Cuatro estampas económicas del echeverrismo (1970-76)

Un político extraordinario, desperdició oportunidades, se dejó perder por una ambición desmedida y cerró su sexenio desprestigiado y con una profunda crisis económica.
18 Julio, 2022
Cuatro estampas económicas del echeverrismo (1970-76)
Cuatro estampas económicas del echeverrismo (1970-76)
Econokafka

Harold MacMillan, Primer Ministro británico entre 1957 y 1963, tenía una visión de estadista que ya desearían muchos gobernantes. Cuando un periodista le preguntó que era lo que más temía como jefe de gobierno, respondió simplemente: “lo inesperado, estimado muchacho, lo inesperado” (“events, dear boy, events”).

Seis años son muchos, podría incluso argumentarse que demasiados, para un gobierno. Al menos lo que no debe esperar ningún Presidente mexicano es que no habrá algo inesperado y profundamente negativo (aparte de sorpresas positivas, por supuesto). Solo por mencionar a los sexenios más recientes, para Ernesto Zedillo fue una feroz crisis económica al iniciar su sexenio (de la que en buena parte fue responsable), para Vicente Fox los ataques a las Torres Gemelas, para Felipe Calderón la Crisis Financiera Global y para Enrique Peña Nieto la elección de Donald Trump.

Luis Echeverría Álvarez tuvo de la misma forma varias sorpresas durante su sexenio. Un político extraordinario, desperdició oportunidades, se dejó perder por una ambición desmedida y cerró su sexenio desprestigiado y con una profunda crisis económica. Habría de vivir hasta hace unos días, siendo el primer Presidente de México en alcanzar los 100 años de edad. A diferencia de su contemporáneo en el poder, Richard Nixon (el primer y hasta ahora único Presidente estadounidense en renunciar al cargo), no pudo redimirse en el resto de su larga existencia (Nixon construyó una reputación posterior en materia de relaciones internacionales hasta su muerte en 1994).

 

Una oportunidad de oro… desperdiciada

Fue precisamente el entonces presidente Nixon quien ofreció a Echeverría, entonces con menos de un año en el cargo, una extraordinaria oportunidad que desperdició. Por más de un cuarto de siglo, el sistema económico mundial había tenido como uno de sus pilares los tipos de cambio fijos establecidos en el marco de los acuerdos de Bretton Woods en 1944: todas las monedas fijas contra el dólar estadounidense, este último fijo contra el oro, a un precio de 35 dólares por onza del metal amarillo.

Aunque ese cambio (dólares por oro) era exclusivo para gobiernos, totalmente vedado a ciudadanos, intermediarios financieros o empresas, eventualmente los desequilibrios económicos de Estados Unidos lo hicieron insostenible. Nixon eliminó esa convertilidad entre dólar y oro a mediados de agosto de 1971. No solo eso, decretó un arancel de 10% para todas las importaciones de su país.

El peso mexicano ya tenía 17 años fijo contra la divisa estadounidense a 12.50 pesos. Ya había cierta sobrevaluación y lo aconsejable era obviamente devaluar. Nixon ofreció la oportunidad literalmente dorada (al abandonar el oro) para hacerlo, fuese flotar al peso (como hicieron muchos otros países con sus monedas) o devaluar (por ejemplo, a 15 pesos por dólar) argumentando que así se compensaba el arancel estadounidense. Echeverría pudo argumentar (con razón) que Nixon no le había dejado alternativa. Pero se dejó llevar por la obsesión política de mantener el peso fijo. La devaluación llegaría casi exactamente cinco años más tarde, a fines de agosto de 1976, ya con un peso extremadamente sobrevaluado. Echeverría no pudo culpar a nadie más que a sí mismo.

 

El inicio de la inflación

El peso en parte se sobrevaluó en el sexenio porque Echeverría aumentó considerablemente el gasto público (a partir de 1972) sin aumentar el ingreso. Esto es, explotó el déficit fiscal. Parte lo financió ordenando al Banco de México imprimir dinero y parte endeudando mucho al país. En eso mucho le ayudó su Secretario de Hacienda y amigo de juventud, José López Portillo.

Fue el inicio de una larga era inflacionaria que seguiría con López Portillo y explotaría más al cerrar ese sexenio en 1982, además de dejar al país lastrado con una deuda externa brutal. La inflación se reduciría, con tropiezos, desde 1988 hasta el inicio del siglo XXI, con Vicente Fox. En mucho ayudó que Carlos Salinas de Gortari diera autonomía al Banco de México, con la prohibición expresa de financiar el gasto público imprimiendo dinero.

 

Los choques con empresarios

Como tantos gobernantes de izquierda de la época, a Echeverría le desagradaba el capitalismo y los capitalistas. Apasionado por redistribuir la riqueza (ajena, claro), en cambio consideraba a aquellos que la creaban como potenciales explotadores. El asesinato de Eugenio Garza Sada por guerrilleros que trataban de secuestrarlo en septiembre de 1973 representó el punto más bajo de esa tensa relación.

Echeverría no entendió, como algunos de sus sucesores, que la inversión privada es el motor del crecimiento. Pelearse con ese motor era frenar a la economía mexicana, como de hecho ocurrió entonces y también ocurre ahora.

 

Echeverría no supo del petróleo

En 1972 un pescador llamado Rudesindo Cantarell notificó a las autoridades de Pemex en Campeche que había un borbotón de aceite que brotaba en el mar. Incluso se le conoció como “la chapopotera”. Era, por supuesto, petróleo, mucho. Lo que sería conocido como el yacimiento Cantarell sería en su momento el segundo más grande del mundo.

A finales de 1973 estalló el precio del petróleo por conflictos en Medio Oriente y un boicot de naciones árabes contra aquellos que apoyaban a Israel. El precio se mantendría elevado por casi una década. Una lluvia impresionante de dinero para países petroleros, desde Arabia Saudita hasta Nigeria y Venezuela. Pero México era un productor menor, que apenas exportaba un poco de crudo.

Hay dos hipótesis al respecto. La primera es que Echeverría supo de ese yacimiento, pero prefirió ocultarlo para evitar presiones de Estados Unidos. La segunda y mucho más plausible es que se lo ocultaron para que no hiciera más locuras, ahora con dinero del petróleo. La ironía final es que si habría unas locuras extremas por parte del gobierno mexicano con el crudo (y los dólares) que proporcionaría Cantarell… con José López Portillo. El Director General de Pemex con este último, Jorge Díaz Serrano, ingeniero petrolero, sí sabía de “la chapopotera” y en muy pocos años transformó a México en una potencia exportadora de crudo. Finalmente, el petróleo resultó una maldición para el país, pero no ocurrió en el sexenio echeverrista.

Sergio Negrete Cárdenas Sergio Negrete Cárdenas Doctor en Economía por la Universidad de Essex, Reino Unido. Licenciado en Economía por el ITAM. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Profesor-Investigador en el ITESO. Fue funcionario en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Gobierno de México.

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