¿Cómo lograr que los negocios se unan a la economía formal?
Una gran mayoría de los negocios y personas ocupadas en el país son informales, carcomiendo su potencial de crecimiento. Un añejo problema multifactorial sin soluciones sencillas, pero que -de acuerdo con los expertos- debe combatirse.
Hace una década un investigador del Servicio de Administración Tributaria (SAT) necesitaba un software estadístico, relata Héctor Villarreal, director ejecutivo del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP). “Fue bien complicado el proceso de compra. No era un software particularmente caro, pero se tenía que licitar, los fondos no estaban ahí y se podía tardar meses. ¿Qué hizo el investigador? Bajó a la Alameda (Central en la Ciudad de México) a comprarlo pirata. Y es el SAT”, dice entre risas.
Para el economista esta anécdota real es una muestra de qué tan complejo es el problema de la informalidad, y qué tan difícil puede ser integrar a más unidades económicas a la formalidad. Especialmente en un país en el que 62.6% de los locales comerciales en 2019 eran informales, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Así, integrar a los negocios informales a la economía formal exige un acercamiento multifactorial, no solo una nueva política fiscal.
Lo anterior se debe, de acuerdo con Mauricio Ramírez, profesor de cátedra de Economía en el Tec de Monterrey (ITESM), a que la informalidad “aparentemente es un problema específico, pero en realidad es un síntoma de muchos males […]. Es una patología, que no es única de la sociedad mexicana, producto de muchos trámites administrativos, sobrerregulación, corrupción, cuestiones fiscales”, y hasta elementos culturales y económicos.
Atacar las razones detrás de por qué los negocios no se incorporan a la formalidad permitiría mejorar significativamente la calidad de vida de millones de mexicanos. Estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) dan cuenta que el salario del personal ocupado en un negocio informal es, en promedio, entre 19.38% y 36.75% menor al salario de un empleado formal. Una situación en la que, según Inegi, se encuentran todavía el 55.6% de los mexicanos.
En este contexto, economistas y académicos han identificado dos pilares en los que se pueden trabajar para lograr que más negocios de la economía informal puedan sumarse a la formalidad: Un combate fiscal más estratégico a la informalidad, y trabajar con diversos incentivos y barreras.
Nuevas estrategias fiscales para combatir la informalidad
Héctor Villarreal apunta que es crucial abordar desde varias aristas el tema de los negocios informales, pero que es necesaria una política fiscal. Y, particularmente, tener en claro que se deben crear nuevas políticas para encontrar y presionar a los negocios que no están pagando impuestos. Aunque advierte que este tipo de iniciativas deben ser muy cuidadosas.
"Podrías ponerte muy estricto y decir ‘si me encuentro un puesto de tacos en la calle, voy y lo cierro’. Y pudieras hacer lo mismo con todos los negocios ambulantes que no tengan su registro. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Ahí te encargo las protestas sociales que provocarían una respuesta de ese tipo”, advierte.
Pero no es necesario desarrollar medidas tan estrictas, ni desperdiciar recursos en unidades económicas tan pequeñas. De acuerdo con Mauricio Ramírez, hay muchas empresas a las que sería muy difícil incorporarlas a la formalidad porque “habría que darles muchos beneficios para que empiecen a pagar impuestos. Ahí hay pocos incentivos […]. Pero hay muchos negocios que están en la informalidad que, con poquitos incentivos, las puedes absorber”.
Estos incentivos incluyen, por supuesto, cobrar menos impuestos a quienes hagan el salto. Pero según el especialista del CIEP, también se debe implementar una buena campaña de comunicación e información sobre los beneficios de la formalidad, como el hecho de que los negocios informales “nunca van a crecer, no pueden tener acceso a créditos, no pueden exportar ni importar […]. Si no están en la formalidad, empresas que necesiten servicios donde va una factura involucrada no te van a poder contratar. Esto te limita y va a hacer que tus operaciones sean muy pequeñas”.
Uno de los problemas en México es que las reglas del juego incentivan que los negocios se mantengan en la nformalidad. El académico del ITESM plantea limitar estos incentivos indirectos. Por ejemplo, expandiendo el uso del RFC como un dato de identidad personal clave en trámites y operaciones, mejorando la visibilidad del SAT en la economía mexicana. O bien, reduciendo el uso de efectivo, apostando a transacciones digitales, para fortalecer el seguimiento a posibles fraudes fiscales.
Villarreal añade que para un combate a la informalidad más estratégico, es crucial diferenciarla del fraude fiscal. “Hay una sutil diferencia. Muchas veces estos negocios no están en una cuestión de informalidad, sino de fraude fiscal […]. Y en principio es sustancialmente más penado […]. Tenemos un problema de evasión, que se debe en parte a la informalidad, y en parte a los fraudes”, detalla. Así, concede que el acercamiento a ambos problemas debería tener una estrategia distinta, propia de su magnitud.
Otro aspecto relevante para impulsar los incentivos fiscales podría ser una reestructura de todo el esquema de seguridad social. De acuerdo con Jesús Carrillo, director de Economía Sostenible en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), una forma de reducir los costos de la formalidad para los negocios podría ser rehacer el sistema de seguridad social en México de forma que no se alimente principalmente de las aportaciones patronales.
Carrillo dice que esto podría significar la creación de un sistema de seguridad social global, “que incluya a todos, y que pudiera financiarse con impuestos generales. Esto requeriría un esfuerzo fiscal muy grande […] con un incremento de la recaudación del 2% al 2.5% del Producto Interno Bruto (PIB). Y ahí estaríamos hablando de un nuevo pacto fiscal. Estaríamos hablando de que la seguridad social deje de ser una barrera para formalidad, que en nuestro caso lo es […]. Necesitamos un sistema de seguridad social que no discrimine entre formales e informales, y que pueda ser financiado por todos y todas, [no solo por los negocios formales]”.
Menos burocracia y más inversión a los negocios informales
A una estrategia fiscal más inteligente, defienden los especialistas, se le debe sumar una serie de medidas que faciliten la transición de los negocios hacia la formalidad, así como un desarrollo continuo de los mismos en la economía formal que haga más atractivo sumarse a este ecosistema.
Del lado de las barreras, Héctor Villarreal considera que la burocracia es uno de los más graves. Muchas veces, asegura, entrar a la formalidad requiere demasiados trámites, muchos de ellos engorrosos, para los que frecuentemente es necesaria una “pericia administrativa” que pocos negocios de menor tamaño poseen. Y este problema tiene sus raíces en un error de concepto.
“Frecuentemente estos trámites se diseñan queriendo combatir otro tipo de cosas y se termina haciendo las cosas muy complicadas. Si tú como burócrata tienes el objetivo que los empresarios no hagan tranzas, pondrás muchos candados. Pero no lo estás pensando desde el lado de los dueños de negocios, que no quieren tantas restricciones. Mientras que los objetivos del regulador y el regulador no estén alineados, estos problemas seguirán siendo comunes”, advierte.
Esta opacidad y dificultad burocrática, advierte Mauricio Ramírez, también puede alimentar otra barrera importante a la formalidad de los negocios: la corrupción. El catedrático del ITESM asegura que muchas veces “tienes a las autoridades municipales, estatales y hasta federales sobre ti pidiéndote dinero para todo […]. Eso debe resolverse con transparencia de parte del Gobierno, mayores órganos de difusión para que el empresario puede denunciar y protegerse”.
Y por el lado de los beneficios, Jesús Carrillo defiende que la mejor política es el fomento del crecimiento económico. Apunta que, muchas veces, los negocios son informales “no toman una decisión de evadir [sus responsabilidades fiscales], o que no quiera asegurar a sus empleados. Más bien no hay muchas alternativas […]. A veces pareciera que decimos que los negocios deciden no entrar a la formalidad. Más bien no tienen posibilidades. No es simplemente una decisión racional para maximizar las negocios”.
El especialista del IMCO pone el ejemplo de Colombia, que hace unos años logró reducir de forma importante sus tasas de informalidad laboral. Y si bien esto se debió en parte a ciertas políticas fiscales, con incentivos para convencer a más negocios de sumarse a la economía formal, el mayor impulsor de este fenómeno fue un crecimiento económico que permitió a estas empresas tener los ingresos necesarios para pagar impuestos, prestaciones y seguridad social.
“La idea básica para el crecimiento económico”, señala Jesús Carrillo, “es que necesitamos capitalizar nuestra economía. Tener más máquinas, más herramientas, mejor acceso a la producción y digitalización de servicios. Eso permite que el trabajo sea más productivo […]. Con eso, lo que vas a generar es que haya más recursos para que nuevos negocios, con más capital y acceso a financiamiento se puedan a abrir y crecer. Y necesariamente van a ser formales […]. Si un negocio no se mantiene pequeñito, es mucho más fácil de fiscalizar por las autoridades”.
En este sentido, el especialista del IMCO propone que este desarrollo económico comprensivo se detone desde varias aristas, desde un impulso a la bancarización de individuos y negocios con el apoyo de las instituciones financieras privadas, hasta un mayor rol de los bancos de desarrollo, de forma que el gobierno pueda tomar riesgos que los agentes comerciales tal vez no se atreverían a tomar y así se logre la evolución de los negocios informales a agentes más grandes, formales.
Y a su parecer, este tipo de incentivos económicos agresivos son solo una cuestión de voluntad política: “Permitir a la banca de inversión que busque fondeo para financiar proyectos requiere de voluntad política. Se necesita un esfuerzo de cambio, cambiar las prioridades de los presupuestos. Un cambio en el pacto fiscal implica no solo incrementar la recaudación. Pero también implica volver a pensar cómo vamos a distribuir ese dinero”, concluye.