Valor del trabajo doméstico se disparó 20% en 2020 y fue 60% más que las manufacturas
La pandemia redujo el trabajo en las fábricas y oficinas, pero aumentó fuertemente el que se realiza en los hogares.
Durante 2020 el llamado Trabajo No Remunerado -labores domésticas y de cuidados realizadas por la población de 12 y más años de edad- alcanzó un valor total de 6.4 billones de pesos que fue equivalente al 27.6% del Producto Interno Bruto (PIB), esto es 4.7 puntos porcentuales más que en 2019 que fue de 22.9%. El incremento en valor de este tipo de trabajo fue de 20% en el año de la pandemia, según los cálculos realizados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
El aumento histórico de la proporción de este tipo de cuidados se debió tanto al incremento en las horas de trabajo no remunerado dedicadas por la población durante la pandemia y, por otro lado, una menor base derivada de la contracción del PIB durante el confinamiento masivo.
El valor del Trabajo No Remunerado incluso fue 60% mayor al valor generado por la industria manufacturera, uno de los pilares económicos del país con una aportación del 17.2% en dicho año y similar al 25% del PIB nacional aportado por la Ciudad de México y el Estado de México en 2019.
Dentro de las actividades domésticas, las que presentan la mayor contribución al valor económico del trabajo no remunerado son los cuidados y apoyo con 27.9%, seguido de la actividad de proporcionar alimentos con 21.8% y las actividades de limpieza y mantenimiento de la vivienda que contribuyen con 20.7%.
Quienes se dedican al trabajo doméstico, coloquialmente llamados amas y amos de casa, no solo se dedicaron más al hogar debido a la atención de los hijos -quienes dejaron de ir presencialmente a la escuela- y a la limpieza doméstica, sino que la propia naturaleza del encierro provocó que el principal aumento en su carga de trabajo fuera el trabajar como enfermeros familiares.
“Con la pandemia, en 2020 hubo un aumento en las horas totales de trabajo no remunerado en los hogares: 2.9% al pasar de 2,794 millones de horas en 2019 a 2,875 m en 2020; los mayores aumentos de dieron en cuidados de salud (9.4%), limpieza y manto de la vivienda (7.5%)” comentó en Twitter, Julio Santaella, presidente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
El costo de la desigualdad de género en el trabajo doméstico
Si el trabajo doméstico fuera pagado sería uno de los pilares más importantes de la economía mexicana, sostenido por el trabajo mayoritario de las mujeres.
Entre cocinar, limpiar, cuidar a los hijos y las personas mayores del hogar, las mujeres realizan al menos 2.7 veces más trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que los hombres, en sintonía con el promedio mundial de 2.5 veces más.
El que el trabajo doméstico recaiga principalmente sobre las mujeres no solo significa que su trabajo no es pagado, sino que también tienen menos tiempo para dedicarse al trabajo remunerado, estudiar o, incluso, propicia jornadas laborales extensas al combinar trabajos del hogar con la actividad laboral fuera del hogar.
Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), para el año de 2030 el PIB de México podría ser 15% mayor que el de 2020 si el gobierno mexicano y la iniciativa privada implementarán acciones para aumentar la tasa de participación laboral de las mujeres desde el 39% actual hasta 56%, el promedio de los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Aumentar la inclusión de las mujeres a la vida laboral, argumenta la organización, no solo permitiría potenciar el crecimiento económico sino que permitiría, de acompañarse de una mayor formalización del trabajo, incremento en el ahorro para el retiro y la vivienda de 3.6 mil millones de pesos anuales así como un aumento de la recaudación fiscal por impuesto sobre la renta de 2.5 mil millones de pesos anuales.
Al ser el tiempo dedicado al hogar el principal limitante para que las mujeres puedan integrarse a la economía, la recomendación de los organismos internacionales como ONU Mujeres, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la propia OCDE, es crear o fortalecer los programas e instituciones de cuidado para los menores de edad pero también para los adultos mayores.
En Uruguay, la Ley de Cuidados es pionera en la atención de esta problemática. La ley establece que todas las niñas y niños, las personas con discapacidad y las personas mayores tienen derecho a recibir servicios de atención proporcionados por el Estado a través de una Sistema Nacional de Cuidados (SNC).
Hasta 2019, el SNC uruguayo, había beneficiado a 80 mil familias y creado además 7,000 puestos de trabajo formales, aunque su implementación ha quedado suspendida desde el inicio de la crisis sanitaria mundial.
En México, los legisladores mexicanos ya han aprobado la creación de un SNC tomando como ejemplo el uruguayo, sin embargo, durante su discusión y aprobación en 2021 el sistema ha quedado solo en papel, pues aunque el Instituto de las Mujeres (Inmujeres) está actualmente desarrollando el proyecto, aún no se determina que organismo lo operaría ni con qué presupuesto.
Incluso el presupuesto destinado a políticas sociales de este tipo ha disminuido. De 2018 a 2021, el presupuesto destinado a este rubro, antes operado a través del desaparecido Programa de Estancias Infantiles y ahora a través del Programa de Apoyo para el Bienestar de las Niñas y Niños, Hijos de Madres Trabajadoras, tuvo una disminución del 14.2 %.
Persiste alta brecha de recuperación laboral entre mujeres
La implementación de un SNC es aún más urgente luego de la pandemia, pues las mujeres son uno de los sectores más afectados en el camino de la recuperación laboral del país.
A octubre de este año, el número de mujeres ocupadas en el país ya ha recuperado sus cifra previas a la pandemia, sin embargo, la calidad de los trabajos ha caído más que el de los puestos masculinos.
Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), la tasa de subocupación entre la población femenina, aquella que declaró tener necesidad y disponibilidad para trabajar más horas de lo que su ocupación actual les demanda, fue de 11.4%, aún cuatro puntos porcentuales más alta que antes de la pandemia.
No solo sigue por encima de sus cifra prepandemia, sino que la tasa femenina dió la vuelta a la históricamente más alta subocupación masculina que a octubre era de 10.9% gracias a una recuperación más sólida del trabajo masculino y la menor necesidad de recurrir a medias jornadas y otros modelos laborales que les permitan flexibilidad para atender tareas domésticas.
Los ingresos también son mucho peores. De las 2.46 millones nuevas incorporaciones femeninas registradas al tercer trimestre del año 90.9% se incorporó ganando máximo 2 salarios mínimos y mientras 84.4% lo hizo sin acceso a seguridad social.
Estas cifras son la muestra más clara de la situación que siguen viviendo las mujeres mexicanas a más de un año de la pandemia, en especial para 2.4 millones de madres solteras del país, quienes deben cargar solas, en muchos casos, con el trabajo doméstico y más de un trabajo para completar el gasto familiar.