Ambiciones olímpicas: López Obrador vs López Mateos
México es formalmente candidato para organizar la Olimpiada de 2036.
Una candidatura extraña por parte de un gobierno tan insular como el de Andrés Manuel López, que no podría ofrecer mayor contraste con Adolfo López Mateos, quien fue un apasionado de andar por el mundo, y del deporte, mientras fue Presidente (1958-1964). A 60 años de distancia, un país dramáticamente distinto al México que ganó la encomienda olímpica en octubre de 1963. En votación contundente, en la primera ronda, consiguió la mayoría de los apoyos en la reunión del Comité Olímpico Internacional (COI) que tuvo lugar en Baden-Baden, Alemania, derrotando a Detroit, Buenos Aires y Lyon.
El logro olímpico de 1968
Los miembros del COI no estaban, paradójicamente, para juegos. Se concedía una sede olímpica a una ciudad, a un país, con la capacidad financiera y la estabilidad política que garantizara una sólida y exitosa organización.
En toda la era moderna de las olimpiadas, las ciudades anfitrionas de los juegos olímpicos (verano e invierno) habían sido hasta entonces de economías avanzadas, lo que en el siglo XX generalmente significaba Europa Occidental o Estados Unidos. La primera excepción había sido Melbourne, Australia, en 1956, y el primer reconocimiento a la pujanza de una nueva potencia industrial, apenas dos décadas antes devastada por la guerra, lo representó la olimpiada de Tokio en 1964.
La Ciudad de México era en cierta forma una extensión de la tendencia iniciada con Australia, pero sobre todo con Japón: un país pujante en una región hasta entonces intocada por la antorcha olímpica, un reconocimiento de un pasado sólido y un futuro igualmente brillante. México sería el primer país de América Latina en tener los juegos y el primero de habla hispana. Dependiendo como se clasifique a Japón y Australia, también la primera economía en vías de desarrollo (ahora conocidas como emergentes).
Porque estaba entonces con plena fuerza el llamado “milagro económico japonés”, pero también el “milagro económico mexicano”, ese largo periodo de elevado crecimiento combinado con estabilidad macroeconómica, destacadamente sólidas cuentas públicas y una baja inflación.
México sobresalía por ese potencial y su tamaño en el contexto global, aparejado con una inusual estabilidad política en el subcontinente latinoamericano, a diferencia de tantas otras naciones de la región, incluyendo a los otros gigantes latinoamericanos, pues Argentina había sufrido un golpe de Estado en 1955 y Brasil (tras años de inestabilidad política) en 1964.
México difícilmente podría ser catalogado como una democracia, pero el último golpe de Estado había tenido lugar en 1920. Nada de tomas violentas del poder y generales de presidentes y coroneles de ministros, puesto que el civilismo imperaba en México desde 1946. EL COI no buscaba democracias entonces, ni tampoco lo hace ahora (como lo demostraron elocuentemente Moscú en 1980 o Beijing 2008), sino capacidad organizativa y financiera, aparte de estabilidad política.
La fantasía de 2023
Lo que ofrece AMLO, por medio de la carta que el canciller Marcelo Ebrard personalmente entregó en Suiza al Presidente del COI, Thomas Bach, es el México que solo existe en la fecunda imaginación del tabasqueño. La fantasía obradorista es que México vive una era extraordinaria gracias a su liderazgo. La impresionante regeneración de la vida pública significa, bajo la Cuarta Transformación, un momento histórico. Los mejores valores y tradiciones del país se han revalorado y la sociedad es participativa como no lo era desde hace décadas.
El México que en cambio conoce el mundo es una economía que ha quedado muy atrás en materia económica, con un bajísimo crecimiento desde hace más de 40 años y negativo durante este sexenio. Lo que más destaca en los medios internacionales es la brutal violencia, con un Presidente que ofrece abrazos a los delincuentes, y que incluso algunos consideran que realmente es un cómplice de ciertos grupos del crimen organizado. El prestigio y estatura internacional de López Mateos no podrían contrastar más con un López Obrador que es objeto de burla o escarnio en el mejor de los casos.
Este es el país que busca organizar la XXXVI Olimpiada tras París (2024), Los Ángeles (2028) y Brisbane (2032). Un misterio que quizá nunca se develará es por qué AMLO se molestó siquiera en presentar una candidatura que no tiene la menor posibilidad de triunfar para un evento internacional que no le correspondería organizar.