Crece producción agrícola en México a costa del uso excesivo de agua
México registró el mayor crecimiento de producción agrícola a nivel mundial en la última década; pero el estrés hídrico también va en aumento ante la falta de políticas agrícolas para mitigarlo.
La producción agrícola en México registró una tasa de crecimiento anual de 3.08% entre 2010 y 2019, siendo superior al promedio mundial cuyo crecimiento fue de 2.18%.
Este aumento se debe a una mayor productividad del total de los factores, el incremento de factores primarios (mano de obra, tierra y capital) y un mayor uso de insumos intermedios (piensos y fertilizantes), de acuerdo con el reporte Agricultural Policy Monitoring and Evaluation 2022.Reforming Agricultural Policies for Climate Change Mitigation, publicado hace unos días por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Y es que el factor total de productividad (relación entre el volumen de la producción y la contribución combinada de los insumos utilizados) creció a 1.75% tasa anual durante este periodo, los factores primarios 0.96% y los insumos intermedios 0.36%. En contraste, a nivel mundial este crecimiento fue de 1.37%, 0.41% y 0.40% respectivamente.
Pese a que este factor posee el mayor crecimiento, es menor en comparación con la última década del siglo pasado, entre 1991-2000, cuando registró una tasa de crecimiento anual de 2.5%, según datos de la OCDE.
Con la tasa de crecimiento actual, la contribución de la agricultura al Producto Interno Bruto (PIB) ha aumentado desde 2000 cuando tenía una contribución del 3.3% del PIB. En 2020 fue de 3.8% del PIB; aunque aún por debajo del promedio de la OCDE, de 4.9%.
Pero al mismo tiempo que creció la producción agrícola en el país, también lo hizo el llamado 'estrés hídrico'; es decir, "la extracción de una cantidad excesiva de agua dulce procedente de fuentes naturales, en comparación con los recursos de agua dulce disponibles", según define la Organización de las Naciones Unidos para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Un estrés hídrico alto "puede tener consecuencias devastadoras para el medio ambiente y dificultar o incluso revertir el desarrollo económico y social", dice la organización en los objetivos del desarrollo sostenible.
“El estrés hídrico (en México) está muy por encima del promedio de la OCDE, y la agricultura es en parte responsable de esta presión debido a su alta participación en las extracciones totales de agua”, señala la organización.
Si bien en México la participación de la agricultura en la extracción de agua registró un descenso en 2020, ésta casi duplica el promedio de los países de la OCDE. En el 2000, esta participación era del 82% y para 2020 fue de 75.7%; en contraste, el promedio de la OCDE fue de 46.3% y de 43.7% respectivamente.
Por su parte la tendencia del estrés hídrico va en sentido contrario a la OCDE, pues en 2000 el estrés hídrico era de 15.6, no obstante para 2020 aumentó a 19.8, mientras que el promedio de la Organización estos valores fueron de 9.7 y 8.6, respectivamente.
Tendencia de las políticas agrícolas
Frente a este panorama, las políticas agrícolas actuales no contemplan los efectos del cambio climático y acciones para mitigarlo. El Programa Sectorial para la Agricultura y el Desarrollo Rural 2019-2021 tiene tres objetivos: mejorar la productividad agrícola para la autosuficiencia alimentaria, reducir las tasas de pobreza en las áreas rurales y aumentar los ingresos de los pequeños productores, se lee en el reporte.
Sin embargo, el mismo programa reconoce que “la satisfacción de la creciente demanda de alimentos y el logro de la autosuficiencia alimentaria generarán una presión importante sobre los recursos naturales”.
No obstante, “en realidad en muchos de estos programas de manera nominal dicen que el objetivo del programa es combatir el cambio climático, pero en ningún lado dice cómo; lo único que dice es que los agricultores van a transitar hacia una agricultura más sustentable, pero en ningún lado explican cuáles son esas estrategias específicas para que ellos lo logren”, dijo Isael Fierros, profesor-investigador adjunto de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, en una entrevista anterior.
Durante 2020, “las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) agrícolas representan el 14.6% del total del país, lo que es superior al promedio de la OCDE (9.7%) y también está por encima de su contribución relativa a la economía del país”, advierte el estudio. Lo anterior pese a que México se comprometió a reducir las emisiones GEI en un 22% y las emisiones de carbono negro en 51% para 2030, de acuerdo con la OCDE.
Además, “los objetivos de reducción de emisiones GEI en agricultura son 8%, dependiendo del apoyo internacional la reducción podría aumentar a 36% de las emisiones totales y a 70% de las emisiones de carbono negro”.
Sin embargo, para lograr estos compromisos asumidos para la reducción de emisiones GEI y adaptación al cambio climático, es necesario promover y difundir acciones para alcanzar estos objetivos: “el apoyo y la financiación para aumentar el uso de biodigestores en las explotaciones ganaderas y conservar y restaurar los pastizales son limitados o inexistentes en algunas regiones, por lo que estas medidas podrían ampliarse”, señala la OCDE.
Así mismo, reconoce que “se necesitan mejoras para garantizar que los programas cumplan con sus objetivos”. La OCDE señala que “el programa Siembra Vida necesita asegurar que no incentiva a los agricultores a deforestar sus parcelas para convertirse en beneficiarios”.
Otra recomendación de la organización con sede en París es que “condicionar los pagos a la implementación de una agricultura sostenible podría reducir el impacto ambiental del sector”; pero también incentivar las inversiones en infraestructura que cayeron de 284 millones de dólares (1991-1993) a 171 millones en 2021. “Éstos son cruciales para mejorar el desempeño del sector y crear un entorno propicio”, concluye la OCDE.