Crecimiento, finanzas públicas y grado de inversión

Con un crecimiento económico mediocre, finanzas públicas debilitadas y deterioro institucional, hacen difícil evitar la pérdida del grado de inversión en México.
30 Septiembre, 2024
La educación y capacitación de la población, fundamental para enfrentar los retos del crecimiento económico.
La educación y capacitación de la población, fundamental para enfrentar los retos del crecimiento económico.

Mucho se ha dicho sobre la importancia de la inversión para lograr un mayor crecimiento económico. Esta idea está asociada con el hecho de que mayor inversión se refleja en mayor acervo de capital por trabajador, lo que a su vez se traduce en una mayor productividad laboral. 

Teoría básica del crecimiento económico y la inversión

Sin embargo, desde hace mucho tiempo los economistas hemos aceptado la idea de que la producción se caracteriza por rendimientos marginales decrecientes. Por ello, argumentamos que un aumento del acervo de capital por trabajador tiene como consecuencia una disminución de la productividad marginal del capital. Más aún cuando la productividad de alguno de los factores de la producción aumenta la de otros insumos productivos se reduce. Tradicionalmente, esto se sustenta en dos supuestos: el primero es que la oferta de algunos factores de la producción es fija (el ejemplo de libro de texto es la tierra), y el segundo es que la producción exhibe rendimientos constantes a escala.

Este hecho fue reconocido por el modelo de crecimiento neoclásicos de Solow y Swan (ambos publicados en 1956). La predicción de este modelo es que, en el largo plazo, sin avance tecnológico la economía convergerá a un nivel de capital por trabajador y a una producción por trabajador constante como reflejo de lo que yo llamo la “maldición de los rendimientos marginales decrecientes”.

Esta convergencia de largo plazo se caracteriza por una situación en la que la inversión bruta es apenas suficiente para reponer la depreciación del acervo de capital y mantener el acervo de capital constante dado el crecimiento de la fuerza de trabajo. Solow llega a la conclusión que la única manera de aspirar a un crecimiento sostenido de la producción por trabajador es que ocurra un crecimiento sostenido de la productividad total de factores. Sin embargo, Solow no menciona qué factores determinan el crecimiento de la productividad total de factores. Sólo la asume como una variable exógena a su modelo, razón por la cual su modelo se ubica dentro de la categoría de los modelos de crecimiento exógeno. 

En el modelo en cuestión un aumento de la inversión provoca que se exceda la tasa de depreciación del capital y el crecimiento de la fuerza de trabajo, lo que incrementa un mayor acervo de capital y un aumento en la producción. Sin embargo, la productividad marginal de capital disminuye de tal forma que este empuje al crecimiento volverá a converger a un aumento de la producción igual al crecimiento de la fuerza de trabajo. No hay escapatoria para el nivel máximo que puede alcanzar el producto por trabajador y al acervo de capital por trabajador. 

Tasa de participación y envejecimiento de la población

Por otra parte, la fuerza de trabajo es sólo una proporción de la población total (la llamada tasa de participación). Si esta tasa de participación es constante, entonces el crecimiento del producto por trabajador coincide en el incremento de ingreso percápita. Sin embargo, muchos países avanzados (especialmente Canadá en el caso de Norteamérica, y una mayoría de países de Europa y de Asia) han venido mostrando desde hace décadas una disminución de la tasa de participación. De hecho, algunos de estos países ya muestran una disminución del tamaño de su población, al punto en que la tasa de participación también está descendiendo.

En México, el envejecimiento de la población ha venido avanzando a un ritmo acelerado. Hoy existen 13 millones de adultos mayores y se proyecta que para 2050 este número alcanzará los 50 millones de persones. También se proyecta una disminución de la población, de la fuerza laboral y de la tasa de participación. 

En términos de la teoría neoclásica del crecimiento, esto significa un menor acervo de capital por trabajador en el largo plazo y, por ende, un menor producto por trabajador y por habitante. Más aún, con el avance la medicina y la transición epidemiológica de la población, esta tendencia hacia un menor PIB por habitante en el largo plazo se acentúa. 

Inversión en capital humano

También se ha dicho que la inversión en capital humano puede promover el crecimiento económico. Pues bien, la extensión de Uzawa (1965) y Lucas (1988) que introducen la inversión en capital humano en el Modelo de Solow, no cambian las predicción del modelo neoclásico. La razón es nuevamente la existencia de rendimientos decrecientes en una mayor fuerza de trabajo. Estas predicciones se confirman por la evidencia empírica de Barro y Sala-i-Martín (1990) y Barro (1991).

Como quiera que sea, el monto de recursos que esta administración ha destinado al sector salud y a la educación es cada vez menor como resultado de un mayor gasto público en proyectos de inversión de dudosa rentabilidad y en programas sociales. Para colmo, la “nueva escuela mexicana” es un balazo en el pie. 

La efectividad de los programas sociales está en duda. Si bien se dice que 5 millones de mexicanos salieron de la pobreza, no puede soslayarse que el número de personas por debajo del umbral de extrema pobreza (alimentaria) se incrementó en 10 millones de personas, según la ENIGH 2022. Más aún, 49 millones de mexicanos perdieron el acceso a la salud y otros beneficios de la seguridad social. Quienes salieron de la pobreza fue porque perciben los beneficios de los programas sociales y de las remesas (que no son un logro del gobierno). Éstas transferencia no necesariamente promueven la movilidad social.

Por otra parte, el programa de jóvenes construyendo el futuro, al que pueden acceder con un salario mínimo mensual (el doble de la pensión de adultos mayores) quienes tienen entre 18 y 29 años, distorsiona severamente los incentivos para capacitarse, ir a la preparatoria o a la universidad, trabajar y ahorrar. Estos jóvenes serán la fuerza de trabajo del futuro. 

El capital humano se está depreciando rápidamente. La fuerza de trabajo tiene que estar preparada para enfrentar los retos del siglo XXI. Francamente, no veo cómo. Nuestros jóvenes deberían formarse en las carreras STEM (un acrónimo en inglés para “Science, Technology, Engineering and Mathematics”). Estas carreras son fundamentales para la innovación tecnológica y para poder asimilar y adoptar rápidamente la tecnología del resto del mundo que no vamos a generar por nosotros mismos. Estamos hablando de física, química, biología, biotecnología, astrofísica, medicina, odontología, informática, telecomunicaciones, análisis de sistemas, robótica, desarrollo web, etc.

A todo lo anterior se suma la falta de transparencia y rendición de cuentas de los programas sociales, cuya información ha sido recientemente reservada hacia la eternidad por decreto presidencial.  

Dado este deterioro (o rezago si usted gusta) en nuestra inversión en capital humano, las perspectivas de mantener el actual nivel de ingreso por habitante no son alentadoras.    

¿Por qué crecen las economías?

La historia demuestra que en los últimos 200 años todos los países han experimentado en un incremento sostenido en el ingreso percápita, en plena contradicción con las predicciones del modelo neoclásico de crecimiento. En otras palabras, ha sido el avance sostenido con el paso del tiempo de la productividad total de factores. Dicho de otro modo, no se han manifestado las profecías malthusianas del empobrecimiento de los países al ingreso de supervivencia ni la ausencia de crecimiento por habitante del modelo básico. Hasta muy recientemente, es decir hasta antes de esta administración, México no fue la excepción.

La evidencia empírica demuestra que las diferencias entre países en sus tasas de inversión física y en capital humano sólo explican una pequeña fracción de las diferencias en el ingreso por habitante. El modelo básico no proporciona una teoría del crecimiento a largo plazo en el ingreso percápita. Podríamos pensar que el mecanismo por el cual el ahorro conduce a la inversión en computadoras, fábricas y máquinas herramienta podría servir como un motor de crecimiento a largo plazo. Sin embargo, los rendimientos decrecientes de la acumulación de capital y la inversión de capital humano por sí mismos no puede sostener un mayor progreso en términos de PIB percápita en el largo plazo. 

En cambio, estos estudios muestran que las diferencias en la productividad total de factores, que hasta cierto punto siguen siendo un misterio, son el factor explicativo fundamental en las diferencias en el progreso económico entre países.

Fuentes del crecimiento económico en el largo plazo

Par explicar el crecimiento sostenido en la productividad total de factores los economistas han desarrollado nuevas teorías sobre el crecimiento económico (las teorías del crecimiento endógeno). Éstas teoría tienen su origen en un artículo de Paul Romer (1990), quien obtuvo el Premio Nobel en 2018. Según Romer, para explicar el progreso económico es fundamental hacer una distinción entre objetos e ideas. Los objetos incluyen la mayoría de los bienes con los que estamos familiarizados: teléfonos celulares, petróleo, energías limpias, aviones a reacción, computadoras, así como capital y trabajo del modelo de Solow. Las ideas, en cambio, son como instrucciones o recetas que tienen que ver con diseños para fabricar los objetos y la forma en que está organizada una sociedad para que las ideas, el conocimiento y la innovación prosperen.

Siendo así, las ideas no tienen por qué limitarse a las hazañas de la ingeniería. Las técnicas de gestión, organización, distribución, logística que hacen de Walmart, Amazon, etc. son ideas. También lo son los métodos de inventarios de los fabricantes de automóviles japoneses y los avances en las ciencias exactas.

La teoría moderna del crecimiento tiene implicaciones de gran alcance para muchas áreas de la economía, incluida la propiedad intelectual, el estado de derecho, la libertad, la democracia, el libre mercado, las instituciones, las políticas antimonopolio, el comercio internacional y el desarrollo económico.

El punto medular del crecimiento económico es promover las economías de escala (rendimientos crecientes en la producción) que contrarresten la “maldición de rendimientos marginales decrecientes”. No son los insumos los que generan el aumento sostenido del ingreso percápita sino el avance de la productividad total de factores que resulta de la innovación y mejores métodos de producción y organización social y un clima propicio para estas actividades.

Las teorías modernas de crecimiento endógeno destacan los beneficios de la investigación y desarrollo, la acumulación del conocimiento, la protección de los derechos de propiedad intelectual, las economías de aglomeración, las externalidad del conocimiento, la creación de nuevos productos que vuelven obsoletos otros productos (la “creación destructiva” de Schumpeter).

Un resultado común a estas teorías modernas es que el aumento sostenido de la productividad total de los factores y del ingreso percápita de la población está estrechamente vinculado con el crecimiento de la población. Según estas teorías, una mayor población aumenta la probabilidad de que ocurran nuevas invenciones y facilita la difusión del conocimiento y el surgimiento de nuevas ideas que se traducen en mayor progreso económico.

Esto último me lleva a reiterar la importancia una población mejor preparada para enfrentar los retos del siglo XXI. Los programas sociales de este gobierno, su nueva escuela mexicana, su humanismo mexicano, el descuido del sector salud, el deterioro del estado de derecho (ley de Amnistía, Ley de Amparo, Reforma Judicial, eliminación de entes autónomos, inseguridad y militarización, sustitución de importaciones, estrategia de energías fósiles, ausencia de coparticipación del sector privado en proyectos de infraestructura, etc.), la erosión de las instituciones, y las tendencias demográficas y epidemiológicas, no sólo nos condenan a no crecer, sino a experimentar una tendencia secular en el ingreso percápita de la población. Ello será un obstáculo para combatir la pobreza y promover la movilidad social de los más vulnerables. 

Finanzas públicas y crecimiento

Se anticipa que este año el déficit fiscal sea cercano al 6.9% del PIB (creo que será un poco menor y que no llegará a 6%). En 2023 ya vimos un deterioro del déficit fiscal importante. El gobierno federal ha venido registrando un déficit primario que no es suficiente para estabilizar la razón de deuda a PIB. Sin crecimiento económico, los intereses reales de la deuda pública seguirán promoviendo el aumento de la deuda pública como proporción del PIB y con mayor razón si no existe un superávit primario para cubrirlos.

El gobierno había dicho que buscará un déficit fiscal de entre 3 y 3.5% para 2025. Nadie se lo cree. De hecho, ya dejó entrever que la consolidación fiscal será gradual a lo largo de 2025-2030. En el mejor de los casos, presentará un déficit fiscal de 4.5% del PIB para 2025 en su paquete económico. 

No habrá crecimiento económico. Pero independientemente de lo que haga Banco de México con sus tasas de interés, todo indica que el gobierno federal seguirá con su estrategia de endeudamiento colocando bonos M a tasas fijas de 10% a plazos de 10 y 20 años. La prima de riesgo soberano que está pagando el gobierno para mantener su acceso a los mercados financieros es altísima y no tiene precedente desde la crisis de 1994. Además, ya vimos que estas tasas no responden significativamente a los recortes de la tasa de referencia del banco central.  Así que la carga de la deuda por cada peso de recaudación va a crecer. Sin crecimiento no hay más recaudación. 

¿Y el grado de inversión apá?

Las escasas perspectivas de crecimiento económico, aunado a los retos de las finanzas públicas, el deterioro en la credibilidad de las instituciones democráticas y la posible desaparición de los entes autónomos, así como las promesas de gasto de la nueva administración (10 proyectos de trenes faraónicos que podrían no cubrir sus costos de operación, 100 universidades del bienestar y los nuevos programas de apoyo a las mujeres, así como continuación de los programas sociales y los aumentos significativos en sus montos, así como el mayor gasto resultado de la reforma de pensiones que garantiza una pensión igual al última sueldo, etc.) nos colocan en una senda en que existe un alto riesgo de que las empresas calificadoras nos bajen las notas y, más temprano que tarde, perderemos el grado de inversión.

Aunque esto es un proceso relativamente secular hacia la pérdida del grado de inversión, resulta difícil imaginar algún evento catastrófico (de cola) que lleve a que esto ocurra pronto. El único que puedo imaginar es la presentación de un paquete económico para 2025 que no sea bien recibido por los inversionistas. 

Como quiera que sea, la pérdida del grado de inversión provocaría una crisis de enormes proporciones, comparable a la crisis de 1994, o incluso peor. No será una crisis financiera pues uno de los legados de administraciones anteriores es que contamos con un sistema financiero resiliente gracias a una regulación de vanguardia alineada con los estándares de Basilea III. Será, más que nada una crisis de confianza asociada con el deterioro institucional y la falta de claridad en las política económicas y públicas del obradorato.

Abraham Vela Dib Abraham Vela Dib Economista por el Tecnológico de Monterrey, maestro en Economía por el Colegio de México y doctor en Economía por la Universidad de California en Los Ángeles. Fue presidente de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR) desde 2018 hasta 2021. Antes, trabajó en el Banco de México y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Actualmente es profesor en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).