Economía Mexicana y Empleo de calidad: Foro de Consulta

El desafío para el Plan México es que su contenido integral sea de largo plazo y no solo obedezca al ciclo político.
12 Enero, 2025
Claudia Sheinbaum en reunión con el Consejo Asesor de Desarrollo Económico Regional y Relocalización el 9 de enero (Foto: X @Claudiashein)
Claudia Sheinbaum en reunión con el Consejo Asesor de Desarrollo Económico Regional y Relocalización el 9 de enero (Foto: X @Claudiashein)

El pasado 8 de enero tuve la oportunidad, a invitación de la secretaría de Economía, de participar en el Foro de Consulta de Economía Moral y Trabajo para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030. En estas líneas transcribo mi participación. Debe decirse que mi intervención se dio en el marco de la mesa intitulada "Economía Mexicana y Empleo de Calidad". A continuación, presento mis palabras vertidas en ese foro.

Tengo que decir que considero que el título de esta mesa de discusión es muy acertado. Enseguida explico brevemente porqué lo creo. 

Primero, en nuestro país el empleo de calidad o “decente” está asociado a la formalidad. Esto necesariamente se traduce en que dicho empleo es “digno” solo en la economía formal sobre todo porque en los últimos años el salario mínimo ha recobrado su poder adquisitivo y ha “jalado” al de base de cotización del IMSS, el que se ha incrementado durante los últimos 6 años. Asimismo, con una reforma laboral que va en el sentido de proteger más los derechos de los trabajadores, el empleo ha ganado calidad. En suma, se han ido cumpliendo los requisitos que señala la Organización Internacional del Trabajo para que el trabajo se considere decente, a saber,

  • Contar con una seguridad social, lo que en la formalidad en México es aceptable
  • Proteger legalmente los derechos laborales, lo que se ha avanzado con las reformas recientes en ese sentido
  • Abolir todo tipo de discriminación, donde hay que trabajar todavía
  • Minimizar la brecha salarial de género, que se ha cerrado, pero es todavía un pendiente
  • Generar empleo en la medida de lo posible en los lugares de origen de la población, lo que implica desarrollo regional, lo que se ha estado intentando realizar, aunque persiste la concentración en el centro y norte del país.

En donde no se tiene un empleo de calidad o digno es en la informalidad que representa el 55% de la fuerza laboral. A este sector de la población se le ha tratado, desde hace décadas, con programas sociales (buenos y malos), y más recientemente con algo de protección social.

El reto realmente para que el trabajo digno alcance a toda la población es contar con un nuevo enfoque hacia la informalidad en los distintos niveles de la economía, incluyendo, protección social, derechos laborales, y reconocimiento de su existencia.

No voy a recurrir al típico cliché que se enumera en todo PND desde que tengo memoria (y he analizado muchos en mi vida) de “combatir la informalidad”. Para tratarla primero hay que entenderla.

Esta tiene su origen en la incapacidad de la economía mexicana desde mediados de la década de los 1970s para crear los empleos productivos necesarios año con año. La historia demográfica es el área que nos permite medianamente dotar con una explicación razonable. Las tasas de fertilidad de la época de “baby boomers” entre 1945 y 1975 pasaron factura a la economía en los 1980s, cuando se creía que el modelo desarrollista era eterno, y no resultó así. A partir de esas fechas no se ha creado anualmente el millón de empleos anual necesarios para absorber a ese millón de jóvenes que se incorporan año con año a la fuerza laboral.

No lo hemos entendido, la solución a la informalidad no pasa por “programas de primer empleo”, “exenciones de contribuciones en el primer año de empleo”, y un largo etc. 

Necesitamos un nuevo enfoque. 

Un primer paso es la introducción de una verdadera Seguridad Social Universal. Esta tiene que financiarse con impuestos dada la dualidad de la economía. Los cálculos los hicimos (con mis colegas Antón y Levy) en 2012[1], pero los actualizamos para 2018. En nuestra opinión, con una reforma fiscal apropiada, ello es posible. 

Pero, reitero, se requiere primero que todos entendamos lo mismo por ese concepto. Hay mucho manoseo, tiene que decirse, del término desde hace décadas. Acá hablamos de lo mínimo:

  1. Acceso a salud de calidad y homogénea a toda la población de manera universal, con financiamiento de impuestos. El servicio debe ser equivalente independiente a la condición laboral, es decir, debe darse de manera equitativa a toda la población, por el simple hecho de ser mexicano.
  2. De una pensión universal “digna” de 1 o 1.5 salarios mínimos para mayores de 65 años, sin que ello implique la coexistencia con sistemas de pensión particulares.
  3. De una política de vivienda orientada al financiamiento de la misma, sin que ello signifique abandonar la planeación urbana ordenada y con visión social.

Un segundo paso, que va con el primero, es reconocer la informalidad en todas sus dimensiones, y más bien reordenarla. Acá un enfoque integral, pero con intervención de las localidades es importante. La construcción de comunidades y sus arreglos con obligaciones y derechos (es decir, con reciprocidad) se da desde abajo, es decir desde las localidades. 

Como dije arriba, la mayor parte de la informalidad tiene su origen en la incapacidad de la economía de crear empleos productivos. En la medida en que los empleos productivos se creen, y con una política salarial y laboral digna, y no distorsionante, la informalidad irá cediendo en el largo plazo, a la vez de contar ya con una seguridad social universal. Llevamos con el problema más de 5 décadas. Resolverlo, puede tardar otras tantas con los instrumentos adecuados.

Ahora bien, ¿cómo impulsar la economía mexicana para que ofrezca empleos productivos?

Acá creo que el Plan México hace un esfuerzo integral para ello. No se conocen sus pormenores, fuera de una presentación de diapositivas. Es necesario conocer los detalles y más importante, los instrumentos que se utilizarán para la consecución de objetivos. Dicho esto, indudablemente que la relocalización de empresas globales puede jugar un papel importante. La relación con EEUU ha sido un factor “salvavidas”, y tiene su importancia, pero no es suficiente.

Hace algunos años a la entrada del primer gobierno de Trump escribí al respecto en el International Trade Journal[2]. Ahí argumenté que México no ha hecho su tarea complementaria para potenciar la relación con los EEUU. La economía ha descansado sobre ese tratado, pero hay tareas que competen a nuestro país hacer para potenciarlo, e incluso para disminuir la dependencia del mismo. No es mi intención repetir, pero resaltaré los puntos importantes.

  • Desde luego que es importante una política industrial acorde con las circunstancias del país, como el impulso al contenido nacional, identificación de oportunidades de inversión (y no una sola), financiamiento a precio competitivo y acorde a riesgos. Esto lo imprime muy bien el Plan México.
  • También, en el mismo tenor, el Plan aborda la dotación de infraestructura relevante para el sector productivo, como energía de calidad y a precio competitivo, dotación de agua de calidad, medios de transportación, y desarrollo tecnológico digital. Es importante conocer los medios de financiamiento de éstos. En mi opinión la Asociaciones Público-Privadas son útiles, y aunque satanizadas, son un instrumento apropiado si se diseñan bien, y se elaboran los contratos de manera adecuada (ver mi artículo publicado el 16 de mayo 2024 en Arena Pública)
  • La necesaria e imprescindible certidumbre, legal y macroeconómica. La última ha estado en niveles aceptables. El primero de ellos ha quedado a deber en nuestro país. Son constantes las historias sobre la ausencia o deficiencia de ellas.

Otros aspectos comúnmente olvidados, incluso dentro de quienes profesan la política industrial como pilar de la política económica, son los siguientes

  • Formación de capital humano: educación de calidad y salud integral 
  • Formación de científicos:  acá no hay de otra, aprovechar la transferencia de conocimiento científico por medio de capital humano formado en los centros de inteligencia científica y tecnológica más importante del mundo. Los admiradores de los tigres asiáticos comúnmente olvidan esto como prerrequisito. Como ejemplo, los hay quienes profesan que hay que seguir a los tigres pero a la vez pregonan que hay que mirarse al ombligo, cuando lo que hicieron los tigres asiáticos fue exactamente lo contrario. 
  • Apoyo desmedido a la ciencia y la cultura, pero cuidando la calidad de la investigación. Los académicos mexicanos nos hemos convertido en acomodaticios. Ello implica diseñar verdaderos indicadores de desempeño: i) inserción en la discusión de los problemas nacionales pero con visión de contribución al conocimiento universal; aumento en patentes, factor paupérrimo en México. Incluso con el gasto en I&D en México, el número de patentes por peso gastado y por investigador mexicano es muy muy bajo; iii) desarrollo de nuevos productos, etc. En estos indicadores, incluso, el monto de recursos invertidos por el estado nacional sobrepasa demasiado la eficiencia que se ha tenido, es decir, no hay correspondencia entre el gasto público en ciencia y los indicadores de eficiencia que presentamos. Es necesaria una discusión al respecto. No puede haber transferencia de tecnología si no se forman científicos en los centros de excelencia nacionales e internacionales. 

En suma, veo con agrado el contenido más integral del Plan México. Esperemos que cuando se conozcan los detalles, este sea de largo plazo. Desarrollar tecnología toma su tiempo y no debe obedecer al ciclo político.

Todos los elementos de los que he hablado harían que la tasa de crecimiento de la economía se elevara, pero más importante aún, que la prosperidad fuera compartida por todos los mexicanos. La prosperidad compartida no es solo un asunto de finanzas públicas. Es algo más que eso, sin demeritarla. Ojalá el PND sea, ahora sí, un buen instrumento que marque el camino. Veremos.


[1] Arturo Antón, Fausto Hernández y Santiago Levy (2012). The End of Informality? Fiscal Reform for a Universal Social Security System. IDB. Washington DC.

[2] Hernandez-Trillo, F. (2017). Mexico, NAFTA, and beyond. The International Trade Journal, 32(1), 5–20

Fausto Hernández Trillo Fausto Hernández Trillo Investigador y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Experto en finanzas públicas, macroeconomía y sistema financiero. Investigador Nacional Nivel III. Doctor en Economía por la Universidad Estatal de Ohio, EU, y profesor visitante en universidades de México y Estados Unidos. Autor de 3 libros y de decenas de artículos académicos. Conferencista y consultor de organismos internacionales y del gobierno mexicano y galardonado con el Premio de Economía Latinoamericana "Daniel Cosío Villegas".