El nuevo gabinete social
Tres secretarías de estado son clave para el diseño y ejecución de la política social: la de salud, la de educación y la de bienestar. Cada una presenta retos propios y de coordinación con las otras. Los recientes nombramientos de sus titulares muestran un modesto potencial para corregir los errores de política pública actuales. Sin embargo, el problema de fondo es que no se atisban grandes capacidades para plantear y construir un nuevo estado de bienestar.
La salud, los conocimientos y el ingreso de las personas son tres elementos básicos del bienestar, tan básicos que las Naciones Unidas los han reunido en el Índice de Desarrollo Humano para hacer comparaciones internacionales. En este indicador, México tuvo un desempeño inferior al promedio mundial entre 2018 y 2022, por su pobre avance de la esperanza de vida al nacer, el retroceso en la escolaridad esperada y la caída en el ingreso per cápita.
La Secretaría de Salud procura el acceso universal a los servicios de salud, pero fracasó en este gobierno al incrementarse en 30 millones las personas sin derecho a ellos. La Secretaría de Educación Pública debería reducir el rezago educativo, pero según Coneval ha aumentado. La Secretaría de Bienestar complementó los ingresos de la población duplicando el monto de las transferencias monetarias, pero sin concentrarse en los más pobres.
En conjunto, estas secretarías debieran ser los pilares de un Estado de bienestar en donde los ciudadanos reciben atención a su salud desde el vientre materno, se cuida su aprendizaje desde los primeros años de vida y se les garantiza un ingreso hasta su muerte, particularmente el enfrentar la pobreza. Su acción coordinada conduciría a igualar oportunidades de bienestar, pero esta coordinación ha sido hasta hoy muy limitada.
El nombramiento del Dr. David Kershenobich al frente de la Secretaría de Salud es esperanzadora para corregir los severos errores de la administración actual. No sólo tiene la preparación y experiencia necesarias ante los retos en la materia, sino que ha apuntado como prioridades recuperar la cobertura de los servicios y revertir la caída en la vacunación, acciones que reducirían la vulnerabilidad de la salud de la población, en particular la más joven.
Menos esperanzador luce Mario Delgado al frente de la SEP. Aunque fue secretario de educación en la Ciudad de México y tiene gran experiencia política, su posible manejo partidista de los retos educativos profundizaría los rezagos vigentes. Aunque es alentador su objetivo de extender los horarios escolares, su política educativa descansa demasiado en dar becas y preocupa la deriva ideológica de la ‘Nueva Escuela Mexicana’ que impulsa.
Donde no parece haber expectativa de cambio es en la Secretaría de Bienestar al ratificar a Ariadna Montiel. Ella ha sido una diligente administradora de programas de alto rendimiento partidista, pero débil sesgo hacia los más pobres. Aunque es alentador que ponga como prioridad el combate a la pobreza no lo es tanto que piense que con la mera continuidad de las acciones actuales se alcanzará de forma efectiva tal meta.
En el gabinete social se anticipa desde la corrección de crasos errores hasta su obstinada repetición. Lo que no se avizora es una coordinación adecuada. Si bien en salud parece perfilarse una mayor cobertura de servicios para los más pobres, la educación no parece se concentrará en brindar atención especial a quienes presentan mayores rezagos, mientras las transferencias monetarias seguirían desconectadas de las carencias de salud y educativas.
Tampoco se perfila lo que se hará con el enorme poder de cambiar la Constitución prácticamente sin obstáculos. El próximo gobierno tendrá la posibilidad de redefinir el Estado de bienestar con un nuevo sistema de protección social que amalgame no sólo la salud, la educación y el acceso a ingresos complementarios, sino el conjunto de derechos sociales que han sido atendidos hasta ahora de forma poco integrada.
Claudia Sheinbaum puede imprimir un sello propio a su gobierno que vaya más allá correcciones puntuales a la muy deficiente política social de su antecesor y abarque la creación de un nuevo régimen de bienestar para el futuro. Un sello que aún no alcanza a vislumbrarse.