¿Nearshoring o near-choring?
El nearshoring, el proceso de relocalización de producción a centros cercanos al gran mercado de los Estados Unidos (EU), ha acaparado la atención generalizada en los últimos años.
Ríos de tinta y bytes han corrido al respecto. De sesudos análisis por parte de las instituciones públicas y privadas más prestigiosas a las pláticas coloquiales cotidianas, el nearshoring ha sido objeto de discusiones por parte de todos. Este fenómeno es como el legendario chupacabras de los 90s, todos hablan de él pero nadie lo ha visto con sus propios ojos. Esto deja muchas preguntas sobre la mesa: ¿Está sucediendo realmente? ¿Tendrá efectos significativos sobre la economía mexicana? ¿Será un evento transformacional o solamente pasajero? ¿Nos sacará de pobres?
Al hacer un repaso rápido de los análisis de las principales instituciones que han tratado de estimar el impacto del nearshoring sobre la economía mexicana como el BID, Banorte, Banxico, Bank of America, Citi, Deloitte, Morgan Stanley y otros, vemos que se espera en promedio un impacto directo por año de 5% en las exportaciones y 1.8% en el producto interno bruto en un horizonte aproximado de 5 años. Es natural que las estimaciones presenten una alta variabilidad, pues el nearshoring actúa por diversos canales sobre la economía y sus efectos pueden presentarse en distintos horizontes temporales. Además, no sería la primera vez que los economistas no nos ponemos de acuerdo.
Empecemos por poner todo en contexto con los números más sencillos. El nearshoring se genera en buena medida por el pleito comercial entre Estados Unidos y China, que ha llevado a que el primero busque importar menos del segundo y a promover producción en mercados más cercanos y amigables. Por ello, el nearshoring está emparentado con el friend-shoring y el allied-shoring, connotando no solamente la cercanía sino además los delicados asuntos geopolíticos de por medio.
Desde su pico en febrero de 2016 a la fecha, la participación de China en las importaciones totales de Estados Unidos ha caído en 6.3 puntos porcentuales, una pérdida equivalente a 250 mil millones de dólares por año. Al ver cuáles son los 10 países ganadores de ésta pérdida de participación, resulta que los 'nears' y socios México y Canadá solamente han obtenido 1.8 puntos porcentuales en el periodo, mientras que países como Vietnam, Taiwán, Irlanda, India, Tailandia, Corea, Singapur y Holanda (not so near) han ganado 5.2 puntos porcentuales en conjunto.
Esto significa que el nearshoring no es solamente un asunto de 'near' sino de otros factores que promueven la integración y que aquellos países que busquen beneficiarse de este proceso necesitan desarrollar otros factores. En este contexto, la ganancia de México de 1.5 puntos porcentuales es muy modesta e ilustra la necesidad de promover la inversión en forma más decidida. Pero eso no es todo, al analizar los patrones de exportaciones, se observa que los sectores que más han crecido son los de autos y manufacturas tradicionales (maquinaria, electrodomésticos, ropa, etc), mientras que aquellos con mayor valor agregado (electrónicos, semiconductores, aeroespacial, etc) no lo han hecho. No es de sorprendernos que, si bien la información anecdótica sugiere que han llegado muchas empresas a producir a México, sólo hayamos presenciado el tambaleante anuncio de Tesla hasta ahora.
Esto puede deberse a que los sectores de mayor valor agregado y sofisticación son más intensivos en capital que en mano de obra y requieren una mayor inversión a un plazo más largo. Ello requiere de certidumbre jurídica y política, elementos que se han deteriorado en los últimos años y no generan condiciones para inversiones de largo plazo.
No es por ser aguafiestas, pero el crecimiento de las exportaciones de menor valor agregado por parte de empresas que invierten con un horizonte de mediano plazo suena más al México maquilador de los 80s y principios de los 90s que al hub global que podríamos ser. El riesgo es que el nearshoring se convierta en un renacimiento de la maquila y no en un proceso de mayor alcance que involucre inversión de largo plazo, transferencia de tecnología, formación de capital humano, etc. En otras palabras, el riesgo es que aumente las exportaciones y los empleos por unos años pero no sea transformacional.
Todo esto nos lleva al tema de la inversión extranjera directa (IED). La IED neta que recibe China como proporción del PIB ha pasado de 4% en 2010 a un estimado de 0.6% en 2023, una disminución dramática. Si bien esto puede ser atribuido en buena medida al crecimiento del PIB y a la generación de fuentes internas de inversión, no deja de llamar la atención que este proceso de disminución se haya acelerado en los últimos años. En este contexto, sería de esperarse que México hubiera ganado participación en los flujos globales de IED como parte del nearshoring.
De acuerdo a los datos de la Secretaría de Economía, si bien la IED que recibe México se ha mantenido estable alrededor de 30 mil millones de dólares por año en los últimos 10 años, dos terceras partes se componen por reinversión de utilidades y transferencias entre empresas, mientras que solamente un tercio son nuevas inversiones. En otras palabras, esperaríamos que el nearshoring trajera una mayor proporción de “dinero nuevo” proveniente de empresas que buscan empezar a producir desde México para el mercado de EU. Esto no está sucediendo, pues se espera que en 2023 solamente el 9% de la IED haya provenido de nuevas inversiones. Es muy bueno que las empresas con presencia en México busquen reforzarla a través de reinversión de utilidades, pero la composición de la IED muestra que nuestro país no se está convirtiendo en un nuevo imán para la inversión.
Estas reflexiones tienen un tono negativo, pero ello no niega la gran actividad ligada al nearshoring que actualmente tiene lugar en México. Según un estudio de Prologis Research que considera seis de las principales áreas metropolitanas de nuestro país (Ciudad de México, Monterrey, Ciudad Juárez, Guadalajara, Reynosa y Tijuana), la tasa de desocupación de instalaciones industriales ha bajado de 9% en 2014 a 1% en 2023. De manera similar, el subíndice de FIBRAS de la Bolsa Mexicana de Valores (muchas de las cuales tienen ingresos importantes provenientes de las propiedades industriales manufactureras) ha tenido un incremento de casi 60% real de 2020 a la fecha. El nearshoring es negocio.
La moneda está en el aire. El nearshoring indudablemente trae y traerá grandes beneficios a México, pero que sea un proceso duradero y transformacional dependerá de las políticas de los próximos años. El contexto global es incluso más favorable que cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio a mediados de los 90s, el cual tuvo un efecto transformador que se ha venido agotando y requiere revitalizarse bajo una realidad distinta. De todo ello depende que el nearshoring no se quede en near-choring.