territorio en el que todas las empresas están ansiosas por invertir y relocalizarse. Hace incluso una distinción peculiar: las inversiones buenas y malas, aquellas que son deseables y las que traen efectos perjudiciales y por ende no son bienvenidas. Un peculiar maniqueísmo económico que se manifiesta claramente en sus diagnósticos y planes y que trae consigo una serie de condicionamientos y restricciones. En uno de los principales documentos de campaña se retrata perfectamente esta perspectiva:

México está y seguirá estando en los próximos años en el centro de la atención de los inversionistas internacionales. Corresponde ahora atraer inversiones de calidad, que representen beneficios tangibles para el país y principalmente para las y los trabajadores mexicanos.

Por eso debemos orientarnos hacia un modelo de atracción en el que los proyectos de inversión cumplan con condiciones mínimas… las inversiones deben alinearse a nuestra política industrial y a los sectores estratégicos en ella definida; así como a los proyectos de infraestructura clave que son detonantes de un desarrollo económico más incluyente y justo que permita disminuir las brechas de desigualdad entre las distintas áreas geográficas del país.

Las nuevas inversiones deben respetar los derechos laborales y ofrecer empleos y salarios justos y dignos; no generar efectos disruptivos, sino que deben incorporar y enriquecer la vida de la comunidad en la que se instalan. Hay que promover, sobre todo, las industrias de vanguardia que transfieran al país capacidad tecnológica y conocimiento. Las inversiones que lleguen deberán comprometerse con el medio ambiente y el uso racional y sostenible de los recursos naturales, con procesos de economía circular y con metas ambiciosas de uso de descarbonización…

Es una política que parte de la premisa de que la atracción de inversiones sólo tiene sentido cuando se traduce en prosperidad compartida, en especial para quienes menos tienen.

También resulta indispensable que las inversiones que estarán llegando en los próximos años de la mano de la relocalización se promuevan desde una perspectiva de desarrollo regional. Estas inversiones sostenibles incorporarán procesos de economía circular, serán planificadas desde una perspectiva de ordenamiento territorial y alineadas a las vocaciones regionales que sean definidas.

En concordancia con esos condicionamientos, Sheinbaum propone que su gobierno identificará los recursos, servicios y vocaciones productivas de los 32 estados del país para tener un “desarrollo industrial y económico ordenado”. Se desarrollarían 10 corredores industriales y en ellos el gobierno proveería vivienda, agua, energía, salud, educación y movilidad para aquellos trabajando en esas corredores, cada uno de los cuales tendría ciertas especializaciones, con semiconductores, electrónica, electromovilidad, dispositivos médicos y agroindustria las más relevantes.

Tantos requerimientos, planeación y objetivos específicos quizá harían cierto sentido si México ofreciera una sólida protección a los derechos de propiedad, excelente infraestructura en comunicaciones y transportes, seguridad pública que evitara crímenes como la extorsión y el secuestro, una oferta de energía (particularmente electricidad) adecuada y a precios competitivos internacionalmente y además certidumbre jurídica para las inversiones ante acciones de terceros o del propio gobierno, una certeza que se reduciría considerablemente de aprobarse la llamada reforma del sector judicial. Todo esto además de los servicios de vivienda, agua, energía, salud, educación y movilidad que ofrece proveer, y que no es seguro que cumpla adecuadamente.

A diferencia de lo que parece creer Claudia Sheinbaum, otras naciones ofrecen alternativas muy atractivas para las inversiones, además si a los problemas que tiene México se agrega un gobierno como el que ella ofrece, uno que se ostenta como árbitro y regulador: decidiendo si una inversión es buena o es mala, y determinando dónde y cómo se invertirá dependiendo del sector. Prohibiciones y regulaciones que, además, no consideran que puedan ser violatorias del T-MEC y de otros tratados y acuerdos internacionales.

Si las nociones que tiene Sheinbaum sobre el nearshoring y las inversiones extranjeras parten de una imagen idílica de México y sus ventajas geográficas, y además se alejan de permitir que entren en juego los intereses particulares de las empresas y las fuerzas del mercado, son todavía más preocupantes las ideas que tiene sobre la forma en que puede elevar extraordinariamente los salarios de servidores públicos: por decreto e incluyéndolos en la Constitución.

Aumentos salariales por decreto

Si bien fue una política que inició en el cierre de la administración de Peña Nieto, fue con López Obrador cuando los salarios mínimos tuvieron aumentos considerables, muy por encima de la inflación, cada año. El resultado fue en cifras espectacular y en la realidad un espejismo. El salario mínimo de 2024 permanece debajo del prevaleciente en el mercado por una jornada de ocho horas. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI, muchas personas pasan de decir que ganan más de dos salarios mínimos a contestar que ganan menos de dos. Esto porque millones trabajan en la informalidad y no tantas horas como querrían por día. Lo que declaran a los encuestadores del INEGI no es un salario establecido en una nómina, sino un ingreso expresado en términos de salario mínimo.

Pero el aumento del mínimo en términos reales es espectacular sobre el papel y parece que millones de personas ganan muchísimo más dinero. Independientemente de que ella o sus asesores sepan lo que realmente ese aumento significa, lo cierto es que esa política es altamente valorada por su impacto político. Lo igualmente cierto es que Sheinbaum ofrece continuar esa política de fuertes aumentos e incluso fija dos objetivos extraordinarios para el fin de su sexenio, en 2030:

  • El salario mínimo llegaría al valor de 2.5 canastas básicas diarias. Eso significa un aumento nominal durante el sexenio de cerca del 11% anual (esto es, alrededor de 7-8% superior a la inflación).
  • Que el salario mínimo alcance el nivel del máximo histórico alcanzado en 1976 (aunque para lograrlo se requerirían aumentos reales anuales de 8.6%, esto es, nominales de 12-13%).

Además, promete darle facultades a la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos para “perseguir y multar” a empresas que paguen un salario inferior. Una transformación notable pasar de cuerpo tripartito (gobierno, empresarios y sindicatos) a una especie de ministerio público del salario.

Pero hay una diferencia notable con López Obrador, y es que Sheinbaum pretende además aumentar en forma considerable los salarios de ciertos empleados del sector público. Su premisa es indudablemente sólida: aquellos trabajadores públicos en las áreas de educación, salud y seguridad merecen y deben ganar más como un acto de justicia. La referencia que establece como mínimo, sin embargo, es peculiar: el salario promedio de los trabajadores afiliados al IMSS (esto es, de empresas privadas). El proyecto de Sheinbaum dice que muchas personas perciben salarios por debajo de ese promedio (lo que no debería sorprender dado que, precisamente, un promedio implica necesariamente cantidades superiores e inferiores al mismo). Y la propuesta es contundente (y a nivel constitucional):

… se considera un acto de justicia establecer a nivel constitucional que las maestras y los maestros de tiempo completo de educación pública del nivel básico, guardias y policías del Servicio de Protección Federal, guardias nacionales, integrantes de la Fuerza Armada permanente, y personal médico y de enfermería, perciban un salario mensual que no debe ser inferior al salario promedio de los trabajadores registrados ante el IMSS.

¿Qué implicaría esto? Para la gran mayoría de estos trabajadores, aumentos sustanciales en sus salarios. De acuerdo con las cifras del propio documento de campaña de Sheinbaum, los salarios correspondientes y el nivel mínimo a alcanzar (el promedio del IMSS) se presentan:

Salario promedio del IMSS y de trabajadores públicos seleccionados (pesos mensuales)
 

Salario

Aumentoa

Promedio del IMSS

16,152

-

Maestro de nivel básico, tiempo completo

12,500

29.2%

Guardias y policías

6,800

137.5%

Guardias nacionales y soldados

16,000

1.0%

Personal de enfermería, IMSS

5,752 a 9,645

173.9% a 67.5%

Personal médico, IMSS

9,182 a 12,095

75.9% a 33.5%

Personal de enfermería, ISSSTE

11,000

46.8%

a. Aumento necesario para llegar al promedio de trabajadores afiliados al IMSS.

Fuente: 100 pasos para la Transformación.

 

El nuevo piso salarial para esos trabajadores puede ser un “acto de justicia” para Claudia Sheinbaum. Pero los problemas son varios, siendo el primero que no presenta ninguna estimación sobre el costo para el erario que esos fuertes aumentos (algunos incluso superiores al 100%) traerían para las finanzas públicas. Y este evidentemente no sería un costo temporal, sino permanente. Otro problema sería la distorsión en la paga con respecto a diferentes actividades, por ejemplo con enfermeras ganando lo mismo que médicos. Estaría además la demanda, que podría considerarse legítima, de todos los maestros de educación pública de todos los niveles en los estados del país de tener el mismo piso salarial, y lo mismo los policías estatales. Además, otros trabajadores gubernamentales podrían también demandar un trato similar alegando que sus trabajos son también importantes y que están siendo discriminados.

Salarios que deberán de pagarse, se supondría, obligatoriamente nada menos que al ser incluidos en la Constitución, y aumentando junto con el salario promedio del IMSS, que a su vez se incrementa al aumentarse los mínimos (ver Gráfica 12.3). Una especie de espiral salarial. De hecho, el documento que incluye la promesa de Sheinbaum estima que ese salario promedio del IMSS ascenderá a 19,300 pesos en 2030.

En el ámbito salarial, Sheinbaum ciertamente se distingue de AMLO, pero por su mayor irresponsabilidad fiscal y como si el gobierno contara con un excedente en las finanzas públicas que le permitiera aumentar considerablemente los salarios de buena parte de los trabajadores públicos, cuando lo que tendrá entre sus manos en el arranque de su administración es un déficit gigantesco que será imperativo reducir.

Misma estrategia, mismos resultados

La política económica de Sheinbaum será, por lo que promete, una copia al carbón de la implementada por AMLO aderezada con algunas ideas propias. No muestra el nacionalismo exacerbado por el petróleo y la electricidad que consume al tabasqueño, pero para efectos prácticos es irrelevante. Los motivos no son lo importante, sino las acciones concretas. Pero cuando presenta políticas originales, su desapego de la realidad es igual de preocupante. En propuestas como las concernientes al nearshoring y política industrial, así como los salarios del sector público, Claudia Sheinbaum realmente muestra que cree que puede mandar sobre la economía y las finanzas públicas. Lo más probable es que ya en Palacio Nacional se lleve sorpresas inesperadas, cuyo costo pagarán su gobierno y el país.

La continuación del obradorismo económico, completo o al menos en sus principales líneas, augura durante el sexenio Sheinbaum resultados similares a los obtenidos en el sexenio 2018-2024: un crecimiento mediocre y una movilidad social extraordinariamente limitada. Esto aparte de elementos que se han enquistado y crecido en el sexenio como la corrupción y la inseguridad.


* El libro de Sergio Negrete Cárdenas puede ser adquirido en forma impresa o electrónica en las siguientes direcciones:

Amazon México (libro impreso):

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Amazon México (ebook – Kindle):

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Mercado Libre (libro impreso):

https://tinyurl.com/4rw2zaht