La desastrosa Cumbre CELAC
Una política exterior anacrónica y confusa no puede ser fuente de liderazgo regional. La tan esperada cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) difícilmente iba a cumplir con las elevadas expectativas alimentadas por el gobierno mexicano.
La pretensión de construir una alternativa a la Organización de Estados Americanos siempre pareció demasiado ambiciosa. México es un país que en lo político siempre ha estado alejado del centro de gravedad latinoamericano. Por una parte, vecino de Estados Unidos y geográficamente alejado de las otras grandes naciones de la región. Por la otra, con una política exterior que nunca buscó asumir un liderazgo regional. Las pretensiones de Andrés Manuel López Obrador, de catapultarse como tal, chocaron frontalmente con al menos tres problemas: su abierta predilección por los regímenes dictatoriales, las fuertes divisiones existentes en el subcontinente y la ausencia de un proyecto regional creíble.
La pasión autoritaria
Un gobernante elegido por medio del voto democrático no es necesariamente un demócrata, como destacadamente es el caso de AMLO. Sus acciones tras la elección de 2006 mostraron plenamente al lobo autoritario disfrazado como oveja demócrata, que hizo todo lo posible por frustrar la toma de posesión de Felipe Calderón. Hasta el día de hoy el tabasqueño mantiene la ficción del masivo fraude en su contra (y, en menor tono, también en 2012).
Lo que ha hecho desde que inició su gobierno ha sido arrogarse la mayor cantidad de poder posible, borrando sin pudor la separación de poderes. Imperfectas como son, instituciones como el INE o el Poder Judicial han frenado al demagogo autoritario que afirma sin empacho que los deseos del pueblo y sus afanes de justicia (que a él le corresponde interpretar) son superiores a las leyes.
Quizá por ello apoye abiertamente a los dictadores, sea el delfín cubano de los hermanos Castro o al heredero de Hugo Chávez, ambos fieles representantes de regímenes bananeros alérgicos a la voluntad popular y las urnas con el pretexto de implantar el socialismo/comunismo en su tierra. El magnetismo que ejercen sobre AMLO no parece tanto ideológico, sino de acción. Quien creció en el auge del priato y ha hecho lo que está en su mano por reproducirlo durante su gobierno es afín al autoritarismo, sea de izquierda o derecha (como lo mostró con Donald Trump).
AMLO no tiene empacho en desplegar sus credenciales como proto-dictador en las mañaneras. Incluyendo episodios cuestionando a sus opositores, sea con amenazas de investigación o atacando a sus críticos. No debió esperar que sus homólogos de América Latina y el Caribe ignoraran lo que es, y le compraran el disfraz de oveja que le funcionó como candidato. Menos todavía, si cabe, con los recientes apapachos a Miguel Díaz Canel, quien en semanas recientes no dejó dudas de su vocación de represor. Los parias Maduro y Díaz Canel han encontrado un claro cobijo con AMLO. Pero como dijo magistralmente el presidente de Uruguay:
… uno de los elementos que impulsa y que es plataforma de la CELAC es la democracia, y la democracia es el mejor sistema que tienen los individuos para ser libres. El estado más puro de una persona es la libertad. Y por eso participar de este foro no significa ser complaciente, señor presidente (López Obrador). Y por supuesto, con el respeto debido, cuando uno ve que en determinados países no hay una democracia plena, cuando no se respeta la separación de poderes, cuando desde el poder se usa el aparato represor para acallar las protestas, cuando se encarcelan opositores, cuando no se respetan los derechos humanos, nosotros en esta voz, tranquila pero firme, debemos decir con preocupación que vemos gravemente lo que ocurre en Cuba, en Nicaragua y en Venezuela.
Lacalle Pou no fue el único en evidenciar los abismos existentes entre países del subcontinente, y la cumbre derivó no en una loa de unión regional, sino en choques frontales entre mandatarios. La pretendida unidad que buscaba López Obrador con el pegamento de la “autodeterminación” y la “no intervención” quedó evidenciada como el pretexto para proteger a sus aliados autoritarios. Pero además el tabasqueño fue incapaz de presentar siquiera un proyecto medianamente serio de unidad, hablando de hacer una mala imitación de lo que es hoy la Unión Europea.
Un peculiar proteccionismo hemisférico
López Obrador, como suele ser su inclinación, buscó refugio en el pasado para hilar una visión de futuro. Tuvo que retroceder más de 50 años para invocar a los inicios de la Comunidad Económica Europea con un peculiar llamado a forjar una unión comercial hemisférica y cerrada ante el resto del mundo. El discurso proteccionista nacional clásico esta vez extendido a nivel continental. De su “producir lo que consumimos” en México lo amplió de Alaska a Tierra del Fuego. Con una notable ignorancia de cuestiones lo logística comercial y el simplismo que lo caracteriza, AMLO destacó que con su propuesta habría ahorro hasta en fletes. Como si lo que hoy tantas naciones importan de China lo pueda producir Colombia, o aquello que se adquiere de Alemania pueda ser exportado por Brasil.
Para cerrar el círculo vino la propuesta de mucho dinero de cooperación para el desarrollo, pero sucede que ese dinero vendría de Estados Unidos. Ningún ofrecimiento de recursos por parte de uno de los países más ricos de América Latina, que es México. El pretendido liderazgo no se extendió, afortunadamente para los mexicanos, a la cartera. La animosidad que AMLO presenta tantas veces contra Joe Biden se desvaneció como por ensalmo al extender la mano y pedirle que abriera la bolsa.
Porque, según dijo, desde la Alianza para el Progreso lanzada por John F. Kennedy en 1961, Estados Unidos no ha hecho nada destacable en materia de cooperación para el desarrollo. Es improbable que Biden comparta tan singular apreciación, y menos (si cabe) que reaccione como lo espera AMLO. El tabasqueño parece no entender que no puede jugar a las relaciones internacionales alternando ofensas con solicitudes de amistad o, peor, de dinero.
Como tampoco se puede jugar al demócrata mientras se cobija y aplaude a dictadores. En lugar de una reunión transformacional (usando ese lenguaje tan utilizado por López Obrador y sus acólitos) que significaría el fin de la OEA, la Cumbre de la CELAC acabó en un desastre.