Dos ideas sobre la libertad periodística
Cuenta Isaiah Berlin que el comienzo del fin ocurre cuando aquellos que creen conocer la respuesta a todas las preguntas ocupan el poder.
Se impone entonces el monismo, la creencia en que la Verdad es una, inteligible solo para unos pocos. Por este motivo, se abandona el estado de derecho, el respeto a las libertades individuales, sea la libertad sexual o la propiedad privada, fundamentos básicos de las sociedades liberales. El mal menor del desprecio a la libertad individual se sustituye por el bien mayor del “nosotros”, un demos no identificado y que acaba reduciéndose a la opinión del dirigente. Los nuevos populistas son los antiguos reyes filósofos de Calípolis.
El ejercicio periodístico ha sido manipulado por terceros para intereses propios, misma situación ha disminuido la credibilidad en su información.
El antídoto contra esta actitud vital y política es el pluralismo por el que aboga Berlin. El pluralismo consiste en reconocer la diversidad de valores y principios que, necesariamente, hay que elegir, priorizar y rendir cuentas de nuestras decisiones. El aliado natural del pluralismo es el periodismo que contribuye a las dos libertades berlinianas.
El periodismo contribuye a la libertad negativa, aquella que evita cualquier imposición en nuestro comportamiento y decisiones, cuando contribuye a la formación de una cultura cívica basada en la transparencia, la información pública, la rendición de cuentas. Sin conocimiento no podemos sustanciar nuestro proyecto de vida individual porque son otros quienes delimitan la libertad de hacer esto o aquello.
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El conocimiento es el sustento de la libertad individual y, hasta el momento, el periodismo es el mejor vehículo para que las ideas circulen y lleguen a amplias capas de población. La ciudadanía plural será aquella que pueda decidir qué tipo de periodismo quiere y en qué formato. No es incompatible con los medios públicos o la publicidad institucional, pero éstos no pueden dominar la agenda informativa con un proyecto único de convivencia.
Los nuevos proyectos periodísticos de naturaleza emprendedora han expandido la libertad de la audiencia en tanto que pueden acceder a más ideas y opiniones. Esta idea de libertad negativa está correlacionada con la capacidad que tienen los periodistas de promover sus propios medios al margen de las imposiciones de los intereses ajenos al mundo informativo. Bienvenidas sean las inversiones que llegan del mundo de la empresa privada, pero no permitamos que impongan su criterio editorial como el único posible.
Berlin definía la libertad positiva como aquella que nos permite tomar decisiones de forma autónoma sin tener que preguntar al Estado qué está bien o qué está mal. No se trata de saltarse las normas establecidas, sino de ejercer una libertad “para” desarrollar un proyecto vital único, personal. El periodismo es esencial en la medida de la libertad positiva.
El constitucionalismo explica con vehemencia que el acceso a la información veraz es esencial para el desarrollo de una opinión pública sólida. Por eso es necesario que el ciudadano pueda conocer cómo actúan los poderes públicos, pueda preguntar libremente sobre aquello que le parezca oportuno y pueda formarse su propio juicio. Aunque esté equivocado o no coincida con nuestro proyecto político. En una sociedad de creciente complejidad, el ejercicio de la libertad de expresión requiere más acceso a los datos y fuentes. Aquí la libertad positiva está en la línea de la democracia del conocimiento que describe Daniel Innerarity.
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El periodismo refuerza las dos libertades cuando su misión se orienta hacia el lector. La dictadura de la instantaneidad y las noticias falsas ha minado la credibilidad de las empresas periodísticas convencionales porque éstas han confundido el entretenimiento de la audiencia con la información de calidad, dirigida a una opinión pública inteligente.
El periodismo representa una brecha a la libertad cuando realmente se enfoca al lector.
Las dos libertades necesitan el periodismo para comprender el entorno que nos rodea y los nuevos desafíos (la inteligencia artificial, la antipolítica de Trump o el Brexit), estimular el pensamiento crítico y decidir con libertad sobre las opciones y los proyectos políticos, recuperar la confianza en los sistemas democráticos y liberales y mejorar la rendición de cuentas de los dirigentes políticos.
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En el contexto latinoamericano actual, las dos ideas de libertad periodística están en juego. No será una tarea fácil convencer a los lectores de la necesidad de su apoyo, pero será un reto apasionante. En la medida en que triunfen estos nuevos proyectos, habremos conseguido expandir la libertad individual. La recompensa, a modo del viaje del héroe, merecerá la pena.
Twitter: @JuanManfredi
* Juan Luis Manfredi es profesor de Periodismo en la Universidad de Castilla-La Mancha (España).