Nearshoring, Tesla y el agua de Monterrey: ¿Quién tiene razón?
Desde hace algunos meses uno de los temas que más se escucha en la agenda económica nacional es el nearshoring.
Nearshoring es un modelo de integración económica caracterizado por cadenas de valor más compactas con una menor distancia geográfica entre los centros de producción y consumo. El nearshoring busca una economía más resiliente ante choques como los que hemos vivido en los últimos años, tal como la pandemia y la invasión de Rusia a Ucrania, además de tener la ventaja de reducir costos de transporte, logística y de emisiones.
Los medios de comunicación no dejan de hablar del nearshoring, los escépticos se apresuran a afirmar que esto no cambiará nada en el país, mientras que la clase política no deja de hablar de la gran oportunidad que esto representa. En medio de este mar de información, la noticia de que el Sr. Elon Musk está considerando establecer una planta para la producción de vehículos eléctricos Tesla en el territorio nacional, ha sido una reafirmación del potencial de México bajo este modelo de globalización.
Después de que el que fuera el hombre más rico del mundo visitara Monterrey a fines del año pasado, el rumor de que la automotriz opte por ubicarse en ciudad ha tomado gran fuerza. Hay razones muy fuertes que hacen de la Sultana del Norte una ubicación ideal para este proyecto. La geografía y su cercanía con los Estados Unidos es sin duda un gran atractivo, pero a esto hay que agregar una buena infraestructura de transporte, que incluye excelentes conexiones al Golfo de México y al Pacífico, talento y capital humano alimentado por algunas de las mejores universidades del país, así como un ecosistema de proveedores para la industria automotriz muy bien establecido en el Estado.
Sin embargo, el sueño de una gigafactory en México, parece desvanecerse ante la polémica que se ha desatado entre el Gobierno Federal y el Estado de Nuevo León. La escasez de agua en el Estado y una eventual negativa del Gobierno Federal para otorgar los permisos necesarios para el mega proyecto ha tomado por asalto la discusión nacional. ¿Realmente el tema del agua es un problema? ¿O es una escusa más de Palacio Nacional?
Primero, lo fundamental: se necesita agua para producir automóviles. Se estima que la industria automotriz utiliza aproximadamente 4,000 litros de agua en promedio para producir un vehículo. La producción de baterías de ion de litio que requiere un vehículo eléctrico es intensiva en el uso del vital líquido. En su reporte de impacto, Tesla afirma que actualmente su consumo de agua por vehículo es 25% inferior al promedio de la industria durante 2021, aunque en el mismo reporte estima que el consumo de su gigafactory en Texas será más bien similar al promedio industrial.
No es la primera vez que Tesla enfrenta una polémica por su consumo de agua. En 2020, una corte en Alemania ordenó la suspensión de los trabajos de la gigafactory de Berlin-Brandenburgo por cuestiones ambientales, siendo uno de los temas fundamentales el consumo de agua y el impacto en la población local. Los jueces terminaron por permitir el proyecto; sin embargo, en 2022, en medio de una severa sequía en Europa, la escasez de agua fue una de las principales razones que demoró la apertura de la planta. Irina Engelhardt, directora del departamento de hidrogeología de la Universidad Técnica de Berlín, asegura que la planta aumentará el estrés hídrico de la región. Al fin de cuentas puede que no haya suficiente agua para todos.
Los problemas de agua para Tesla no terminan en Alemania, sus plantas en Texas y California, estados en severo estrés hídrico, presentan una problemática similar. De acuerdo con grupos ambientalistas, el crecimiento la problemática del agua en estos estados compromete seriamente los planes de expansión de la automotriz. Aunque el Sr. Musk públicamente ha minimizado el problema del agua, la realidad es que es lo suficientemente serio para que la automotriz tenga que invertir en soluciones técnicas complejas que minimicen el consumo de agua.
¿Qué nos dice esto para México y el sueño del nearshoring como motor del desarrollo? Hay dos realidades que no podemos negar. La primera es que al día de hoy el 82% del territorio nacional experimenta estrés hídrico, problemática que seguramente será más grave en el futuro debido al cambio climático. La segunda realidad es que las regiones con mayor potencial industrial, en el norte y centro del país, son particularmente vulnerables a la sequía. El reto del agua para Tesla, no es exclusivo a este proyecto, sino que se enmarca en una problemática más amplia entre desarrollo económico y el medio ambiente.
Existen posiciones entre ambientalistas que aseguran que hay una relación directa entre crecimiento económico, el uso de recursos y emisiones que es imposible de romper. Por lo tanto, la única manera de resolver nuestros problemas ambientales es reduciendo el tamaño de la economía. Otras posiciones son más optimistas y piensan que los avances tecnológicos nos ayudarán a superar las restricciones ambientales y poder continuar creciendo. El premio Nobel mexicano Mario Molina solía defender este punto afirmando en que no existe un dilema entre crecimiento económico y medio ambiente.
¿Quién tiene la razón? ¿Debemos rechazar una inversión potencial de 5,000 millones de dólares porque no hay suficiente agua? ¿O confiar en que la tecnología del Sr. Musk permitirá producir autos sin agua algún día? No soy tan optimista como el Dr. Molina, pienso que la crisis ambiental actual nos muestra que si existe un dilema entre economía y ecología. Sin embargo, pensar que debemos renunciar al desarrollo económico tampoco es correcto, sobre todo en países como México que aún padecemos grandes brechas económicas.
Para Nuevo León, esto significa que habrá que tomar decisiones difíciles, empezando por un tema muy complejo que nadie ha querido abordar. De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua el 58% del agua en Nuevo León se destina a distritos de riego y usos agrícolas. El dilema que enfrenta el estado es que no es posible mantener los acuerdos actuales de distribución del agua con una ciudad de 5 millones de habitantes y un PIB de 96,000 millones de dólares que aspiren a crecer. Nuevo León no puede producir naranjas y autos eléctricos al mismo tiempo.
Con este punto sobre la mesa, el debate sobre una estrategia nacional de desarrollo regional toma sentido. Es cierto que el sur, sureste es la región con más agua del país. ¿Cuál tendría que ser su verdadera vocación? Una agroindustria dinámica, capaz de generar empleos bien pagados y de calidad, que libere recursos hídricos en las cuencas de mayor estrés, debería ser la prioridad y punta de lanza de dicha estrategia.
Resolver estos retos demandaría un enorme esfuerzo de coordinación a través de una política industrial que involucre una gran alianza entre los tres niveles de gobierno, la iniciativa privada y el sector social. La economista italoamericana Mariana Mazzucato afirma que esta alianza no solo es posible, sino necesaria, de lo contrario el sueño del desarrollo continuará siendo evasivo.
La materialización de las oportunidades que nos trae el nearshoring y la relocalización de las cadenas de valor, al final de cuentas, dependerá de la visión y capacidad de nuestros líderes políticos, empresariales y sociales para aprovechar esta oportunidad, no solo para generar crecimiento económico, sino para reducir nuestra enorme deuda social con un desarrollo más equitativo.
Para conocer más sobre el nearshoring puede leer el artículo “Nearshoring: 10 preguntas y respuestas sobre el tema del que todos hablan”