2023: El año de la IA

Un chatbot pudo haber escrito esta crónica. En años anteriores, esta afirmación hubiera sido desconocida, inhabitual y hasta imposible, pero en este no. 2023, el año que se despide, vio habitar y desarrollarse a una tecnología que permeó en todos los ámbitos de la vida: desde la música, la escritura, la composición, el arte en general; hasta los modos conversacionales más habituales que se impregnaron en la colectividad: La Inteligencia Artificial.
Irónicamente, la palabra del año fue “auténtico”, elegida por Merriam-Webster, una editorial estadounidense conocida por sus diccionarios, que fue impulsada en gran medida por historias y conversaciones sobre la Inteligencia Artificial, o en su diminutivo “IA”, también elegido por el Diccionario Collins como la palabra del año.
Paradójicamente la IA impulsó una palabra de genuinidad, cuando sectores como el musical, el de entretenimiento y hasta el periodístico, pelearon todo el año por el reclamo de la violación de derechos de autor de las obras creadas con IA, y denunciaban a las empresas desarrolladoras de fortalecer el aprendizaje de estos modelos con información y uso de recursos ajenos a ellas.
Sin duda un escenario peculiar, y diferente al resto. 2023 puede ser sinónimo de IA, y desde febrero veíamos pinceladas cuando Microsoft anunció la nueva versión de Bing, un buscador renovado, distinto a lo que habíamos visto todos estos años atrás. Una vuelta a la página se convirtió en un chatbot que le haría competencia a ChatGPT, de OpenAI, que llevaba unos meses de ventaja, y que puso la vara muy alta a lo que a bots conversacionales se refiere.
Pero mientras eso sucedía, en redes sociales veíamos imágenes popularizadas hechas con IA, una tendencia que duró todo el año, pero que se abrió con las llamadas “dinoprofesiones”. MidJourney, el actor detrás de estas obras, se convertiría en uno de los principales desarrollos de IA generadores de imágenes. Poco a poco se fortaleció la competencia, abriendo paso también a Dall-E, por ejemplo, en el mundo de creación de contenido visual.
Hoy en su #dinosección: las #dinoprofesiones 😍 pic.twitter.com/FxnoieSQnG
— Tiempo Libre GDL (@GdlTiempo) February 1, 2023
Pero marzo lo cambió todo. Marzo fue un parteaguas para los chatbots, desde que OpenAI presentó a ChatGPT-4, una actualización de su modelo anterior. Éste venía acompañado de una suscripción, pero prometía ser mucho más apantallante que el anterior, que ya era bastante impresionante por ser el primer modelo de IA abierto al público.
La competencia se hizo feroz, y quedó claro cuando Microsoft por fin abrió al público a su nuevo Bing, que ahora podía contestar preguntas muy al estilo de ChatGPT. Esto debido a la colaboración entre ambas empresas, Microsoft y OpenAI. A mediados de mes, Anthropic presentó a Claude, del mismo modo, un chatbot conversacional. La empresa es una competencia de OpenAI, aunque el modelo llegó a México hasta agosto.
Para el primer trimestre del 2023 más empresas se sumaban y se subían a esta ola de IA , entre ellas Nvidia, quien concretó una alianza con Microsoft, Google y Oracle para impulsar su supercomputadora de IA en la nube.
Mientras esto ocurría, un trasfondo incierto se asomaba al fondo: la regulación. A inicios del mes de abril ocurrió el primer veto de ChatGPT en Italia, y por primera vez se marcó un precedente de un país europeo en ponerle un alto al desarrollo, y poner en la mesa la preocupación por la privacidad de los datos de los usuarios. Para entonces ya existían pláticas sobre una primera regulación por parte de la Unión Europea, que no vio la luz hasta ocho meses después.
Pero el escrutinio fue abordado desde varios puntos. Mientras se abría la conversación de la IA y el “reemplazo” a los trabajadores, y mientras se impregnaba más en todos los aspectos, alrededor de mil expertos en inteligencia artificial y ejecutivos de la industria tecnológica, incluídos Elon Musk y el cofundador de Apple, Steve Wozniak, firmaron una carta abierta que pedía a los desarrolladores de IA pausar el entrenamiento de los modelos más potentes que GPT-4. Se atribuía al riesgo de “una carrera fuera de control”.
En mayo se llevó a cabo una reunión de líderes tecnológicos con el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, para apurar la regulación. Esta preocupación también quedó muy clara con las declaraciones de Sam Altman, CEO de OpenAI, quien se convertiría en uno de los personajes principales a lo largo del año. “Mi peor temor es que causemos un daño significativo al mundo", dijo de frente a senadores de EU, como una petición urgente a la regulación.
Pero la falta de regulación no parecía ser un freno para las empresas. Ese mismo mes Google lanzaba a Bard, su apuesta de bot conversacional, que tendría problemas desde su presentación desde un mes atrás, cuando en una publicación de Twitter pudo observarse cómo lanzaba información falsa.
Bard is an experimental conversational AI service, powered by LaMDA. Built using our large language models and drawing on information from the web, it’s a launchpad for curiosity and can help simplify complex topics → https://t.co/fSp531xKy3 pic.twitter.com/JecHXVmt8l
— Google (@Google) February 6, 2023
Hasta la primera mitad del año se pudo observar un incremento importante de las empresas que apostaban por la IA , una tras otra. No dejaban lugar a la imaginación. Cada chatbot tenía sus funcionalidades, y podíamos encontrar capacidades para generar redacciones, discursos, contestar preguntas, conversaciones triviales, consultas, consejos, y en fin. Una multiplicidad de tareas en la que cada empresa investigaba, desarrollaba e invertía para competir en este mercado aparentemente abundante, que atraía a cada vez más usuarios.
Pero de la mano del desarrollo surgían dudas y hasta inconformidades. Uno de los puntos de la Huelga del Sindicato de Guionistas (WGA) y el Sindicato de Actores de Cine-Federación Estadounidense de Artistas de Radio y Televisión (SAG-AFTRA) que congeló la industria del entretenimiento era, precisamente, un escrutinio sobre las regulaciones para la inteligencia artificial (IA).
Y es que uno de los escenarios más fructíferos para IA , además de los chatbots, fue su incursión al arte y al entretenimiento. El vocalista de The Police, Sting, fue uno de los artistas que advirtió sobre la “batalla” por defender su trabajo contra las canciones escritas por estos desarrollos, en la que todos deben ser muy cautelosos.
Desarrollos como Uberduck, que pueden recrear las voces de famosos, fueron utilizados para reemplazar artistas, como la ocasión en la que David Guetta utilizó el desarrollo para simular la voz de Eminem.
Pero no todo fue completamente controversia, pues la IA fue una herramienta para la música, como pasó con el estreno de “Now And Then”, el último lanzamiento de The Beatles en la que se utilizó la IA para recrear la voz del mítico John Lennon.
Para la segunda mitad del año, mientras el mundo veía la transformación de Twitter a X, y la revolución tecnológica de los visores de realidad mixta, la IA no se quedó nunca atrás. En junio se anunciaba que ChatGPT debutaría como asistente de voz de los vehículos Mercedes Benz, a la par que Meta dejaba de lado el metaverso para presentar un modelo de aprendizaje automático llamado Joint Embedding Predictive Architecture (I-JEPA), que buscaba una visión de la IA “más humana”.
Otra de las propuestas más controversiales de este año fue Genesis, de Google, un sistema basado en IA que fue presentado a un grupo de medios de comunicación, incluyendo The Wall Street Journal y The Washington Post. Este nuevo producto prometía tener la capacidad de utilizar tanto "detalles de acontecimientos actuales" como información de archivos para generar contenidos noticiosos y periodísticos.
La incursión de la IA en el periodismo fue materia de debate durante todo el año, pero en especial en la recta final, con dos sucesos imprescindibles: el primero la asociación entre OpenAI y Axel Springer, compañía de medios de comunicación, para permitir a OpenAI incorporar artículos de las publicaciones de Axel Springer, como Business Insider y Politico, en sus productos, incluido ChatGPT.
El segundo, fue la demanda recientemente emitida por el periódico New York Times contra OpenAI por entrenar sus modelos con información exclusiva del medio, sin ninguna compensación a cambio.
El enfoque de ambos sucesos pone en la mira el trabajo periodístico, y el negocio de los medios, que pudiera verse afectado debido a esta tecnología. También se puso en la mesa cómo afectaría a los usuarios que se benefician de esta tecnología, al amenazar “el periodismo de calidad”.
A la par de estos riesgos, en esa segunda mitad del año, llena de polémica por cierto, pudieron percibirse más deepfakes que de costumbre, hechos con IA, y se habló de un inminente peligro rumbo a un periodo electoral que se avecina en 2024. La manipulación de la opinión pública y la influencia de esta tecnología en los votantes, podría poner en riesgo la democracia.
Y es que hablar de un sólo riesgo es difícil e imposible. Cada esfera tiene sus propios riesgos, aunque en específico en periodos electorales, la IA podría estar apuntando a elecciones como nunca antes las hayamos visto y percibido.
El año, lejos de cerrar tranquilamente, cerró con noticias significativas. Después de la crisis que vivió OpenAI después de la abrupta expulsión de su CEO, de la reacción de Microsoft, y de la reivindicación; la llegada de una primera legislación de IA por parte de la Unión Europea al fin se hizo presente.
Si hubo un parteaguas en la regulación, no fue hasta el último mes del año, cuando por fin se tuvieron bases un poco más claras para legislar en materia de protección de datos, y el impacto a los derechos fundamentales como consecuencia del uso y desarrollo de estos modelos.
Naturalmente, el derecho siempre llega tarde, porque antes, debe existir un precedente. Así, el año estuvo repleto de inversiones, pruebas, lanzamientos, errores, subidas y bajadas.
El próximo año despierta incertidumbre, ya que esta primera legislación entrará en vigor hasta 2025, sin embargo, puede que se sumen más países a esta iniciativa en busca de un uso responsable de la IA.
2023 se despide, pero no en vano. Como ocurrió con eventos tecnológicos como el internet, o el nacimiento del teléfono celular, seguro lo que vemos es apenas un inicio de lo que será la transformación y el nacimiento de una era.