Tesla y el Sur también existe

Hace ya un par de décadas que Enrique Dávila (QEPD), Georgina Kessel y Santiago Levy escribieron el artículo parafraseando a Benedetti “El Sur también existe” en la revista del CIDE[1].

Entre varios, el argumento principal es que había que emparejar la cancha entre el sur y el norte; y ello implicaba una serie de acciones como la construcción de infraestructura productiva (carreteras, FFCC, puertos y aeropuertos) y sobre todo remover la distorsión de precios relativos que el gobierno provoca con ciertos subsidios.

Este último punto es relevante en la discusión del caso Tesla. El presidente argumenta que es mejor instalar la planta de esa automotriz en lugares donde haya agua suficiente, mientras que Tesla solo observa la cercanía de Nuevo León con los EEUU. Para Musk el precio del agua no es un elemento para considerar.

Y no lo es porque el agua, sea para bombeo agrícola, o para uso industrial está subsidiada. Así, el diferencial de precios del líquido entre el norte que carece de agua, y el sur, donde abunda, disminuye, con lo que los precios relativos se ven afectados. La solución en realidad es disminuir drásticamente el subsidio del agua al norte de manera que el precio del agua refleje la escasez. Con ello, Tesla la pensaría dos veces en instalar su planta en un lugar donde el agua le costaría muy cara. De manera natural, es muy posible que sin el subsidio considerara el sur para su planta.

Pero, añaden Levy y sus coautores, además debe dotársele de carreteras intercostales, puertos y aeropuertos que faciliten el traslado de producción a los mercados importantes. Ello nivelaría la cancha entre el norte y el sur.

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Esta administración llegó con la intención de favorecer al sur. Esa iniciativa debiera haber sido bienvenida. No obstante, utilizó un mal diagnóstico y, por ende, una mala política pública. Tal vez, la obra menos alardeada es el corredor transístmico y es ésta la que más bien le hará al sur porque va en la dirección de Levy y sus coautores (quizá porque la propuso el presidente Zedillo, no la quiere promover, pero es infraestructura muy pertinente). Desconfiar de los diagnósticos rigurosos, y escuchar a quien le dice lo que él quiere oír ha sido el pecado del presidente. Al tiempo: el sur seguirá sin existir.

Esto nos lleva a examinar si el tren maya va en esta dirección. Lamentablemente el tren maya termina por estigmatizar al sureste mexicano: incapaz de albergar industria, por lo que se le debe tratar como un área exótica para que el turismo llegue.

Y el turismo en este país, se sabe, destruye medio ambiente y promueve especulación de la tierra, solo se tiene que ver qué pasó con Cancún, Tulum, Los Cabos y Acapulco, que son el símbolo de la destrucción ecológica y la especulación de bienes raíces, a pesar de ser intensivas en mano de obra.

Si siquiera hubiera estado de derecho efectivo, el turismo sería una industria sostenible que creara trabajos y al mismo tiempo respetara al medio ambiente. En México la industria turística es depredadora. Pobre del sur del país.