El comercio bajo amenaza: ¿el principio del fin del orden global?

Los aranceles son un instrumento políticamente atractivo, pero son económicamente ineficientes en una economía moderna, dinámica y basada en los servicios como la de Estados Unidos.
7 Abril, 2025
Donald Trump.
Donald Trump.

El 2 de abril no fue un día cualquiera en la política comercial de Estados Unidos (EU). Fue, más bien, el equivalente a una declaración de independencia... pero del multilateralismo. Donald Trump anunció con bombo y platillo un nuevo paquete de aranceles que, salvo contadas excepciones, afectará a casi todos los países del mundo.

La justificación: una “emergencia económica” derivada del déficit comercial de 918 mil millones de dólares registrado en 2024. Y sí, invocó la IEEPA —esa ley que permite actuar bajo estados de emergencia— como base para su decisión.

¿Qué implican estas medidas?

  1. Arancel base 10%: A partir del 5 de abril se implementará un arancel base a todas las importaciones del 10%.
  2. Arancel adicional “espejo”: Cada país será gravado con un arancel adicional equivalente a la mitad del arancel que dicho país impone a EU. 
  3. No hay un objetivo o plazo definido, más allá de atender la emergencia y restablecer la seguridad y la reciprocidad.
  4. Exenciones a las nuevas medidas:
  • Acero y aluminio: mantienen su arancel del 25%.
  • Autos, autopartes: también con su 25%.
  • Fármacos, semiconductores, energía, minerales críticos.
  • Artículos bajo la Sección 232.

5. Cláusula de Represalias: Cualquier intento de “responder” a estos aranceles mediante restricciones comerciales u otras medidas activará aranceles adicionales.

México y Canadá, aunque están “exentos” por el T-MEC, tampoco salieron ilesos. Persisten aranceles del 25% vinculados a la lucha contra el fentanilo y la migración, aplicables a productos que no cumplan con las reglas del tratado. Y eso si al menos el 20% del bien viene de EU, lo cual la CBP tendrá que verificar...si puede. 

¿Es justo aplicar aranceles si otros países también los imponen?

A simple vista, suena lógico. Si te cierran el mercado, ¿por qué tú no puedes hacer lo mismo? Pero esto no es una partida de ajedrez con reglas claras. En la práctica, el comercio global es todo menos simétrico. No todos los países exportan lo mismo, ni en las mismas condiciones. Y aunque la “reciprocidad” suena bien en un discurso, rara vez se traduce en resultados equitativos.

Además, lo anunciado por Trump no fue parte de una estrategia técnica, ni mucho menos de una negociación multilateral. Fue más bien una lista tipo “ojo por ojo”, sin estudios de impacto, sin base legal clara y sin considerar compromisos con la OMC. 

¿Cómo afecta esto la economía de Estados Unidos?

Vale la pena mencionar que EU no es un país que dependa principalmente de la manufactura. Su fuerte está en los servicios de alto valor: banca, tecnología, entretenimiento, software. Estos sectores —que no están sujetos a aranceles— representan el 72% del PIB. Solo el 10% corresponde a la manufactura.

Esto cambia por completo el panorama. Porque mientras algunos países se protegen con aranceles para cuidar empleos industriales, EU compite (y gana) en sectores donde la protección no tiene sentido. Irónicamente, al imponer aranceles sobre productos importados, el país puede terminar encareciendo la vida del consumidor sin lograr su objetivo principal: generar empleos de calidad. Especialmente cuando ya está cerca del pleno empleo.

En resumen, los aranceles son un instrumento políticamente atractivo, pero son económicamente ineficientes en una economía moderna, dinámica y basada en los servicios como la de Estados Unidos.

¿Hasta qué punto ha sido esto más que la competencia extranjera la verdadera causa de la pérdida de empleos en EU? Existen varios estudios que sugieren que las pérdidas de empleo en la manufactura estadounidense se debieron al aumento de la productividad y la automatización. Así que la verdadera pregunta no es solo si se perdieron empleos manufactureros, sino si esos empleos siguen siendo deseables o viables en una economía altamente automatizada.

En las últimas décadas, las cadenas de suministro se han globalizado, moldeadas por la disponibilidad de materias primas, estructuras de costos y conocimientos regionales en manufactura. Tomemos el caso del sector automotriz: los vehículos ensamblados en EU tienen un gran contenido de partes provenientes del extranjero, dependiendo del modelo, con insumos provenientes de México, Canadá y Asia.

Lo que está haciendo EU es lo opuesto: intentar hacer todo, lo cual no tiene sentido en manufactura ni en agricultura, porque se puede obtener cuatro veces más barato en el extranjero.

Entonces, ¿Qué hacemos?

Sin embargo, a pesar de que no hace sentido, estas medidas ya son una realidad. No se trata de defender el libre comercio a ciegas ni de idealizar la globalización. Pero sí de reconocer que el sistema actual —con todas sus fallas— fue construido con una lógica de cooperación y reglas compartidas. Abandonarlo sin un plan claro puede traer más incertidumbre que beneficios. Hay que tener en cuenta que Estados Unidos solamente representa 13.2% de las importaciones mundiales. Esto implica que el 86.8% de las importaciones globales pueden continuar sin tener a Estados Unidos como eje central.

La gran pregunta es si aún existe voluntad —y liderazgo— para defender un sistema en el que las reglas valgan más que los impulsos. Porque si no, lo que está en juego no es el acero o los semiconductores. Es el orden mismo.

Delia Paredes Mier Delia Paredes Mier Delia Paredes apoya la toma de decisiones a inversionistas internacionales, líderes empresariales y gestores de activos a través del análisis económico desde hace casi 20 años. Es socia en TransEconomics, firma que brinda servicios de planificación patrimonial y gestiona activos alternativos. Es docente en la Universidad de Anáhuac y en el Tec de Monterrey. Miembro del Comité de Estudios Económicos en el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) y del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI). Delia Paredes es Maestra en Economía por la London School of Economics (LSE).