México frente al desafío de Trump
Cada año, durante la primera semana, el ITAM organiza un seminario que se ha convertido en una brújula intelectual para quienes buscan entender los retos económicos del país.
Destacados exalumnos, con experiencia tanto en el sector público como privado, comparten sus perspectivas sobre el año que comienza. Este año, el foco de atención giró en torno a un tema que, aunque conocido, sigue teniendo un impacto profundo: cómo México debe responder ante la influencia de la presidencia de Donald Trump.
Disyuntivas críticas: Estrategias frente a Trump
El análisis planteó dos grandes disyuntivas de corto plazo. La primera cuestiona si las amenazas de Trump son simples herramientas de negociación o si responden a un trasfondo ideológico más profundo. Si son una táctica de presión, México tiene la oportunidad de fortalecer su posición como un aliado estratégico de Estados Unidos. Pero, si estas amenazas están arraigadas en un enfoque ideológico, el panorama se complica: las reglas del juego cambian, y con ello, también lo hace la lógica detrás de las decisiones.
La segunda disyuntiva se centra en qué versión de Trump veremos en este período. Algunos opinan que será más de lo mismo: una continuación de su primer mandato, algo que los mercados ya han descontado. Otros advierten que el contexto en Estados Unidos ha cambiado. Con una opinión pública y un espectro político cada vez más enfocados en una política industrial que prioriza las inversiones locales, México necesita estar preparado para un entorno más proteccionista y competitivo.
Perspectivas económicas: Un año de ajustes
Los analistas coincidieron en un diagnóstico que, aunque esperado, no deja de ser preocupante. La economía mexicana enfrenta una desaceleración con un crecimiento proyectado cercano al 1%, en línea con el consenso. Aunque el buen desempeño de la economía estadounidense podría ofrecer cierto respiro, el impacto positivo sobre México es incierto dados los factores de riesgo internos.
En términos de inflación, el panorama es más optimista, con expectativas de que cierre dentro del rango objetivo del Banco de México, lo que podría permitir una baja gradual en las tasas de interés. Sin embargo, el tipo de cambio, rondando los 21 pesos por dólar, refleja la incertidumbre que rodea al país.
En el horizonte de largo plazo, se destacan dos retos fundamentales. El primero es el estancamiento de la productividad, un problema que limita el potencial de crecimiento económico y que contrasta con los avances observados en países como Estados Unidos. El segundo es la urgente necesidad de una reforma fiscal que no solo incremente los ingresos del gobierno, sino que también haga más eficiente y transparente el gasto público.
Riesgos y oportunidades en la relación bilateral
Los riesgos para el escenario mexicano son mayoritariamente domésticos, derivados de objetivos contradictorios que persigue la administración actual. Por un lado, se está incrementando el riesgo país debilitando el estado de derecho y las instituciones al tiempo en que se reconoce la necesidad de atraer financiamiento privado (y externo) en varios sectores clave.
Sin embargo, la imposición de aranceles por parte de la nueva administración estadounidense se perfila como una amenaza inmediata. A pesar de ello, el TMEC sigue siendo un ancla crucial para los tres países, aunque nadie puede ignorar la posibilidad de tensiones históricas en la relación bilateral. Es clave recordar que los aranceles que podría imponer Trump no se limitan a disputas comerciales, sino que están entrelazados con temas de migración, seguridad y la competencia con China.
En este contexto, los expertos recomendaron que México fortalezca su inteligencia comercial, identificando importaciones con contenido chino que podrían ser objeto de sanciones, y amplíe su diplomacia hacia regiones clave de Estados Unidos. Mostrar al sector privado estadounidense los beneficios de México como socio comercial será esencial para contrarrestar posibles tensiones.
Reflexión final: Más acción, menos reacción
México no puede darse el lujo de seguir reaccionando a los cambios globales como si fueran ajenos a su destino. El futuro dependerá de la capacidad del país para anticiparse a los desafíos, en lugar de responder a ellos cuando ya es tarde. Es tiempo de fortalecer las instituciones, desbloquear el potencial productivo y diseñar un sistema fiscal a la altura de las demandas actuales.
Las soluciones no son misteriosas, ni inalcanzables. México tiene las herramientas para dar este salto, pero requiere decisión y un esfuerzo colectivo. En un mundo cada vez más incierto, la construcción de un camino sólido hacia el crecimiento sostenible no es solo una opción; es una responsabilidad compartida que comienza hoy.