¿La séptima burbuja de Bitcoin?
Arranca de nuevo la euforia. Bitcoin rebasó la barrera de los 30 mil dólares (aunque hoy cotiza ligeramente abajo de ese nivel), un precio no visto desde junio de 2022, cuando estaba en caída libre tras alcanzar alrededor de 69 mil dólares en noviembre de 2021, una cifra que representa su máximo histórico. Más de un año ha transcurrido en que ha privado el pesimismo sobre las perspectivas del famoso activo financiero (denominarlo “moneda” es estrictamente hablando un error o, en todo caso, una exageración).
Se atribuye a Mark Twain haber dicho: “las noticias sobre mi muerte son muy exageradas”. Así con Bitcoin, que resucita una y otra vez entre las criptos, varias de las cuales realmente están ya definitivamente enterradas, puede decirse que en esa enorme cripta siempre disponible para las criptos. No es el caso de la primera de todas ellas, que se mantiene con diferencia como las más famosa e intercambiada.
El atractivo del casino
El mito de Bitcoin en buena parte se ha desvanecido. Abrió la brecha sobre la existencia de activos financieros no emitidos por una autoridad gubernamental, como es destacadamente un banco central. Por años se le presentó como la moneda del futuro. Lo que queda, como dijo Warren Buffet hace unos días, es el atractivo del casino. La gran mayoría de las persona desea, naturalmente, ganar dinero y hacerlo rápido. Esos activos tienen tal volatilidad que la ganancia en muy poco tiempo es posible, como por supuesto lo es el perder dinero a la misma velocidad. Es un volado con un activo cuya evolución se sigue ansiosamente en la pantalla de una computadora.
Hay dos explicaciones sobre el repunte de Bitcoin, ambas peculiares y con poca lógica financiera. Una es que la inflación está disminuyendo y que por tantos los bancos centrales están por detener las alzas en las tasas de interés, lo que popularmente se ha conocido como la “tasa pico”. Uno pensaría que, al contrario, Bitcoin subiría al aumentar la inflación, como un activo refugio ante un fuerte aumento de los precios (como el oro, que es como muchos quisieran ver a Bitcoin) o cuando las tasas de interés están extremadamente bajas.
La otra razón que se argumenta es el reciente susto en el sistema bancario estadounidense con la quiebra de un par de bancos, destacadamente el Sillicon Valley Bank, así como los severos problemas del banco Credit Suisse. Resulta, entonces, que ahorradores potenciales tienen más temor de que quiebre su banco (que tiene supervisión del gobierno y un seguro de depósito) que poner su dinero en Bitcoin, y en un área financiera con quiebras tan espectaculares como la de FTX, sin ningún seguro de depósito o nada remotamente parecido.
¿Qué dicen ambos argumentos? Que lo que sea es bueno para justificar que Bitcoin está al alza.
¿Nueva vuelta a la rueda?
Ciclo alcista que, de tener lugar, marcará una nueva burbuja para Bitcoin. En otras palabras, una fuerte subida en el precio, seguido eventualmente de un desplome igualmente espectacular. Van varias veces que esta montaña rusa se repite, habiendo ocurrido en 2010, 2011, 2013 (dos veces), 2017 y 2020-21, siendo las dos últimas las más espectaculares. Esta sería la séptima burbuja.
No deja de ser irónico que muchos entusiastas de Bitcoin y de otros activos cripto argumentan que el dinero emitido por un banco central no tiene valor alguno, aparte del peligro inflacionario que puede carcomer el valor de las monedas nacionales. Lo cierto es que Bitcoin mantendrá su valor en tanto otras personas crean que vale, y paguen por poseer el activo (la gran mayoría de ellos con ese dinero emitido por gobiernos, lo que no deja de tener su ironía). Sobre el futuro valor de ese activo virtual, hay quienes dicen que eventualmente un bitcoin valdrá cero, mientras que otros pronostican un valor superior al millón de dólares.
Sea cero o más de un millón, cualquiera de esos precios estaría muy lejano en el tiempo. Por lo pronto, haber sobrepasado los 30 mil dólares está desatando de nuevo el entusiasmo de tantos que desean la riqueza rápida. El cielo es el límite para las alturas que puede alcanzar la séptima burbuja, que siempre está el suelo al que se puede regresar tras la explosión.