Fin del confinamiento y violencia del crimen organizado atizan mayor percepción de inseguridad
El fin del confinamiento y una mayor visibilidad de los crímenes violentos por las organizaciones criminales, están acabando con la ilusión de menor inseguridad que ha pregonado el presidente Andrés Manuel López Obrador en sus conferencias de prensa.
En diciembre, 65.8% de la población de 18 años o más en 75 zonas urbanas consideró que es inseguro vivir en su ciudad, reveló la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) que elabora el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Esta cifra es 1.3 puntos porcentuales mayor que la medición previa realizada en septiembre pasado. También representa un cambio de tendencia respecto al comportamiento general observado desde que inició la pandemia.
Este incremento en la percepción de inseguridad “tiene que ver con el retorno a las actividades acostumbradas”, afirmó Francisco Rivas, director general del Observatorio Nacional Ciudadano (ONC). “En la medida que los confinamientos sociales se relajan, la gente sufrió más comúnmente de robos y delitos comunes que no se vieron durante la pandemia”, algo que afectó su percepción de inseguridad, apunta el especialista.
También la creciente visibilidad de los actos violentos perpetrados por el crimen organizado ha influido en la tendencia. “Los multihomicidios, la exposición de cuerpos en la vía pública abonan a que el ciudadano sienta un alto temor y vea con cercanía la posibilidad de ser víctima de un delito”, explica Rivas. Y señala Fresnillo, la ciudad con la mayor percepción de inseguridad en esta última ENSU, como un ejemplo del incremento en la incidencia de actos violentos más visibles y públicos.
Pero eso no significa que la salida del confinamiento o estos delitos de gran cobertura mediática hayan roto con una tendencia de mejoría en la seguridad pública como se ha planteado desde el gobierno. Por el contrario, Francisco Rivas señala que “este es un gobierno que ha reportado los peores resultados en seguridad desde que tenemos registros, y esto hoy ya alcanza a las calificaciones que le da el ciudadano en los niveles de inseguridad”.
Cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) respaldan esta afirmación. La incidencia de feminicidios por cada 100 mil habitantes creció en 25.64% entre 2017 y 2019, y se ha mantenido en niveles muy similares aún con la crisis sanitaria. Y aunque la incidencia de homicidios dolosos sí tuvo ajustes a la baja en 2020 y 2021, se mantiene por encima del nivel registrado para 2017.
En 2018 y 2019 la percepción de inseguridad cayó, aún cuando la incidencia de delitos se había mantenido más o menos igual, gracias a “la alta aprobación del Presidente y su gobierno, que contribuyó a que los ciudadanos se sintieran seguros […]. No identificaron esa peligrosidad con el desempeño de la autoridad. Al contrario, siguieron confiando en él”, afirmó Francisco Rivas.
Y si bien el nivel de aprobación de la actual administración federal sigue siendo relativamente alto (y mejorando respecto a mediados de 2021) el especialista explica que el cambio en percepción de inseguridad era inevitable: “Con el tiempo, la realidad alcanza a todos los gobiernos. Con mayor razón a gobiernos que han tenido un pobre desempeño en materia de seguridad”.
Cambios en la inseguridad
Aunque la reapertura gradual de actividades luego del confinamiento por la COVID-19 es solo uno de los factores que jugaron en visibilizar el verdadero panorama de inseguridad en el país, ha tenido un efecto amplio en la percepción de los ciudadanos.
La misma ENSU apunta que para finales del año pasado el 59.4% de las personas salían de sus casas diariamente, un incremento respecto al 53.4% que así lo hacían durante el tercer trimestre del 2021. Y de acuerdo con Inegi, en el último trecho del año pasado también se vio un incremento sustancial en el porcentaje de personas que han vuelto a cambiar sus rutinas para evitar sufrir un delito, particularmente cargar objetos de valor, caminar de noche en las cercanías de su vivienda y visitar a parientes o amigos.
Pero el efecto de la pandemia habría sido aún más profundo en la forma que se mide y enfrenta la inseguridad. “Los pronósticos de seguridad tendían a ser muy acertados. El delito es un fenómeno que tiende a la estacionalidad […]. Era muy consistente en su ocurrir en todo el país. Pero la pandemia vino a cambiar eso. Los pronósticos han estado fallando, porque la manera que los ciudadanos han reaccionado a los encierros sociales ha generado una diferencia importante en cómo y cuándo actúa la delincuencia”, advierte el director de ONC.
Este desafío haría más complejo un panorama de seguridad pública que ya está ahogado en otros problemas, entre ellos el continuado efecto de la discriminación por género en las instituciones policiales y de procuración de justicia, así como la falta crónica de personal, presupuesto y estrategias integrales en el sistema penal.
Y también alimenta directamente los miedos de que la inseguridad estuviera poniendo en riesgo la llegada de nuevas inversiones al país, en un momento en el que se teme una recesión económica aún cuando México no ha recuperado la estabilidad que se perdió con la llegada de la COVID-19.