El largo y sinuoso camino del débito electrónico (II)

La historia de la tarjeta de débito es, como decían Lenon y McCartney, un “largo y sinuoso camino que lleva a tu puerta [pero que] Nunca desaparecerá” [1]
17 Mayo, 2022
Foto: Mitchel Lensink (@lensinkmitchel) via Unsplash https://unsplash.com/photos/vXptgB3qyys
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La Conquista Digital

En una contribución anterior a esta columna mencionaba que en la década de 1970 las encuestas del banco central estadounidense sugerían que el público estaba abrumadoramente en contra de cualquier tipo de sistema de pagos electrónicos.

Sin embargo, tanto los comerciantes minoristas como los bancos continuaron buscando alternativas para el intercambio electrónico de valor directamente en el punto de venta.

En octubre de 1971, por ejemplo, el City National Bank and Trust de Columbus, Ohio, comenzó lo que llamaron una "prueba piloto de transferencia electrónica de fondos". El experimento falló al no recibir respuesta satisfactoria por parte de los consumidores. 

No obstante, este ejercicio inspiró a Dee W. Hock y Tom Honey a trabajar, a partir de 1973, en lo que se convertiría en la tarjeta de débito de Visa (Entrée en el proyecto piloto). El proyecto se lanzó en 1975, nuevamente en Columbus, Ohio. El sistema incluía la particularidad de una conexión en tiempo real entre los comercios y el centro de cómputo de Visa en California.

Ese segundo paso se acompañó de la elaboración de una serie de estándares internacionales en el marco de la Organización Internacional de Normalización (ISO por sus siglas en inglés). De manera que, a partir de 1976, se empezaron a definir tanto las características físicas, como las pautas del intercambio de información de las tarjetas de crédito. Muchas de estas eventualmente se adoptaron sin cambios por las tarjetas de débito.

Las normas sobre el relieve de los caracteres, el tamaño de las tarjetas y la información de la banda magnética fueron fundamentales para estimular el desarrollo y la adopción a gran escala de terminales de marcación para puntos de venta (TPV) de bajo costo. En 1982, por ejemplo, la empresa hawaiana Verifone sacó a la venta su primer terminal de punto de venta para tarjetas. Posteriormente, su modelo ZON, de 1983, se convertiría en la referencia de las terminales modernas para el pago con tarjetas de débito.

La tarjeta de débito comenzó a popularizarse a mediados de la década de 1980 conforme se generalizaban las normas internacionales para las tarjetas de pago y las terminales de punto de venta. Para este momento, el desarrollo informático permitía sistemas de autorización nacionales e internacionales a escala. Así, bancos de todo el mundo utilizaron la infraestructura de autorización de tarjetas de crédito, y en muchos países se aprovecharon la amplia red de terminales de punto de venta para convertir sus tarjetas de garantía de cheques (cheque guarantee card) en tarjetas de débito.

Por ejemplo, hacia el año de 1976 en España, las cajas de ahorros convirtieron su Tarjeta 6000 en una tarjeta de débito. Mientras que en 1987 en el Reino Unido, Barclays lanzó la Connect (posteriormente Visa Delta), y otros bancos la tarjeta Switch. Por otro lado, fue a partir de 1991 que los consumidores alemanes podían pagar con tarjetas EC (eurocheque) en muchos comercios.

Con el tiempo, los bancos y las empresas de pago empezaron a incluir un chip en la tarjeta de plástico. El chip fue una innovación francesa por Roland Moreno desarrollada en 1975. Rechazado inicialmente por los bancos, el chip se impuso gracias al apoyo de France Telecom para el pago en los teléfonos públicos.

En 1993, MasterCard lanzó un proyecto mundial de tarjetas con chip llamado Mondex. El proyecto fue un fracaso en muchos sentidos, pero permitió que desde 1994 se introdujeran las tarjetas con firma electrónica (también conocidas como “chip and PIN”). Este cambio en la regulación interna de las plataformas de pago llevó a que en 2006 se hiciera obligatorio el habilitar la firma electrónica en todas las tarjetas de pago británicas, lo que no ocurrió en Estados Unidos hasta 2015.

¿Por qué tardaron tanto los bancos emisores en interesarse por las tarjetas de débito? Bueno, para empezar, muchos ejecutivos entre 1970 y mediados de la década de los 80 veían la transferencia electrónica de fondos como un servicio bancario competitivo, algo que les diferenciaría de sus rivales; por lo tanto, buscaban alternativas propias.

Además, la mayoría de los bancos grandes ya estaba experimentando con cajeros automáticos o empezando a considerar inversiones considerables en estos equipos. Los ejecutivos pensaban en el cajero automático como una nueva forma de la sucursal tradicional que revolucionaría el servicio de banca minorista y, por lo tanto, estaban dispuestos hacer un esfuerzo que requería de mucho capital.

Pero aún más caro había sido el desarrollo de la infraestructura para asegurar la adopción generalizada de las tarjetas de crédito. El despliegue de una tarjeta de débito amenazaba con eliminar gran parte de los ingresos de esa infraestructura (como el "float" o retraso entre la compra de un cliente y el abono al comerciante).

El desarrollo de esa infraestructura también había requerido de la abrasiva personalidad de Dee Hock, y muchos banqueros no estaban dispuestos a seguir soportándolo. En consecuencia, varios vieron la oportunidad de deshacerse de Hock al optar por rechazar inicialmente el proyecto de la tarjeta de débito.

Todo esto puede parecer rupestre y obtuso, pero la realidad es que la mayoría de los banqueros piensan que su carrera profesional se encuentra por encima del bien común.

Por lo tanto, las dinámicas entre bancos y al interior de las organizaciones bancarias favorecieron a la tarjeta de crédito y obstaculizaron el inicio de las tarjetas de débito. No obstante, las tarjetas de débito se promovieron ampliamente para su uso a lo largo de la década de los noventa.

Este periodo coincidió con que los bancos habían recuperado sus inversiones en cajeros automáticos (que ahora ofrecían un acceso a nivel nacional e internacional) y habían depreciado el costo de la inversión para el funcionamiento de la infraestructura de las tarjetas de crédito.

Cabe resaltar que la implementación de las tarjetas de débito se produjo en paralelo a la adopción mundial de los cajeros automáticos. Fue así como la tarjeta Electron de Visa despegó. Emitida por primera vez en 1985, la Electron era una tarjeta de débito puramente online que no tenía caracteres en relieve.

Desde entonces, el crecimiento del pago con plástico ha sido exponencial. Como ejemplo, entre 2002 y 2013, las transacciones con plástico en México crecieron más de un 500%. Para 2019, había 157 millones de tarjetas de crédito y débito en circulación en el país. El pago promedio por transacción en punto de venta en ese año fue de 630 pesos (aproximadamente 20 dólares).

Antes de la pandemia, se realizaban cerca de 10 millones de transacciones en puntos de venta de las cuales el 73% correspondía a tarjetas de débito y el resto a tarjetas de crédito. Ese mismo año, los pagos realizados a través de terminales de punto de venta ascendían al 8% del PIB y representaban el 14% de la demanda de consumo del país.

Hoy en día, las tarjetas de débito existen en diferentes formas. Entre ellas, las tarjetas de prepago y de nómina, la cuales han surgido como alternativa para el reparto de subsidios o a la domiciliación de salarios. Las tarjetas de prepago y de nómina no requieren de un acceso conveniente de los usuarios a una cuenta bancaria (lo que sí es necesario en el caso de las tarjetas de débito).

En Estados Unidos, estas tarjetas tienen la misma protección que las tarjetas de débito tradicionales. Además, pueden ofrecer otras ventajas como la eliminación de las comisiones por el cobro de retiro de efectivo, o hacer que la nómina sea más equitativa, contribuyendo a aumentar la inclusión financiera, y a eliminar los prejuicios y la discriminación a veces ocultos en el sistema financiero.

A la fecha no existe en el mundo un sistema perfecto de intercambio de valor y sin fricciones en tiempo real para compras minoristas. Se dice que las crypto monedas podrían ser la solución. Pero lo importante es recordar que, a pesar del actual sistema de pagos jerárquico e intermediado, ¿cómo sería nuestro presente sin las tarjetas de débito?

Los invitamos entonces a especular, reflexionar y debatir sobre nuestro presente así como de un futuro sin ellas o incluso cuál puede ser el futuro de las tarjetas de débito. Por favor haganos saber sus comentarios, especulaciones y/o cualquier anécdota que tenga sobre tarjetas de débito vía @Arena_Publica y @BatizLazo

 

Créditos: Agradecemos el apoyo editoral de Julia Pérez Schjetnan (juliapschj@gmail.com)

Imagen de cabecera: Mitchel Lensink (@lensinkmitchel) via Unsplash https://unsplash.com/photos/vXptgB3qyys

 

[1] The Beatles, “The Long and Winding Road”, letra de Paul McCarney y John Lennon, album Let It Be, producción de Phil Spector para Apple e EMI,  Londres, 1970.

Bernardo Batiz-Lazo Bernardo Batiz-Lazo Con más de 30 años de experiencia en la academia inglesa e internacional, Bernardo se ha especializado en el impacto de las tecnologías de la información en el sistema financiero minorista. Autor de múltiples contribuciones a revistas especializadas, libros (el más reciente es “Cash and Dash”, Oxford University Press, 2018), artículos de divulgación y podcasts. Profesor-Investigador de la Universidad Anáhuac.

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