Urge una transformación electoral hacia la digitalización
Los resultados del domingo pasado han prendido focos rojos en muchos aspectos. En este espacio quiero exponer sólo uno de ellos y es el que tiene que ver con el futuro de las elecciones en México en escenarios de mayor digitalización en el mundo y el desafío de poder implementar el voto electrónico en México.
La manera en la que se administran las elecciones en nuestro país desde la fundación del Instituto Nacional Electoral (INE) hace 34 años ya está rebasada. Esta elección no fue la excepción, el INE respondió de manera ineficiente y con serias demoras ante la mirada de miles de espectadores que esperábamos resultados preliminares con certeza y responsabilidad de la autoridad electoral ese mismo día a las 11 de la noche.
Los desafíos históricos de los procesos electorales incluyen: la posibilidad de fraude electoral a pesar de las reformas constitucionales y electorales que se han realizado, las ineficiencias en el conteo de los votos en un país tan extenso y diverso en donde los retrasos y errores humanos son una realidad, y la falta de transparencia. A pesar de implementar medidas como el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), persisten percepciones de falta de claridad en los conteos.
Si bien el PREP es un mecanismo creado para dotar de transparencia al proceso, puesto que proporciona actualizaciones en tiempo real del conteo de las actas que se van computando en el sistema y que van llegando de todas las casillas del país, nuevamente ha sido cuestionado tanto por la ciudadanía como por los actores de oposición. En la elección del 2006, Andrés Manuel López Obrador no reconoció los resultados de aquel proceso con una diferencia de 0.56% entre el ganador y el perdedor y llamó a “mandar al diablo a las instituciones” por corruptas. El día de ayer la candidata presidencial Xóchitl Gálvez pidió una “revisión voto por voto” en 80% de las casillas por presuntas irregularidades en el conteo.
Las elecciones son el pilar de la democracia, y cuando las instituciones encargadas de organizarlas y velar por su transparencia fallan, es imperativo que los ciudadanos asuman un rol activo. Una ciudadanía informada y movilizada puede ejercer presión para exigir rendición de cuentas, denunciar irregularidades y fomentar la credibilidad del proceso electoral. En este sentido, las redes sociales y las plataformas digitales se han convertido en herramientas poderosas para la participación ciudadana. Gracias a ellas, los ciudadanos pueden compartir información, coordinar esfuerzos de observación electoral, denunciar anomalías y hacer un seguimiento en tiempo real del desarrollo de las votaciones.
Sin embargo, se necesitan instrumentos eficientes que acompañen los esfuerzos de los ciudadanos para ejercer su derecho al voto. Se ha hablado mucho sobre la posibilidad de implementar el voto electrónico en México, entendido como la incorporación de tecnologías de la información al proceso de emisión, recepción y cómputo de los votos, lo que podría aumentar la eficiencia y reducir la probabilidad de un fraude. En el 2014, se aprobó la posibilidad de votar por vía electrónica sólo para los mexicanos residentes en el extranjero. Recientemente se exploró la viabilidad de ejercer el voto electrónico en las elecciones locales en Coahuila e Hidalgo en 2020 y en algunas casillas en Aguascalientes y Tamaulipas en 2022 con resultados favorables.
Algunas de las ventajas de esta implementación se relacionan con la eficiencia y reducción del tiempo para contar votos a través de la aplicación de instrumentos como el blockchain que garantiza que cada voto se registre en una cadena de bloques, lo que permitiría que una vez emitido, no pueda ser alterado ni eliminado, además de que su naturaleza descentralizada reduciría el riesgo de ciberataques porque no hay un único punto de fallo. Además, los costos asociados con la impresión y transporte de papeletas también son una ventaja.
A pesar de sus beneficios, la digitalización enfrenta varios desafíos, entre ellos el aseguramiento de la privacidad de los votantes, garantizar el acceso a la tecnología necesaria a todos sin importar su situación socioeconómica, y superar el escepticismo y la confianza pública para construir tecnologías auditables y transparentes. La clave está en implementar estas tecnologías y posiblemente explorar soluciones híbridas que combinen el voto electrónico con métodos tradicionales para garantizar la inclusión en un país como el nuestro.
Varios países en el mundo ya están usando este tipo de tecnologías desde inicios de este siglo. Estonia, por ejemplo, es uno de los países más avanzados en el uso de voto electrónico. Desde 2005 tienen la opción de votar por Internet en las elecciones parlamentarias y europeas. Pero también países emergentes con grandes disparidades sociales, como la India y Brasil usan desde hace tiempo el voto electrónico y han sido pioneros en sus respectivas regiones.
En la India, por ejemplo, utilizan máquinas de votación electrónica (EVM, por sus siglas en inglés), en sus elecciones nacionales y estatales desde 1999. Estiman que han ahorrado alrededor de 8.5 millones de dólares en costos electorales. Brasil es pionero en América Latina en el uso de urnas electrónicas desde 1996, y ha reducido significativamente el tiempo necesario para el recuento de votos. En las elecciones de 2018, el resultado final estuvo disponible pocas horas después del cierre de las urnas. En la India, tardan un poco más debido a que su padrón cuenta con más de 900 millones de electores y además sus elecciones se llevan a cabo durante una semana completa.
Para estos dos casos, las urnas electrónicas eliminaron por completo el uso de boletas de papel, lo que redujo drásticamente los errores humanos y agilizó el proceso de conteo de votos. La digitalización le aportó agilidad y estabilidad a un proceso que, en el pasado, se caracterizaba por el fraude y la desconfianza en Brasil, por ejemplo. El éxito de estas iniciativas se debe a las mejoras constantes de la tecnología mediante pruebas de seguridad públicas, sugerencias de empresas tecnológicas y a la interacción con expertos de universidades e institutos.
En conclusión, una de las lecciones que nos deja este proceso electoral es que urge una transformación digital del ámbito electoral. Si no cambiamos la forma en que se administran las elecciones en México, llegaremos al 2030 nuevamente sin los instrumentos ni los dientes que nos den certeza, veracidad y responsabilidad en los resultados de las elecciones. Ejes prioritarios de toda autoridad electoral y demandas justas de una ciudadanía global caracterizada por ser más informada, participativa y crítica.
Referencias de interés:
Instituto Nacional Electoral (INE). "Digitalización y transparencia en las elecciones." INE.
Foro Económico Mundial. "Future of Elections in the Digital Age." WEF.