El miedo no anda en burro
El gobierno mexicano tomó prestado 8,500 millones de dólares a través de la emisión de diversos bonos en los mercados financieros internacionales. El anuncio lo hizo Hacienda el lunes, en plena celebración de la llegada de los Reyes Magos.
Es la primera emisión de deuda que hace el gobierno de Claudia Sheinbaum y lo hizo por la puerta grande colocando, de un plumazo, el 55% de los 15,500 millones de dólares de endeudamiento externo que le autorizó el Congreso para el año.
La magna operación -un verdadero ‘jumbo deal’ y el mayor en la historia reciente de la Secretaría de Hacienda- fue bien recibido por la mayoría de expertos bajo el argumento de que se aprovechó la oportunidad previa al 20 de enero cuando llegará Donald Trump a la Casa Blanca. Y es que nadie se atrave a responder sobre lo que pasará en los mercados o en las economías, menos aún en la política internacional, una vez que el personaje del año de la revista Time asuma el poder.
En su escueto comunicado, Hacienda destacó como argumento de la operación que se aprovecharon “las condiciones favorables de liquidez y … la percepción favorable de los inversionistas sobre los fundamentales del país”, por lo que los bonos mexicanos fueron altamente demandados en una proporción mayor a 3.5 veces el monto emitido. Un verdadera fiesta digna del día de los Reyes Magos.
Y efectivamente, creo que hay motivo para el festejo. La transacción le salió bien al subsecretario Édgar Amador en su estreno en lides nada sencillas, además que se elimina buena parte del riesgo de financiamiento externo para lo que resta en un año de alta volatilidad.
Pero el ‘jumbo deal’ de Hacienda también dejó ver que el miedo campea en los altos mandos de las finanzas públicas. Y dejar esos rastros puede ser peligroso en unos mercados financieros internacionales que huelen sangre. Es cuestión de estrategia, dirían los financieros más avezados.
Los analistas del banco brasileño Bradesco descifraron bien lo que pudo estar detrás del ‘jumbo deal’ de Hacienda: “El tamaño de la transacción apunta a las crecientes necesidades de financiamiento del gobierno y al hecho de que la volatilidad en los mercados financieros podría estar en el extremo superior del espectro dada la administración entrante en los EEUU y (a) una gran cantidad de leyes en México que (aún) deben ser discutidas”.
En palabras breves: Con la mega operación, Hacienda habría enviado la señal que requiere dinero y está dispuesta a pagarlo, porque cree que México enfrentará mucha volatilidad por Trump y por sus propias políticas internas, a pesar de una potencial baja de tasas.
Si ése es el mensaje que se está leyendo en los mercados después de la operación, es probable que tenga consecuencias nada buenas sobre la percepción de solidez financiera y el costo para las siguientes emisiones. Sin olvidar que éstas colocaciones de deuda soberana son referencia para el financiamiento de las empresas en el país.
La conclusión de Bradesco sobre la masiva participación de inversionistas en la operación mexicana no tiene desperdicio: “Aún así, los inversores se alinearon para participar en la transacción gracias a que los rendimientos a largo plazo (que se ofrecieron en el ‘jumbo deal’) están cerca de los máximos históricos”.
Sí, fue una operación que tuvo éxito en los mercados, pero también dejó ver que el miedo no anda en burro en la secretaría de Hacienda. Así que, más vale que el gobierno de Claudia Sheinbaum camine con pies de plomo.
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