Cae 44% gasto de los más ricos durante la pandemia

Al cierre de 2020, sólo 0.8% de la población en México formaba parte de la clase alta del país por su nivel gasto, mientras que en 2018 era de 1.5%.
29 Noviembre, 2021 Actualizado el 29 de Noviembre, a las 09:21
El consumo suntuario de la población de clase alta se contrajo severamente durante la pandemia (Foto: Pexels)
El consumo suntuario de la población de clase alta se contrajo severamente durante la pandemia (Foto: Pexels)
Arena Pública

El gasto de la población de clase alta del país se contrajo fuertemente durante la pandemia. Por nivel de gasto, el grupo de población de "los más ricos" se redujo 44% entre 2018 y 2020. 

Con datos del estudio “Cuantificando a la Clase Media en México 2010-2020” que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) -un análisis experimental realizado a partir de las cifras obtenidas en la Encuesta Ingreso-Gasto de los Hogares- se obtuvo que, por nivel de gasto, la población de los “más ricos” de México se estrechó de 1 millón 839 mil 314 (que representa el 1.5% de la población total) en 2018, a poco más de un millón 23 mil en 2020.

De acuerdo al economista Rodolfo de la Torre, director de Desarrollo Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, la disminución en el número de personas adscrito a la clase alta es consistente con la caída del PIB que se ha venido observando desde 2018 y, en particular, del consumo privado, pues el ejercicio del Inegi se basa principalmente en éste último.

“Estamos hablando de un cambio desde 2018 a 2020 y ahí hay dos aspectos: en 2019, una contracción de la actividad principalmente por las condiciones de inversión pública y privada, independientemente de la pandemia, y por otro lado, un consumo no realizado porque se cerraron las actividades económicas, y parte de este consumo, que podemos llamar suntuario, es el que define la pertenencia a clases sociales”, comentó el especialista en entrevista.

La pandemia causó el cierre forzado de la mayoría de las actividades económicas durante los primeros meses, y si bien, al tercer trimestre del año la industria ya había reabierto, no pasó así para el sector servicios, fundamental para el consumo en el país, pese a ofrecer en su mayoría servicios que no son de carácter esencial, por ejemplo, el turismo.     

Esta parte de la actividad económica que se cerró impuso un ahorro forzado entre la población, que según el especialista del CEEY, determinó que se contrajera aún más el consumo en términos generales y, por tanto, cayera la pertenencia a las clases sociales más altas, dado que no podían consumir en los mismos lugares en que lo hacían anteriormente a la pandemia. 

Por ello es que el ejercicio estadístico del Inegi puede parecer contradictorio con los datos del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que señalan que durante la pandemia no hubo un cambio estadísticamente significativo en el sector de mayor ingreso -más de 10 salario mínimo mensuales- de la población. Coneval muestra que la población de mayor ingreso se mantuvo en el 0.5% del total, incluso por debajo del dato del Inegi. 

Para De la Torre, esta forma de cuantificar las clases sociales plantea defectos, si bien otros ejercicios de cuantificación reciente demuestran que hay similitudes con lo planteado por el Inegi. “El ejercicio del Inegi es uno de estratificación, es decir, forma estratos de manera hasta cierto punto artificial en lugar de tener un análisis económico o sociológico que fundamente esas clases sociales. Esto es algo que debilita la rigurosidad teórica del ejercicio, aunque empíricamente es impecable”.

Pese a que el ejercicio del Inegi puede tener fallas, tampoco la clasificación de clases por nivel de ingreso tiene un consenso definido sobre cuánto se necesita para pertenecer a una u otra clase. 

En México, una persona de “clase media” gana entre 350 a 700 dólares al mes, señaló en 2011 la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE); una cifra mucho menor que los 10 mil a 48 mil pesos (460 a 2,210 dólares, a un tipo de cambio de 21.71 pesos por dólar) que identificó recientemente el Inegi en su estudio de referencia.

En el caso del margen inferior de la población de clase alta del país, se encuentran quienes tienen ingresos por encima de los 48,830 pesos mensuales (2,249 dólares) y por debajo de los 77,975 pesos mensuales (3,591 dólares), en promedio, de la clasificación; mientras que los que están por encima de esa cifra son los más ricos en el país. 

Para el director de Desarrollo Social del CEEY, “la cifra que se menciona para ser perteneciente a la clase alta es bastante razonable. En el país tenemos un PIB per cápita que ronda los 10 mil dólares al año, así que pese a que nuestra economía es considerada de ingreso medio tiene un ingreso relativamente bajo”, dice De la Torre.

En comparación con otras economías similares de Latinoamérica, la clase alta está clasificada de forma particular para cada país. En Brasil, por ejemplo, una persona de clase media alta a alta debe ganar por encima de 2,800 dólares mensuales, en Chile 2,380 dólares, mientras en Argentina apenas se necesitan 1,154 y en Perú 1,740 dólares mensuales.

En Brasil, el 4.7% de la población se considera de clase alta por su nivel de ingreso, para Argentina el porcentaje es de 5.0%, 10.8% en Chile y hasta 12.0% en Perú, aunque en éste último solo 2.0% supera los 3,139 dólares mensuales. 

En México “las personas para estar en el promedio deberían obtener cerca de 900 dólares al mes, es decir un habitante promedio debería estar ganando unos 20 mil pesos al mes. Esos 70 mil pesos son más de tres veces lo que corresponde al promedio y ya coloca a quienes los están ganando muy por arriba de lo que es lo “normal” observado en el país”, apunta el experto.  

Nuevo León, con mayor polarización

El reporte del Inegi destaca la inexistencia -o muy escasa representatividad- de la clase alta fuera de los espacios urbanos. Ésta no es una característica poco común. Como centros económicos y sociales de una nación, las grandes ciudades concentran los bienes y servicios suntuarios así como las propiedades más caras que solo personas de alto nivel socioeconómico pueden adquirir. 

Así, Santiago de Chile es la única ciudad del país andino que concentra a la clase A, mientras que ciudades como São Paulo, Brasilia y Río de Janeiro concentran a los ultra ricos de Brasil. 

Las ciudades también suelen concentrar un mayor número de población en clase media, pues la existencia de mayores fuentes de empleo y opciones educativas facilitan la movilidad social o por lo menos mantienen a flote a las familias que ya forman parte de ella. 

Sin embargo, Nuevo León, pese a ser la segunda economía a nivel nacional, no cumple con esa tendencia pues aunque tiene al segundo mayor porcentaje de población de clase alta en el país -solo por debajo de la CDMX- está apenas por encima del promedio nacional en población de clase media.

Entre Nuevo León, Jalisco y la CDMX, las tres entidades con las mayores ciudades del país, el estado norteño se encuentra ocho posiciones por debajo en clase media y ocho posiciones por arriba en clase baja, lo que según De la Torres expresa que la sociedad de Nuevo León está polarizada socioeconómicamente. 

“Cuando la clase media es muy pequeña quiere decir que la sociedad en términos socioeconómicos está polarizada, es decir hay un grupo muy pequeño de personas que pueden emprender actividad económica y contratan a un gran número de personas como asalariados subordinados”.

En contraste, una economía pequeña como Colima, se posiciona como el segundo estado con mayor clase media en el país y el tercero en clase alta, rompiendo con la polarización pese a que su industria y sector servicios es mucho menor a la de cualquier estado del norte del país. “Colima en otro tipo de mediciones ha salido con niveles de bienestar, de ingreso que la sitúan arriba del promedio nacional. -en el caso de las clases medias también hay que considerar que en otras clasificaciones el pertenecer a ella tiene que ver mucho con cierto nivel educativo elevado a pesar que las personas se desempeñan como asalariados”, dice De la Torre. 

Aunque la educación no parece ser la única explicación, pues el reporte Principales Cifras del Sistema Educativo Nacional 2019-2020, elaborado por la Secretaría de Educación Pública (SEP), señala que en Colima 33 de cada 100 personas cuentan con estudios universitarios mientras en Nuevo León son 39 de cada 100.

Una razón adicional podría ser el reducido territorio del estado, que permite que la población concentre su actividad económica en la ciudad capital y el puerto de Manzanillo pese a vivir en comunidades rurales, permitiéndoles un mayor ingreso, sin embargo no existen explicaciones adicionales para el caso de la entidad. 

Ricos y ultrarricos 

La falta de una clasificación clara acerca de las clases tiene un problema adicional, especialmente en el terreno de la clase alta, pues agrupa a personas con ingresos que rondan decenas de miles de pesos mensuales hasta millones de pesos al mes. “Por supuesto que esto (la estadística del Inegi) no capta a los ultra millonarios, los más ricos del país que son una fracción pequeñísima de unos cuantos cientos o miles, pero en un país de más de 125 millones prácticamente no pintan” comentó De la Torre. 

Ni la cuantificación del Inegi ni la de Coneval permiten conocer a detalle cómo es que viven ni con cuánto viven los ultra ricos de este país, quienes la pandemia apenas movió su estilo de vida.

Al contrario de México, la mayoría de los países sudamericanos sí cuentan con clasificaciones que permiten identificar este nivel de ingresos, el llamado estrato A (con ingresos promedio de alrededor de 7,000 dólares mensuales), si bien aún esta clasificación mantiene una alta brecha entre el margen superior y el inferior.

Una aproximación al límite superior del millón de mexicanos, clasicados como de clase alta por su nivel de gasto, es la lista de multimillonarios de la revista Forbes, que incluye a los 36 más ricos, aunque no se conoce el ingreso mensual de cada uno de los personajes que la integran.