Fracasos distributivos y catástrofes electorales
Los logros distributivos de la presente administración se comparan muy favorablemente con los de los gobiernos del PAN y el PRI de inicios del presente siglo. Con esta base, las promesas de campaña de la coalición opositora resultaban poco convincentes para los votantes. El fracaso redistributivo de los gobiernos anteriores permite entonces entender mejor la catástrofe electoral que sufrieron sus partidos.
Entre 2018 y 2023, el gasto público en salud aumentó 0.4 puntos del PIB, el educativo se redujo en 1.4 puntos, las remuneraciones a los asalariados se incrementaron en 2 puntos y las transferencias por programas sociales subieron casi un punto. Antes de las elecciones, el gobierno actual había materializado una mejora neta de alrededor de 2 puntos del PIB en elementos clave para el bienestar, y ofrecía defenderla y ampliarla con su candidata.
En su campaña electoral, la candidata opositora ofreció elevar el gasto público en salud, educativo y en transferencias monetarias, aunque con distinto grado de precisión, pues si bien en salud habló de gastar más de diez veces lo que este gobierno alcanzó, en educación y apoyos en efectivo no era muy claro su compromiso presupuestal. En todo caso, sus promesas tenían que evaluarse de acuerdo con el récord de los partidos que la postulaban.
Entre 2000 y 2018, con gobiernos del PAN y el PRI, se aumentó el gasto público en salud 0.7 puntos del PIB, en parte debido a la creación y expansión del seguro popular. En cuanto al gasto educativo, esta expansión fue de 0.3 puntos del PIB, en alguna medida por políticas de apoyo a las escuelas de tiempo completo. Cabe mencionar que los principales aumentos se dieron durante los gobiernos del PAN y se revirtieron parcialmente con el PRI.
En lo que se refiere al ingreso, la coalición opositora no mostró un claro compromiso sobre los aumentos de los salarios mínimos, aunque prometió mantener las transferencias monetarias. La historia muestra que entre 2000 y 2018, con los gobiernos panistas y priísta, las remuneraciones a los asalariados se redujeron casi 4 puntos del PIB, si bien se incrementaron las transferencias monetarias en casi medio punto.
El recuento de los aumentos del ingreso laboral y del gasto social muestra que, en cinco años, el gobierno de Morena trasladó un importante saldo de recursos a la población para su bienestar, mientras que las administraciones del PRI y el PAN lo redujeron en 2.5 puntos del PIB en el curso de 18 años. Para el votante, esta comparación daba poderosas razones para desconfiar de las promesas de la oposición y elegir la continuidad.
Lo anterior no implica que el poco incremento reciente en el gasto en salud haya sido adecuadamente gastado, ni que la caída en el gasto educativo no vaya a comprometer la movilidad social de las futuras generaciones, ni que las nuevas transferencias monetarias hayan dado prioridad a los más pobres. Tan sólo significa que, en el agregado, el gobierno actual aumentó el monto de recursos para el bienestar como no se hizo antes.
El gobierno de López Obrador está lleno de oportunidades perdidas para incrementar el bienestar profundizando el combate a la desigualdad y a la pobreza, pero aún con todas sus ineficiencias dio resultados tangibles. En cambio, el fracaso distributivo de las pasadas administraciones del PAN y el PRI hizo muy difícil creer en las promesas opositoras, lo que ayudó a prolongar su declive electoral hasta convertirlo en una verdadera catástrofe.