Fentanilo y crisis del capitalismo
Hace ya 3 años reseñé aquí el libro de Anne Case y Angus Deaton, Muertes por desesperanza. Lo quiero volver a traer a la mesa porque el debate entre EEUU y México sobre la lucha contra el fentanilo tiene una estrecha relación con ese libro.
En ese escrito esos autores argumentan que la manera como evolucionó el capitalismo, al menos en los EEUU, dejó a una buena parte de la población en un estado de indefensión. Así, la innovación tecnológica trajo una recomposición importante del empleo, sobre todo porque muchas de las actividades productivas se automatizaron.
Se asumió, al estilo neoclásico, que los mercados reacomodarían de manera eficiente el empleo. Ello no sucedió así. Si bien el empleo reacomodó algunas ocupaciones, como lo señala el profesor David Autor del MIT, esa recomposición ha sido dolorosa para la población. Autor encuentra que el trabajo de calificación media tuvo que reubicarse en el sector que emplea calificación baja, y con ello, aceptar una reducción de salarios. (esto también lo reseñé hace 4 años).
Si se observa la conclusión tanto de Case y Deaton como de David Autor en el sentido de que la manera como evolucionó el sistema capitalista en los EEUU, éste trajo desesperanza para una buena parte de la población. Y en ese país que carece de escudos para enfrentar las vicisitudes de la vida (enfermedades catastróficas, desempleo, etc), porque el Estado norteamericano no ha sido capaz de brindarlas por distintos motivos en su historia, la consecuencia ha sido un incremento notable de la adicción a las drogas y de los suicidios.
Case y Deaton documentan que el único país avanzado cuya esperanza de vida se vio reducida es precisamente EEUU. Reitero, esos autores evidencian que el incremento de uso de drogas y muertes por ésta, así como de los suicidios, explican mucho esa reducción. Y acá el fentanilo juega un papel considerable, porque su uso mata.
Y hoy el gobierno norteamericano no reconoce que parte de la catástrofe que se da en su país por uso de fentanilo se debe a que no diseñó los paracaídas sociales para levantar a los que se van quedando atrás irremediablemente en su sistema capitalista, los que tuvieron que recurrir al uso de drogas y al suicidio. Y, con todo respeto (hoy que es moda esta forma de paralipsis), esto no es culpa de México. Basta leer el artículo de Barr en el Washington Post como para darse cuenta de una victimización estadounidense sin asumir responsabilidad alguna.
No se trata de exculpar a nuestro país que tampoco ha reconocido el problema de la violencia y sus causales. Hay mucha responsabilidad de este lado también, pero es necesario que el mundo repiense el tipo de capitalismo que queremos, y cómo vamos a lidiar con el estado de vulnerabilidad que siente la gente bajo los distintos sistemas económicos.
En México nuestra oposición, por ejemplo, no ha reconocido tampoco que ese sistema económico también trajo desesperanza a la población, la que se sintió (o siente todavía) tremendamente vulnerable bajo sus regímenes. Es este estado de ánimo (para usar palabras de Gustavo Gordillo) el que le dio el triunfo al actual presidente, que sí fue capaz al menos de identificarlo (aunque no de solucionarlo). Mientras la oposición no lo haga, no tendrán la menor chance con los desprotegidos.
En otro escrito argumenté la dirección que debiéramos de tomar: un capitalismo humano. Ojalá la sociedad mexicana nos sentemos seriamente a replantear el país que queremos. En mi opinión, no lo hemos hecho.