Más volatilidad a la vista
La Reserva Federal en Estados Unidos aumentó en 25 puntos base la tasa de interés en su última reunión de julio para ubicarla en 5.50%, tal como se esperaba y dejó la puerta abierta para alzas adicionales. Ahora existe un debate si debe o no incrementar la tasa una vez más en septiembre, pero el consenso es que ya sería el final del ciclo de alzas si no ocurre otra cosa.
La inflación ha caído, pero algunas presiones en energéticos persisten. Nada preocupante por ahora, ya que el mercado laboral está dando señales de menor dinamismo; más aún, todavía indica que la economía está en buen estado y la inflación sin alimentos y energéticos sigue a la baja. La probabilidad de ver una recesión está disminuyendo y lo más seguro es que se observe un “aterrizaje suave” de la economía con una menor inflación. Todo bien.
Los mercados estaban tratando de digerir qué implica un escenario tan benigno para la economía, cuando la calificadora Fitch decidió realizar una baja en la calificación crediticia de la deuda de Estados Unidos hace unos días. Los argumentos de la calificadora apuntan a una menor gobernanza que podría generar mayor incertidumbre sobre la calidad de la deuda de la nación más poderosa del mundo. Hay una fuerte radicalización política. Por ejemplo, el riesgo de que el Congreso no apruebe mayores ajustes al techo de deuda y se llegue a un impago es mayor. Todo esto en un contexto donde el gasto fiscal sigue creciendo y el déficit deteriorándose. Y si a eso le sumamos que el Tesoro ha tenido que aumentar el monto de bonos del tesoro a subastar para hacerse de más recursos, resulta un escenario nada favorable para las tasas de interés.
Como consecuencia, la famosa inversión de la curva (tasas de corto plazo mayores a las de largo plazo) que usualmente indica una recesión en la economía, puede revertirse en los siguientes meses. Si no hay recesión, la inflación tardaría más en disminuir y los recortes se retrasan. Y si a eso le sumamos los riesgos fiscales, las tasas de mayor plazo tendrían que aumentar. Eso haría que la curva se finalmente “se aplane”.
Desafortunadamente no es tan fácil como sugiero, ya que hay que confirmar si finalmente no hay una recesión cerca y, por otro lado, los choques inflacionarios relevantes tendrían que estar ausentes. Ante lo anterior, la volatilidad en los mercados financieros ha aumentado: las tasas de largo plazo han subido, las monedas emergentes se han depreciado y las bolsas han tenido movimientos erráticos.
En ese sentido, la volatilidad puede pronunciarse en septiembre. Lo que ayudaría mucho es que la Fed indicase finalmente el final del ciclo de alzas y que se mantenga con una guía que indique que se quedarán en 5.50% o 5.75%, según el caso, esperando una mejora en la inflación y que la política surta efecto. De no ser así, y deja la puerta abierta a más incrementos en la tasa, la volatilidad podría ser más intensa.
Finalmente, un escenario de mayor volatilidad e incertidumbre podría retardar recortes en la tasa de interés por parte de Banxico al final del año. Actualmente espero un primer recorte en noviembre. Sin embargo, aunque la inflación en México siga bajando, dudo mucho que la Junta del Banco de México se anime a recortar si la Reserva Federal no ha mandado la señal de que ha terminado de subir su tasa y la volatilidad es intensa. La Fed necesita ser más clara en septiembre y abonar a la certidumbre. Ya lo veremos.