En una década, la Ciudad de México se convirtió en una de las entidades federativas con mayor desigualdad de género. Además, la pandemia expuso la fragilidad del desarrollo económico y social de la capital. La entidad federativa que en el papel menos vulnerabilidades presentaba ha tenido un decepcionante desempeño ante la adversidad.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en su reciente Informe sobre Desarrollo Humano Municipal 2010-2020, Una década de transformaciones locales, muestra que la Ciudad de México se convirtió en 2020 en la segunda entidad federativa con mayor desigualdad de género al tomar en cuenta las dimensiones de salud, educación, representación política y participación laboral.
Esto no significa que las mujeres de la Ciudad de México tienen menos oportunidades de desarrollo que en otras partes del país, sino que la distancia entre hombres y mujeres en la capital es mucho mayor que en el resto de sus entidades federativas, con excepción de Coahuila.
Este indicador no deja de tener sus limitaciones al no poder distinguir si los problemas de salud son de las capitalinas o de quienes vienen a la ciudad a atenderse. Aún así, es de llamar la atención que con el mismo indicador la Ciudad de México era en 2010 la tercera entidad federativa del país con mayor igualdad de género y ahora se encuentra en el extremo opuesto.
Por otra parte, y sin ambigüedad, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual toma en cuenta los logros conjuntos en esperanza de vida, escolaridad e ingreso, señala que la Ciudad de México fue la única entidad federativa que entre 2010 y 2020 sufrió un retroceso en su nivel de desarrollo. El resto de las entidades federativas tuvo un avance neto a pesar de la pandemia.
El descenso en el desarrollo de la CDMX proviene principalmente de la caída en la actividad económica. El componente de ingreso del IDH cayó alrededor de 3% de 2010 a 2020 mientras otras entidades federativas con niveles de ingreso similares, como Nuevo León o Baja California lograron avances significativos en el mismo lapso.
La comparación con Nuevo León es particularmente significativa para no dar un peso indebido a la concentración poblacional en las zonas urbanas. En este estado, más del 90% de la población se concentra en la zona metropolitana de Monterrey, y pese a ello la economía del estado logro progresar como no lo hizo la de la Ciudad de México.
El segundo factor tras la caída del desarrollo de la capital es el deterioro en la esperanza de vida. El índice de salud se redujo poco más de 2.5% entre 2010 y 2020, como ocurrió en entidades federativas con población mucho más dispersa, como Chihuahua o Durango. Nuevamente Nuevo León, con una enorme concentración urbana, tuvo el quinto mayor avance en salud pese a la pandemia, lo que muestra que la densidad poblacional no es el único factor para tomar en cuenta.
Finalmente, la CDMX tuvo el menor avance educativo entre 2010 y 2020, algo comprensible dado que resulta cada vez más difícil aumentar la escolaridad cuando ésta ya es elevada. Lo que no resulta comprensible es que entre 2015 y 2010 la capital fue una de las tres entidades federativas que retrocedió en su educación pese a que aparentemente presentaba el sistema educativo menos vulnerable.
La pandemia representó un desafío formidable en términos de salud, educación y actividad económica. Era inevitable que alguna entidad federativa resultara la más afectada y que parte de los avances de la última década se perdieran. Lo que es desconcertante es que la Ciudad de México resultara ser tal entidad y que sus logros de una década no resistieran el embate como lo hicieron los de otros estados del país. Esta situación desafía explicaciones fáciles, pero sin duda llama a revisar las políticas públicas pasadas y presentes si no se quiere repetir la historia.