Regulación equilibrada, el desafío para la competitividad digital
Si México desea mejorar en competitividad digital, debe encontrar un mejor equilibrio en las regulaciones internas del mercado online.
En su edición 2021 del World Digital Competitiveness Ranking, IMD (Institute for Management Devolopment) colocó a México en el lugar 56 de 64 países evaluados según su nivel de competitividad digital. Es decir, no solo está entre las 10 naciones con peor rendimiento, sino que también empeoraron las condiciones del mercado con respecto al reporte de 2020, cuando se consiguió calificar en la posición 54.
Entre los desafíos que se detectan en este estudio para México, según el mismo IMD -con sede en Suiza-, está el desarrollo de mejores marcos legales en cuestión de justicia, democracia y seguridad para reducir la incertidumbre de negocio, así como la falta de reformas estructurales en algunos sectores clave para el desarrollo de la competitividad digital.
Dichas sugerencias en pro de la regulación en el país parecen contrastar con los reclamos de otros agentes que han señalado que muchas de las nuevas iniciativas legislativas en México tienen el potencial de afectar el nivel de competencia a futuro. Estas incluyen propuestas para regular la publicidad digital, las plataformas de intermediarios en línea, y las redes sociales.
Esta delgada línea regulatoria entre monitorear y fomentar la competitividad digital es clave en México y el resto del mundo. De acuerdo con Sissi de la Peña, gerente regional de comercio digital de la Asociación Latinoamericana de Internet (ALAI), desviarse de este equilibro puede terminar por afectar a la mayoría.
“No es que no se regule, pero tampoco que se regule mal. Muchas veces se regula con base en una situación individual o en torno a una situación ideológica con poco sustento científico. Y es ahí donde está el problema. Al regular desde un solo punto de vista, resultas dañando a la mayoría, la gente con menos privilegios y menos acceso a la justicia, a reclamos […]. En el afán de defender los derechos de unos cuantos, puedes afectar los derechos de los demás”, asegura.
Regulación vs innovación: Un reto global
Estas discusiones no son únicas de México. Voces en todo el mundo replican tanto la preocupación de que no haya suficiente regulación de los canales y agentes digitales como el miedo a que un acercamiento exagerado de las autoridades distorsione el mercado.
Como hasta ahora el buen comportamiento del mercado digital se ha llevado a cabo principalmente de forma voluntaria y a través de iniciativas de autorregulación, la Organización Europea de Consumidores (BEUC) apuntó que este enfoque no es suficiente, llamando por más reglas a los gigantes digitales. La organización Brookings Institute fue un paso más allá, sugiriendo el establecimiento de una agencia federal específicamente diseñada para lidiar con las Big Tech.
Varios estudios serios han demostrado que una regulación demasiado laxa llevar a la pérdida de competitividad. Un reporte realizado por la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) señalaba en 2018 que estrategias como las fusiones y adquisiciones, incluso cuando supuestamente están motivadas por el deseo de obtener innovaciones desarrolladas por startups e integrarlas a un negocio más grande, no siempre conlleva al uso extenso de dicha tecnología.
Por su lado, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) advierte que, sin legislación preventiva que busque evitar que ocurran incidentes anti-competitivos, los países se arriesgan a tener que invertir significativo tiempo y recursos para arreglar los problemas una vez que se presenten y se reconozcan como tales.
Pero del otro lado de la moneda, comisionados de competencia en Alemania y Japón han repetido que la sobrerregulación del mercado puede llevar a limitantes importantes en la innovación. Un enfoque que, al evitar el desarrollo de nuevos productos y servicios más baratos y útiles a los consumidores, terminará por afectar negativamente a sus bolsillos.
Y también hay reportes sobre cómo una regulación inadecuada tiene efectos nocivos en la competitividad, no solo a nivel digital sino para la economía en general. De acuerdo con un estudio de la Organización para la Competencia y el Desarrollo Económicos (OECD), reglas demasiado ambiguas podrían crear barreras de entrada para jugadores que podrían incrementar la cantidad de jugadores en el sector, indirectamente beneficiando a los líderes establecidos.
Por otro lado, la Iniciativa en la Economía Digital del MIT apuntó que las regulaciones en Europa para verificar la confiabilidad y robustez de las soluciones de Inteligencia Artificial (IA) aseguraban que solo los más grandes competidores de la industria pudieran siquiera considerar llegar al mercado, lo que sacaría a los agentes más pequeños del juego y eliminaría la posibilidad que desarrollos que dependen de extensos periodos de prueba y error puedan crecer.
De acuerdo con Sissi de la Peña, todo el mundo aún lucha por encontrar un balance entre regulación e innovación porque el desarrollo del ecosistema digital está más cercano a una transformación en cómo se concibe la humanidad a sí misma que a una tecnología más.
Asegura que es un tema “más filosófico”, equiparable a la invención del fuego, la rueda, la imprenta y la industrialización; pues “el internet ha sido un parteaguas en cómo la civilización se va desarrollando, en cómo somos y cómo nos comportamos en la sociedad […]. Y se vuelve complejo porque, con la masificación […] y entre más opiniones tengas, es más difícil llegar a una solución de definir, como sociedad, quién eres”.
Cómo caminar en pro de la competitividad global
Si bien no hay soluciones concretas desarrolladas, sí se han presentado ideas generales de cómo se podría desarrollar la regulación digital para fomentar la competencia sin dejar a los consumidores y los nuevos rivales a merced de los líderes del sector.
Por ejemplo, el Harvard Business Review (HBR) sugiere seguir algunos lineamientos clave a la hora de definir nuevas regulaciones para el sector digital. Entre ellos, enfocarse en por qué un ecosistema es competitivo o no, en lugar de simplemente centrarse en los agentes que están dominando el mercado; así como establecer sistemas de responsabilidad sin exigir a las plataformas que se comporten de una u otra manera, para así no limitar su campo de acción.
Lo anterior exigiría, como apunta la firma, Bearing Point, un acercamiento mucho más flexible a la forma en que se diseñan las leyes y regulaciones en materia de competencia digital. Solo con periodos más rápidos de legislación se podría aspirar a mantenerse al ritmo de cambio de los ecosistemas digitales.
Para el caso específico de México, Sissi de la Peña reafirma que el gran reto sigue siendo la definición de regulaciones basadas en ideologías y opiniones únicas. Señala que “mucho de lo que ha sucedido en México es que las normativas se aprueban de forma inmediata y no se aprueban con la comunidad académica, las empresas o el consumidor. Tienes una normativa basada en una sola opinión, cuando no todo el país está bajo una misma ideología, una misma lógica”.
Por eso, lo más importante es “el diálogo y la información veraz de qué son estas iniciativas. Como público, es crucial que estemos bien informados de lo que está sucediendo […]. Hay que tomar un juicio de valor, un criterio propio, y fomentar la discusión”.