Elementos de atención sobre la actual postura monetaria
El pasado 8 de agosto, la Junta de Gobierno del Banco de México decidió recortar la tasa de fondeo en 25 puntos base a 10.75% y su intención es continuar con esta tendencia en los siguientes anuncios. Restan tres fechas en este año y las encuestas anticipan que al menos en dos de ellas se realicen ajustes, sin descartar que sean incluso tres. Es evidente que la mayoría de los integrantes de la Junta han adoptado una postura menos restrictiva o dovish, dado que han iniciado el relajamiento de la postura monetaria.
El panorama es claro, aunque existe todavía la posibilidad de ajustes espaciados y graduales, así lo refleja el consenso entre analistas e incluso la percepción de algunos integrantes de la Junta. Sin embargo, hay algunos elementos que se contraponen a la decisión de la Junta, que causan confusión y son motivo de preocupación, es importante revisarlos porque hacia adelante serán motivo de discusión y crítica en caso de que la inflación continúe siendo persistente, de que no se cumplan las metas intermedias del Banco de México, es decir sus pronósticos puntuales de inflación, o que, incluso repunte. Lo anterior, también pueden ser motivo de una merma en la credibilidad del Banco de México.
El objetivo prioritario del Banco de México es mantener una inflación baja y estable. En 2003 se estableció como meta permanente de inflación una variación anual del 3%, con un margen de variabilidad de más menos un punto porcentual. Desde 2018, la postura monetaria se conduce a través de un régimen de objetivos de inflación con base en pronósticos, los cuales se consideran objetivos intermedios, pero es sólo hasta agosto de 2021 que estos se empiezan a publicar.
Los pronósticos se convierten en una guía futura para fijar la postura monetaria. Si la inflación observada resulta superior al pronóstico, la Junta determina si las presiones son generalizadas y provienen de lado de la demanda, en cuyo caso eleva la tasa de fondeo; por otro lado, si las presiones provienen del lado de la oferta, el reto es anclar las expectativas de inflación de mediano y largo plazos para que el proceso de formación de precios no se vea afectado (Banxico, Programa de política monetaria 2024, 31 de enero de 2024, p. 6).
En este contexto, el pasado 8 de agosto se ajustaron al alza los pronósticos de inflación, sobre todo por el incremento de la inflación no subyacente, en particular de precios agrícolas y energéticos, esto es por choques de oferta, pero aun así se decidió recortar la tasa de fondeo.
El nivel actual de inflación es de 5.16% y el Banco de México pronostica que bajará a 4.4% promedio en el cuarto trimestre de 2024 y que se cumplirá la meta del 3% a fines de 2025.
Al respecto, la Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado del mes de agosto, publicada el 2 de septiembre, arroja un alza en la expectativa de inflación para 2024 de 4.58% a 4.66% (referido a la mediana); por su parte, la de 2025 baja de 3.83% a 3.80%, pero se sitúa arriba del 3% previsto por el pronóstico del Banco de México, y eleva la expectativa de mediano plazo a 3.75% de un nivel previo de 3.70%, mientras que la de largo plazo se mantiene en 3.60%, lejos de la meta puntual. Las expectativas de inflación no están bien ancladas.
Aunado a lo anterior, otro motivo de preocupación es la volatilidad en el tipo de cambio. Un miembro de la Junta afirma que el traspaso de tipo de cambio a precios es bajo y que la mayor holgura económica mitigará que el riesgo sea mayor. En contraste, otro integrante advierte que las presiones cambiarias podrían continuar, exacerbarse y obstaculizar el proceso desinflacionario (Minuta del anuncio del 8 de agosto de 2024).
Recientemente, la volatilidad en el tipo de cambio ha aumentado de forma significativa y es probable que esto continúe, dados los cambios al marco institucional del país, así como la cercanía del proceso electoral en los Estados Unidos y la incertidumbre sobre la consolidación fiscal que la nueva Administración emprenderá el próximo año.
De hecho, la depreciación cambiaria en los meses de junio y julio provocaron una mejoría en el poder adquisitivo en los receptores de remesas, lo cual es positivo, pero también incide en un mayor consumo y en el riesgo de una inflación más persistente.
Los dos canales de transmisión que mejor operaban con la restricción monetaria, el anclaje de las expectativas de inflación y la apreciación cambiaria, se están debilitando, mientras que otro canal, el financiamiento al consumo, en realidad no ha tenido impacto de las elevadas tasas de interés, pues se mantiene muy fuerte.
Queda entonces esperar, recibir nuevos datos de inflación y que la Junta de Gobierno del Banco de México evalúe, reunión por reunión, si continúa con los recortes en la tasa de fondeo o los hace más espaciados, para dar tiempo a que la política monetaria actúe. Además, se requiere una buena comunicación para evitar un deterioro en su credibilidad.