Nearshoring: Desafíos y oportunidades en la nueva era de la relación México-Estados Unidos
*En coautoría con Tony Payan1
El 17 de diciembre de 1992, George H.W. Bush de Estados Unidos, Carlos Salinas de México, y Brian Mulroney de Canadá se reunieron en Washington, D.C. para firmar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Esto era la culminación de años de negociaciones para un acuerdo con el que Norteamérica se preparaba para entrar en una nueva era de integración comercial.
Desde entonces, la relación comercial entre México y Estados Unidos se ha profundizado enormemente. Ambos países mantienen ahora una relación simbiótica por la integración de sus cadenas de valor, con el TLCAN como pieza fundamental en un mundo más unido económicamente. Ese mismo año, Europa firmó el Tratado de Maastricht, piedra fundacional de la Unión Europea. Un par de años más tarde, 194 países firmarían el Acuerdo de Marrakech que daría nacimiento a la Organización Mundial de Comercio.
Hoy, ese mundo globalizado de los años noventa, que buscó eficiencia y reducción de costos, se ve frágil. La pandemia de la COVID-19 nos recordó que las fronteras aún existen y no podemos contar con un mundo abierto bajo cualquier circunstancia. Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, la guerra en el Este de Europa, y la crisis ambiental ejemplifican la fragilidad de ese mundo.
Actualmente, las empresas priorizan la resiliencia de sus cadenas de valor sobre la eficiencia y la minimización de costos, pasando del “just in time” al “just in case”. En Estados Unidos, la respuesta ha sido la repatriación de cadenas de valor. Esto constituye un cambio fundamental en la manera en que la globalización y el comercio internacional han operado en las últimas décadas. El cambio es impulsado por una nueva política industrial en Estados Unidos con legislaciones tales como la CHIPS and Science Act y la Inflation Reduction Act que buscan la relocalización de las cadenas de valor a suelo estadounidense. Pero, la fragmentación de la economía global no sucederá sin costos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que una fragmentación del mundo en bloques regionales podría costar hasta un 7% del PIB global.
A pesar de este panorama, el fenómeno de la fragmentación del comercio global ha tenido un impacto favorable a México. En un entorno de bajo dinamismo comercial, las exportaciones de México se han disparado convirtiéndolo en el primer socio comercial de Estados Unidos. Asimismo, un flujo constante de inversiones ha tocado la puerta de México. Un ejemplo es la nueva planta de Tesla, que llegará al estado de Nuevo León con una inversión estimada de 4.5 mil millones de dólares. Y este no es un hecho aislado. Se espera que más de 30 a 40 proveedores automotrices de primer y segundo nivel lleguen simultáneamente con la nueva planta automotriz.
En México, este fenómeno se atribuye al nearshoring, que consiste en la relocalización de las cadenas de valor a países cercanos a los centros de consumo. Mucho se ha hablado de este nuevo fenómeno por la prensa y políticos en México, pero para entenderlo se requieren algunas precisiones.
Primero, la relocalización de las cadenas de valor es real, pero México no está dentro de los objetivos de relocalización impulsados por la nueva política industrial de Estados Unidos. Para este país, la prioridad es la repatriación de las cadenas de valor, no el nearshoring.
Segundo, es importante recalcar que México no es el principal destino de inversiones de las empresas que buscan la relocalización desde China. Los países del sureste asiático ocupan esta posición. Y aunque el impacto del nearshoring en términos absolutos es modesto, en términos relativos es significativo. Analistas estiman que el nearshoring podría representar un medio punto del PIB en la economía mexicana en el corto plazo. Para una economía que ha crecido a una tasa inferior al 2% en los últimos 30 años, este impacto es enorme. Y al considerar que este se está concentrando en algunos estados, el efecto regional puede ser mucho mayor.
Tercero, el nearshoring es resultado de un cambio en el entorno internacional ajeno a la dinámica económica de México. El nearshoring no es el resultado de un proceso de fortalecimiento institucional, o de inversiones estratégicas en infraestructura o talento. De hecho, las inversiones se encuentran con una economía que puede presentar cuellos de botella, e inclusive tener efectos negativos sobre los sistemas socioeconómicos del país. La presión de las inversiones del nearshoring podrían afectar no solo la infraestructura de logística y transporte, sino también la infraestructura básica urbana, como lo es el agua, saneamiento, y movilidad.
El fenómeno del nearshoring, que presenta desafíos y oportunidades significativas, se perfila como un hito en la relación económica entre Estados Unidos y México. Conscientes de esto, el Centro para los Estados Unidos y México del Instituto Baker de Políticas Públicas en la Universidad de Rice y el Tec de Monterrey han lanzado una iniciativa binacional para fomentar un diálogo enfocado en superar los obstáculos y potenciar una integración más estrecha en Norteamérica. Esta iniciativa busca establecer prioridades estratégicas y moldear la agenda binacional de cara a los procesos electorales de 2024, y preparar el terreno para un diálogo enriquecedor en vista de la primera renegociación del T-MEC en 2026, como lo estipula el tratado.
En este contexto, el Centro para los Estados Unidos y México del Instituto Baker de Políticas Públicas y el Tec de Monterrey organizan un taller binacional el 18 de enero sobre la formación de talento y su impacto en el nearshoring, reuniendo a académicos, empresarios y funcionarios públicos para abordar este tema, crucial en esta nueva fase de la globalización.
La meta es cultivar una relación económica basada en la cooperación profunda, cordialidad y equidad, lo cual es fundamental para una Norteamérica fuerte en el siglo XXI. La interconexión entre Estados Unidos y México, marcada por una historia compleja, un intercambio comercial significativo y lazos familiares estrechos, es más relevante en el nuevo panorama económico internacional. Este escenario es una ocasión para demostrar que, a pesar de los grandes desafíos, prevalece lo que nos une.
El nearshoring es una oportunidad clave para fortalecer los lazos económicos entre México y Estados Unidos en un contexto de cambios globales y desafíos compartidos. Si bien enfrenta retos, propone una ruta hacia un desarrollo económico más integrado y sostenible. La colaboración binacional y la inversión estratégica son esenciales para aprovechar al máximo las ventajas del nearshoring, convirtiéndolo en un catalizador de crecimiento y un vínculo reforzado entre ambas naciones.
Así, el nearshoring no solo redefine la geografía productiva, sino que también ofrece una oportunidad única para forjar una relación más sólida y equitativa, inaugurando un nuevo capítulo en la historia económica de Norteamérica.
1/ Baker Institute