Trump vs. Zelensky: ¿El fin de la diplomacia o el inicio de un nuevo orden mundial?

¿Estamos viendo el fin del viejo orden mundial? El choque entre Trump y Zelensky refleja un cambio profundo en la geopolítica: Estados Unidos ya no actúa como el garante del equilibrio global, sino que prioriza sus intereses inmediatos, incluso a costa de sus aliados. Mientras Europa enfrenta su fragilidad estratégica y China avanza en su influencia, México debe reconocer que ya no puede confiar en alianzas automáticas. En este nuevo escenario, solo el pragmatismo y la inteligencia estratégica determinarán qué naciones logran adaptarse y cuáles quedan rezagadas.
Primero pensé que era un video falso, creado con inteligencia artificial. Era la única explicación; la alternativa era impensable. Pero en estos tiempos, lo impensable se vuelve cotidiano. El presidente Trump, acompañado por su vicepresidente y secretario de Estado, participó en una rueda de prensa con el presidente de Ucrania, Zelensky, que terminó a gritos, televisada en vivo a todo el mundo. Si aún no lo ha visto, puede ver la rueda de prensa completa en esta liga o, si es más analítico, la transcripción en la revista Foreign Policy.
Sin embargo, tras el shock inicial, vale la pena un esfuerzo de análisis lo más objetivo posible para entender lo que pasó. Primero, los hechos.
El presidente Trump prometió terminar con la guerra en Ucrania. Tras llamadas con el presidente Putin, se convocó a una reunión de altísimo nivel entre el secretario de Estado Rubio y el canciller ruso Lavrov. El lugar: Arabia Saudita. Europa, incrédula, no da cabida a la posibilidad de que su aliado y su adversario discutan el futuro del continente sin ellos en la mesa.
Trump anuncia que las pláticas avanzan positivamente y que Rusia está abierta a un cese al fuego. En principio, Rusia mantendrá los territorios ocupados en Crimea y en el oriente de Ucrania. El secretario del Tesoro de los Estados Unidos propone a Zelensky un plan en el que Ucrania otorga derecho de exportación de minerales a Estados Unidos. Los minerales en cuestión son las llamadas “tierras raras”, elementos indispensables para la producción de componentes electrónicos, sobre los cuales China mantiene un cuasi monopolio. Zelensky inicialmente rechaza el acuerdo, pero después de una negociación, accede. Viajará a Washington para la firma.
El principal problema que aún no está resuelto es que no hay garantías de que, tras la firma, Putin no volverá a atacar a Ucrania. ¿Qué garantías quiere Zelensky? Ser aceptado en la OTAN y que Occidente mantenga presencia militar en Ucrania para disuadir a Rusia. Trump no ha aceptado otorgar esas garantías, afirmando que el tratado de exportación de minerales asegura una presencia civil norteamericana en suelo ucraniano y que, en su visión, eso será suficiente garantía. Europa podría desplegar fuerzas armadas para disuadir a Rusia, pero esa alternativa está lejos de ser una realidad.
El viernes 28 de febrero, Zelensky acude a la Casa Blanca para la firma del acuerdo de minerales sin haber resuelto el tema de las garantías. Trump recibe a Zelensky, pasa a una sala para la firma de un libro y, posteriormente, a la rueda de prensa. Trascendió que el senador Lindsey Graham, republicano y defensor vocal de Ucrania, advirtió a Zelensky que no mordiera el anzuelo, aludiendo posiblemente a la posibilidad de que Trump intentaría provocar a Zelensky para definir el tono de la reunión bilateral.
La conferencia de prensa, durante los primeros 45 minutos, transcurre en el tono y estilo de Trump. Ninguna sorpresa. Pero casi al final, tras un comentario del vicepresidente en el que critica los esfuerzos de movilización de Ucrania, Zelensky sube el tono, cuestionando el tema de las garantías a Ucrania y la imposibilidad de confiar en el presidente Putin. A partir de ahí, la reunión se descarrila, escalando el intercambio entre Zelensky y el vicepresidente, hasta que interviene Trump cuando Zelensky insinúa que Estados Unidos sufrirá la amenaza rusa.
Zelensky es echado de la Casa Blanca, no hay acuerdo. Trump afirma que Zelensky volverá cuando esté listo y hasta el senador Graham sugiere que Zelensky debería renunciar. Un desastre. Sin embargo, del otro lado del Atlántico, los líderes europeos muestran su apoyo incondicional. De regreso en Europa, Zelensky acude a una cumbre en Londres donde Europa ratifica su apoyo y el primer ministro británico anuncia un paquete de ayuda financiado con activos rusos congelados en el Reino Unido. Hasta aquí, los hechos.
No es una exageración decir que, durante esa reunión, cambió todo lo que sabíamos sobre política, diplomacia y economía. La realidad es que la reunión es un síntoma de cambios profundos que apenas estamos empezando a ver. La incertidumbre está a la orden del día, y en este momento nadie sabe qué esperar. No pretendo tener una bola de cristal, sin embargo, haré un esfuerzo por poner orden en este desastre, separar el espectáculo de la realidad e intentar entender sus implicaciones para todos.
La primera pregunta es: ¿por qué el presidente Trump está haciendo esto? ¿Por qué acercarse a Rusia, sacrificar a Ucrania y comprometer la alianza atlántica con Europa? George Friedman, analista geopolítico y presidente de Geopolitical Futures, afirma que las acciones de Trump están lejos de ser erráticas o improvisadas. La realidad que enfrenta Europa es que Rusia no ha sido capaz de derrotar a una potencia mediana con apoyo occidental en tres años. La invasión a Ucrania derribó el mito del poder militar ruso y la realidad es que Rusia no es una amenaza para Europa. ¿Por qué entonces Trump debería seguir envuelto en esta guerra y no enfocarse en otras amenazas?
La amenaza más grande que enfrenta Estados Unidos es China, y más grave aún sería una alianza entre China y Rusia, pues abriría la puerta para que el país asiático acceda a recursos energéticos ilimitados y asegure el suministro de alimentos y materias primas. Está en el mejor interés de los Estados Unidos romper esa alianza, la cual fue indirectamente impulsada con las sanciones económicas de Biden. Terminar el conflicto en Ucrania sería la puerta para alcanzar este propósito, dejando que Europa se haga cargo de sus propios problemas.
Podemos discutir si la estrategia será o no efectiva, pero, dado lo que ha sucedido en las últimas semanas, parece que Trump está dispuesto a apostar. ¿Arriesga esto la alianza con Europa? Probablemente, pero la apuesta de Trump, como ha quedado claro, es que si Europa quiere garantizar la seguridad en su continente, sean ellos quienes paguen el costo. Esto podría significar el fin de la OTAN y, para efectos prácticos, del orden de la posguerra.
Dentro de este cambio, lo que los líderes europeos no pueden aceptar es el abandono del ideal de libertad de Occidente. La Alianza Atlántica fue concebida como un pacto de las democracias libres contra la tiranía y la autocracia. Occidente representaba el ideal de un mundo libre, con mercados abiertos y sin fronteras. La reunión entre Trump y Zelensky mostró en vivo cómo se derrumbó ese ideal, dejando al mundo con la realidad de que solo el poder cuenta en este nuevo mundo.
Podemos ser cínicos y decir que esto no es nada nuevo. En América Latina, siempre supimos que el poder, disfrazado de libertad, fue lo que estuvo detrás de los múltiples golpes de Estado que vivió el continente durante el siglo XX. Estados Unidos apoyó, abandonó y cambió de bando en más de una ocasión a sus aliados en América Latina y Asia. La diferencia es que ahora es Europa quien experimenta esta realidad. Sin embargo, más allá del cinismo, hay que reconocer que este momento marca un antes y un después.
Estados Unidos está demostrando, con hechos, que "América Primero" es más que un eslogan político. Es una política de Estado real, respaldada por el poder militar y económico de la potencia más importante del mundo. El interés nacional está por encima de alianzas históricas, tratados internacionales, acuerdos comerciales o ideales políticos.
Los Estados Unidos de Trump tienen una visión sobre lo que es su interés y una estrategia para cumplirlo. Nos guste o no, estemos de acuerdo o no. Un aspecto fundamental que hay que entender es que Trump, al ser un líder con pocas restricciones, actúa como un acelerador de procesos que posiblemente tardarían años en suceder.
Sin embargo, estos procesos, aunque el establishment político y la oposición liberal los desprecien, son en realidad posiciones avanzadas en el interés nacional que se convertirán en ganancias estratégicas. Si no, pregúntese cuántas de las concesiones que ganó Trump hace ocho años en perjuicio de aliados y adversarios fueron revertidas por Biden.
Y todo esto, ¿por qué debería importarnos en México?
Primero que nada, el intercambio Zelensky-Trump debe ser analizado detenidamente por la Cancillería. El incidente deja muchas lecciones: Trump y su equipo priorizan la percepción pública, la diplomacia transaccional y la apariencia de control en las negociaciones. Los líderes que se involucran en disputas públicas corren el riesgo de debilitar su propia posición, ya que el enfoque de Trump favorece a aquellos que parecen flexibles en lugar de confrontativos.
El incidente demuestra que, en el panorama diplomático actual—donde las narrativas mediáticas influyen enormemente en la percepción y los resultados—la capacidad de controlar el marco de una discusión es tan crucial como el contenido mismo de la negociación.
La estrategia más efectiva es abordar las discusiones con un tono calmado y pragmático, asegurando que los puntos clave se traten en privado, mientras se mantiene una postura pública positiva y estratégica. En este contexto, el enfoque de “cabeza fría” de la presidenta Sheinbaum parece ser la manera más efectiva de manejar negociaciones complejas, permitiendo respuestas mesuradas que eviten una escalada innecesaria.
Existe una extraña tranquilidad en México, sobre todo en el sector privado, basada en la idea de que el interés económico de una relación comercial mutuamente beneficiosa se impondrá a las amenazas de aranceles. El incidente con Europa debería dejarnos muy claro que el presidente Trump prioriza objetivos políticos sobre ideales, incluyendo la idea abstracta del bienestar común de una Norteamérica que no existe en la cabeza de Trump.
Por otra parte, los Estados Unidos han dejado de manera extremadamente clara a México que sus prioridades son la seguridad fronteriza, el tráfico de drogas sintéticas y el déficit comercial. Solo en la medida en que México sea capaz de responder y resolver estas prioridades, será posible avanzar en la agenda bilateral.
Nos adentramos en un mundo donde el pragmatismo y la capacidad de adaptación definen el éxito de las naciones. Ante la realidad de un orden mundial que se derrumba ante nuestros ojos, la impotencia del multilateralismo y una Europa que enfrenta dificultades incluso para defender sus propios intereses, México debe asumir una verdad ineludible: estamos solos. Si la relación con Estados Unidos se descarrila, nadie intervendrá en nuestro favor, independientemente de si tenemos o no una supuesta superioridad moral.
La historia se rige por el equilibrio de poder, y el reto que enfrentamos exige lucidez y estrategia. Nuestra capacidad de maniobra es limitada, pero no inexistente. No podemos permitirnos basar nuestra política exterior en suposiciones idealistas o en la inercia del pasado.
La clave está en asumir una postura realista, entender las reglas del juego y actuar con inteligencia estratégica. Si logramos hacerlo, no solo evitaremos ser arrastrados por la corriente de los cambios globales, sino que podremos posicionarnos con ventaja en este nuevo equilibrio de fuerzas. La responsabilidad de este momento es mayor, y nuestra respuesta definirá el papel de México en las próximas décadas.
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