Inflación: La difícil espera
Los seres humanos somos impacientes por naturaleza. No nos gusta esperar. En política monetaria y en los mercados financieros no es la excepción. Se viene un tiempo de espera, con bancos centrales en pausa, y es inevitable empezar a discutir potenciales recortes en las tasas. Hay algunas buenas razones para hacerlo.
Los choques que generaron el incremento de la inflación alrededor del mundo se están desvaneciendo. Las cadenas de suministro en el sector manufacturero se han normalizado tras el encierro de la pandemia, mientras que los precios de las materias primas han disminuido después del inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania en 2022.
La inflación está perdiendo fuerza alrededor del mundo: en mayo la inflación disminuyó a 4.0% en EEUU, a 5.8% en México y a 3.9% en Brasil, y los bancos centrales han entrado en una fase de “espera” aguardando observar mejores datos que indiquen que la inflación se consolidará hacia sus objetivos.
Y mientras esperan -y el mercado también- lo más preocupante para los bancos centrales son los llamados “efectos de segundo orden” derivados de esos choques, lo cual se reflejan en tasas de inflación sin energía y alimentos, e inflaciones subyacentes mostrando niveles mayores a las tasas de inflación total: la inflación sin energía y alimentos es de 5.3% en EEUU, por ejemplo, mientras que la inflación subyacente es 7.4% en México y 6.5% en Brasil. Estas tasas tardan mucho más en caer, y de ahí que se mantengan los riesgos de inflación “sesgados al alza” con los bancos alargando pausas.
En este contexto, un factor relevante son los mercados laborales que están apretados y el mayor riesgo es observar presiones adicionales derivadas del crecimiento de los salarios y de una demanda fuerte -particularmente en México y Estados Unidos- las cuales podrían detonar alzas adicionales en las tasas o alargar el periodo de espera. En México, los salarios están creciendo a tasas arriba de 9% anual en un mercado donde el desempleo está en mínimos históricos.
En EEUU los salarios aumentan al 6.0% anual con una tasa baja de desempleo en 3.7% con crecimiento del empleo todavía sólido. Sin embargo, ambos bancos centrales han decidido esperar con el dedo en el gatillo. Incluso, la Fed todavía podría subir las tasas un poco más, si es necesario. De ahí que el descubrir la tasa óptima de política monetaria es más bien una cuestión empírica. No hay reglas de dedo.
Mientras, los mercados y analistas hacen apuestas sobre la posibilidad de recortes. En Brasil, se espera el primer recorte de tasa en agosto. En México, a finales de este año. En EEUU a inicios del siguiente. Las apuestas están justificadas al observarse una menor inflación y porque la economía tendría que desacelerarse y el mercado laboral perder fuerza.
Eso lo comprobaremos en los datos del tercer trimestre y probablemente sea un proceso gradual. Un “aterrizaje suave”. Por otro lado, no se vislumbran choques adicionales en los precios ni a la actividad, y la inflación probablemente cierre el año en 3.0% en EEUU, 5.4% en Brasil, y en 5.0% en México, y continúe descendiendo en 2024. Las tasas bajarán.
En lo que se confirma la baja en inflación, los bancos centrales seguirán en modo defensivo, con tono fuerte, negando la inevitable posibilidad de que tendrán que recortar en algún momento -a no ser que ocurra algo extraño-. Es complicado convencer al mercado lo contrario, y poner “cara de póker”, pero ahí está la clave para que efectivamente se logre la convergencia de inflación que se desea de manera exitosa, que el mercado realmente crea a los bancos centrales que se van a mantener firmes y las tasas no bajarán antes de tiempo. Eso es lo más difícil. La Fed parece lograrlo, Banxico está en ese proceso.