Los gigantes tecnológicos en la mira de los gobiernos
Las empresas de tecnología y de servicios digitales se han vuelto parte de la cotidianidad. Dado que a través de sus sistemas y redes cientos de millones en el mundo estudian, trabajan, se entretienen, y comercian, los gobiernos del mundo han puesto sus ojos en ellos.
La gran diferencia de estos gigantes de la tecnología con el resto de las empresas, no solo estriba en su tamaño, o en la cada vez mayor concentración de mercado que generan, o incluso en su creciente ingerencia en los delicados asuntos de la privacidad personal y de la seguridad nacional, sino también en su facilidad para eludir miles de millones de dólares en impuestos al basarse en una virtualidad que escapa a las autoridades fiscales de los países donde hacen negocios.
Por ello, la más reciente medida del G7/G20, de alcanzar un impuesto mínimo global a las sociedades, fue aplaudida como una revolución en el marco fiscal internacional, pues en su objetivo de gravar a las empresas más grandes del mundo se encuentran inevitablemente con los conglomerados tecnológicos.
Estas empresas mostraron su mayor músculo durante 2020, pues sus características les permitieron no detenerse por la pandemia e incluso potencializar su ganancias debido al confinamiento. Tan solo durante el año pasado, Apple, Microsoft, Amazon, Google y Facebook lograron superar el billón de dólares de ingresos anuales, por primera vez según sus reportes financieros anuales.
Pero antes de la propuesta del impuesto mínimo global, ya existían intentos por limitar el poder económico de estos gigantes empresariales del siglo XXI.
La UE y la Tasa Google
Europa fue la primer región en discutir la necesidad de gravar a las empresas digitales. Islandia, Noruega y Suiza fueron pioneros en este tema, sin embargo fue hasta la llamada “tasa Google” que la discusión se globalizó.
El origen de su nombre -que formalmente es Impuesto sobre Determinados Servicios Digitales- proviene del gigante tecnológico homónimo dueño del motor de búsqueda más popular en occidente. Tenía como objetivo evitar la evasión fiscal que realizaban las grandes empresas digitales a través de operar en toda Europa pero sólo responder ante las laxas autoridades fiscales de países como Irlanda.
La estrategia adoptada por la autoridades europeas fue similar en espíritu a la que se comprometieron los 133 países que firmaron el impuesto mínimo global: extender un gravamen base en todo el territorio, tuvieran sede o no en un país.
La propuesta exigiría el pago de un impuesto del 6% sobre los ingresos publicitarios de las compañías, que en el caso de Google alcanzan los 146 mil millones de dólares en todo el mundo, el 80% de todos sus ingresos.
La ley, sin embargo, fue congelada a nivel Eurozona durante poco más de dos años ante las presiones comerciales de Donald Trump, quien en el contexto de su guerra comercial con la Unión Europea les amenazó con intensificar las represalias económicas si la ley entraba en vigor.
Fue hasta este año que la tasa Google volvió a salir a la luz con planes de ser aplicada de una vez por todas. Sin embargo, Estados Unidos -ahora bajo la administración Biden- volvieron a intervenir, aunque de manera más discreta, para evitar la entrada en vigor de la Ley en el continente, si bien en España y Francia ya había sido aplicada.
La secretaria del Tesoro estadounidense, Jannet Yellen, pidió a la Comisión Europea detener los trabajos de la nueva ley con el objetivo de dar prioridad en su lugar a la creación del marco jurídico del impuesto mínimo global aprobado en Venecia, que si bien, entrará en vigor hasta 2023, contempla la eliminación de cualquier impuesto a plataformas digitales para evitar la doble tributación.
Endurecimiento antimonopolio en China
La República Popular China decidió sumarse a la propuesta del impuesto mínimo, si bien no fue parte de las discusiones dentro del G7 ni el G20.
En China, donde existe un poderoso Estado, la regulación a las empresas es metódica y rigurosa, sin embargo la tasa impositiva estándar sobre las sociedades es de 25%, no mucho más alta que el promedio de 30% en América Latina. Incluso, en el caso de las empresas de productos y servicios de tecnología avanzada la tasa baja a 15%, la misma que la del impuesto mínimo global.
Sin embargo, desde 2020 las autoridades chinas comenzaron un proceso de endurecimiento hacia las empresas tecnológicas -principalmente de servicios digitales- más grandes del país. Lideradas por la Administración Estatal de Regulación del Mercado (SAMR), las sanciones antimonopolio en el gigante asiático han sido un temor constante de los inversionistas.
Desde 2008, el campo había estado libre para el crecimiento de los que hoy son gigantes tecnológicos mundiales como AliBaba, Tencent, Meituan o ByteDance, dueños de TikTok, pues la regulación de ese entonces era relativamente laxa.
Fue hasta noviembre de 2020, cuando se aprobó en el país una iniciativa para reformar la Ley Antimonopolios del país, que entre sus medidas más importantes prohibió la fijación de precios así como la utilización de datos para manipular el mercado.
A manera de escarmiento, y para mostrar la fuerza de los reguladores chinos, el primer objetivo de la SAMR fue el gigante del comercio electrónico AliBaba, del multimillonario Jack Ma, quién estaba por convertirse en el más rico de China.
Ant Group, parte de las compañías de AliBaba, estaba por hacer su debut en la Bolsa de Hong Kong, sin embargo -bajo acusaciones de abusar de su posición dominante en el mercado- los reguladores chinos detuvieron la oferta inicial, hecho que desencadenaría una pérdida de 76 mil millones de dólares para el empresario chino además de una multa de 2,800 millones, la más alta en la historias del país.
A Jack Ma le siguieron diez de los mayores gigantes tecnológicos del país, entre ellos Tencent, Meituan, JD Technologý quienes fueron multados con cantidades mucho menores pero que cimbraron los mercados, no sólo chinos, sino mundiales.
El caso más reciente es el de la embestida de las autoridades chinas contra el poder de mercado de las grandes tecnológicas es el de la compañía de transporte privado Didi Global que, en un caso similar al de Alibaba, vio derribada su salida a la bolsa de valores neoyorquina, luego de que fuera acusada de utilizar ilegalmente los datos personales de sus usuarios.
No obstante, aunque pueda parecer que las regulaciones chinas son demasiado estrictas, la República Popular China no es el único país que ha acusado y multado a las empresas tecnológicas por abusos y prácticas monopólicas.
Actualmente la Unión Europea se encuentra investigando a Google por restringir el acceso a los datos de los usuarios con fines publicitarios a otras compañías, lo que podría estar afectando la competitividad de otras empresas publicitarias más pequeñas.
El polémico impuesto digital mexicano
¿Dónde queda México en todo esto? En octubre se dio a conocer que el Instituto Federal de Telecomunicaciones inició una investigación para determinar si hay barreras a la competencia que puedan generar efectos anticompetitivos en los mercados de buscadores de internet, redes sociales, sistemas operativos móviles, servicios de cómputo en la nube y otros servicios.
Y, de manera similar al caso europeo, en el país se aplicó desde 2020 un gravamen a las empresas digitales incluido en la Ley sobre el Impuesto al Valor Agregado (IVA) y en el Impuesto Sobre la Renta (ISR).
Si bien, la justificación de la iniciativa de ley se basaba en ideas similares a la de la Tasa Google, su adaptación a México fue criticada porque el pago del impuesto en la mayoría de los casos, fue traspasado a los consumidores a través de aumento de las tarifas de los servicios, como sucedió con Netflix.
Pero así como en Europa, el impuesto sobre servicios digitales mexicano tendrá que ser derogado para cumplir con los acuerdos del impuesto mínimo global; sin embargo, las autoridades aún no se han pronunciado al respecto.
Si bien en la Secretaría de Hacienda se muestran optimistas con el impuesto mínimo global a las sociedades al que México se adhirió, los pormenores de su aplicación y consecuencias en el país, aún se desconocen con precisión.