Guerra comercial: ‘apocalipsis’ ahora

No es claro que el estado final que guarde el revoltijo arancelario de Trump, incluyendo nuevos ‘favores’ y ‘castigos’, deje un saldo muy favorable a México, aún si llegara a reactivar el nearshoring.
16 Abril, 2025
Donald Trump.
Donald Trump.

La política arancelaria de Trump no deja entrever un futuro promisorio ni un efecto inesperado positivo sobre la economía mexicana.

El incierto trato preferencial que reciba México, aún si llegara a reactivar el ‘nearshoring’ en el largo plazo, se verá más que compensado por la mayor incertidumbre económica y la recesión de los Estados Unidos en el corto y mediano plazos. Esto no significa que la política económica se paralice ante esta situación, pero requerirá de cambios importantes pronto.

De 85 días como presidente, Donald Trump ha dedicado 24 a anunciar, ejercer o revertir aranceles diversos. Dentro de lo más destacado está el anuncio de un arancel general de 25% para México, que luego se ha delimitado a todo aquellos no cubierto por el T-MEC, al acero, al aluminio y a los componentes no americanos de los automóviles. Para el resto del mundo sobresale la imposición de elevados aranceles ‘recíprocos’, que luego ha puesto en pausa, exceptuando el 145% para China, que respondió con aranceles similares.

El cúmulo de medidas del gobierno estadounidense tiene hoy un saldo relativamente favorable a México respecto a muchos otros países, incluyendo algunos competidores en la atracción de inversión extranjera, como Vietnam o Malasia. Además, hay esperanza de que se le otorguen concesiones extra por ‘buena conducta’ en el combate a la migración y la criminalidad, y por la importancia de los automóviles para los intereses norteamericanos, pues incluso a China se le han dispensado aranceles en algunos equipos electrónicos.

El trato preferencial que hasta ahora ha recibido a México ha despertado optimismo sobre un acercamiento estratégico de los Estados Unidos y el reinicio de la relocalización de empresas, el ‘nearshoring’. Sin embargo, hay varios problemas con esta entusiasta visión: pasa por alto que la ventaja mexicana se puede diluir, que incluso si persistiera sería de largo plazo, que la incertidumbre atenuaría o detendría los flujos de inversión a México y que profundizaríamos nuestra liga con un país en recesión y cada vez menos competitivo. 

No es claro que el estado final que guarde el revoltijo arancelario de Trump, incluyendo nuevos ‘favores’ y ‘castigos’ deje un saldo muy favorable a México. No sólo la de por sí veleidosa política comercial podría dar al traste con la anticipada ventaja, sino también represalias extra por los flujos migratorios o una mala evaluación de los esfuerzos en el combate al crimen organizado. Tampoco es de esperar que los países más castigados por los aranceles se paralicen en la búsqueda de acuerdos que reactiven su atractivo económico.

Aún si México permaneciera con una ventaja arancelaria considerable respecto al resto del mundo, la materialización del ‘nearshoring’ y los flujos comerciales aparejados a él tomarían tiempo. En el nuevo clima económico externo y el cambio institucional interno, como la elección del Poder Judicial, las inversiones requerirían años en ser planeadas, realizadas y puestas a punto. La enorme incertidumbre que en el corto plazo ha generado Trump ha nublado el horizonte de mediano plazo de la actividad empresarial.

Cabe recordar que la economía de los Estados Unidos estaba desacelerándose desde antes de la llegada de Trump. En ese entonces las probabilidades de una recesión eran bajas, pero a partir del ir y venir arancelario han aumentado notablemente y se teme que esta se combine con inflación derivada de la disrupción del comercio. Los posibles inversionistas del ‘nearshoring’ mexicano tendrían que incorporar en sus cálculos una economía estadounidense en retroceso inmediato y con una recuperación sin plazo definido.

Más preocupante para el futuro del ‘nearshoring’ es el declive de la competitividad de los Estados Unidos. El desorden de Trump puede reducir la productividad estadounidense y su presencia en los mercados internacionales lo que, en consecuencia, bajaría eventualmente sus requerimientos de bienes mexicanos ligados a su capacidad exportadora. Un exitoso ‘nearshoring’ nos ataría aún más a una economía en decadencia, suficientemente grande para darnos un mercado jugoso, pero con bajas perspectivas de que crezca vigorosamente.

La estrategia comercial de Trump fracasará y será un desastre para los Estados Unidos, el cual se extenderá más allá de ese país, comenzando por México. Es por ello que la política económica nacional no puede limitarse a lo hasta ahora planteado por el Plan México y el Plan Nacional de Desarrollo. Se requiere terminar de sanear más rápidamente las finanzas públicas sin sacrificar el gasto en seguridad pública y el social, abrir aún más las oportunidades a la inversión privada y preparar una reforma hacendaria a fondo.

Las ocurrencias de Donald Trump están fuera de nuestras manos, pero está en ellas no magnificarlas con las improvisaciones o la pasividad propias.

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.