El reto de México: Equilibrio fiscal y oportunidades globales
Hace un año comencé mi colaboración en Arena Pública analizando las conclusiones preliminares del Fondo Monetario Internacional. Agradezco sinceramente a todos los lectores que me han acompañado en este camino, mostrando su interés continuo en temas clave para la economía de nuestro país.
El tiempo ha pasado rápidamente y una vez más estamos en ese momento en que el equipo del FMI realiza su visita anual a México, lo que es parte de nuestras obligaciones como miembros. Estas visitas culminan en un informe preliminar que luego se convierte en el reporte final para el directorio ejecutivo del FMI.
Al comparar este informe con el del año pasado la perspectiva ha cambiado de manera notable y no necesariamente para mejor. Mientras que en 2023 México mostraba un crecimiento del 3.2% impulsado por el consumo privado, la inversión y sectores clave como servicios y construcción, este año la historia es otra. El FMI proyecta una desaceleración pronunciada con un crecimiento de tan sólo 1.5%, a pesar de las políticas fiscales expansivas. ¿Qué ha cambiado? Además de los factores externos, las recientes reformas judiciales añaden un nivel de incertidumbre que podría influir en las decisiones de inversión y la estabilidad a mediano plazo.
A pesar de este escenario sombrío, el FMI sigue reconociendo el esfuerzo del Banco de México para controlar la inflación. El proceso de desinflación está en marcha y se espera que la inflación regrese al 3% en 2025. Sin embargo, los riesgos inflacionarios están lejos de desaparecer. Choques globales en los precios de la energía y los alimentos, así como la incertidumbre generada por las reformas internas, siguen pesando en el panorama.
Un punto donde la diferencia entre 2023 y 2024 es especialmente marcada es el de la política fiscal. El año pasado, el FMI contemplaba un déficit fiscal moderado del 3.9% del PIB, lo que permitía cierto margen para invertir en infraestructura y programas sociales sin comprometer la estabilidad fiscal. En 2024, la situación se ha vuelto más complicada: el déficit fiscal proyectado ha escalado al 5.9%, principalmente debido al aumento en el gasto en proyectos de infraestructura, apoyo a Pemex y programas sociales. Este incremento en el déficit está empujando la deuda pública hacia un 58% del PIB, una cifra que comienza a generar preocupación.
Aquí es donde el FMI insiste en que el apoyo a Pemex debe estar condicionado a la implementación de un plan de negocios sólido. Sin un cambio en su modelo actual, seguir inyectando recursos sin una estrategia clara sería solo un parche temporal. Recomienda la venta de activos no estratégicos y una revisión seria de las actividades que no están generando valor. Por ejemplo, las refinerías de Pemex han registrado pérdidas en los últimos años, lo que subraya la necesidad de reestructurar sus operaciones.
En el largo plazo, el desafío sigue siendo equilibrar el apoyo económico con la sostenibilidad fiscal. En 2023, el FMI destacaba que el gobierno había mantenido su compromiso de cumplir con las metas fiscales, lo cual generaba confianza en el manejo de las finanzas públicas. Sin embargo, en 2024, el FMI pone el foco en que la expansión fiscal no es sostenible a largo plazo. Recomienda implementar una estrategia de consolidación fiscal que reduzca el déficit por debajo del 3% del PIB. Esto incluye una reforma tributaria integral, la eliminación de exenciones fiscales y una mejora en la administración de impuestos.
Además, se mantiene la urgencia de realizar reformas estructurales. El FMI insiste en que aprovechar las oportunidades del nearshoring y la reconfiguración de las cadenas globales de valor depende de mejorar la infraestructura, aumentar la participación de las mujeres en la fuerza laboral y fomentar la inversión en sectores estratégicos. Sin embargo, añade la necesidad de abordar carencias de gobernanza, especialmente en Pemex, y mitigar los riesgos derivados de la inseguridad, la corrupción y la incertidumbre legal.
El diagnóstico del FMI para 2024, en gran medida, coincide con lo que otras instituciones y expertos económicos han venido señalando. Los retos en términos de crecimiento, inflación y la necesidad de consolidación fiscal son advertencias claras. Pero aquí es donde surge el verdadero dilema: no es que estos diagnósticos sean incorrectos, sino que las decisiones políticas que se están tomando parecen ir en otra dirección. En lugar de seguir una estrategia de moderación fiscal y reformas estructurales que lleven a una mayor productividad, el rumbo del gobierno sigue siendo expansivo, lo que genera preocupaciones legítimas sobre la sostenibilidad económica a largo plazo.
Es importante recordar que sobre advertencia no hay engaño. Las señales están ahí, claras y repetidas. Si no se abordan los problemas de fondo con decisiones acertadas, las consecuencias podrían ser mucho más graves en el futuro. Y es aquí donde debemos reflexionar como país. Si bien la inversión en infraestructura y los programas sociales son esenciales, debemos insistir en que estos esfuerzos vayan de la mano de políticas económicas sostenibles.
El panorama no es fácil, pero con decisiones acertadas y un compromiso compartido, México tiene la oportunidad de superar estos desafíos y forjar un futuro económico más sólido y estable.